8

3.7K 456 165
                                    

Eijiro había llegado diez minutos antes de las ocho de la noche, tarareando en voz baja mientras se quitaba el abrigo y lo colgaba detrás de su silla. Saludo al dueño del restaurante, el señor Hinata, que le devolvió el saludo con una sonrisa dulce, y miró la carta con desinterés, pensando en lo que podría comer ese día con Bakugou

Ya tenía algo de hambre, así que ordenó una copa de vino junto a algún aperitivo para hacer la espera más amena, y se puso a juguetear con su móvil, leyendo los mensajes de felicitación de sus amigos más cercanos, de sus familiares y algunos padres de sus pequeños pacientes.

A las ocho y cuarto, suspiró porque se dio cuenta de que Katsuki venía atrasado, y no era la primera vez, así que le hizo un gesto al viejo camarero del lugar, saludándolo alegremente mientras le ordenaba una cesta de patatas fritas porque a Bakugou le encantaba comer eso, ¡siempre comenzaban con ese plato antes de comer algo más profundo! Además, así las patatas estarían listas para cuando Bakugou llegara.

A las ocho y media, arrugó el ceño, mirando su móvil, dudando si marcar el número de Katsuki o no, pero decidió no hacerlo porque de seguro su esposo solo se había atrasado más que nunca ¿no era así?

Un cuarto para las nueve de la noche, su pie comenzó a moverse de forma errática sobre el piso, un viejo tic nervioso que nunca pudo eliminar.

A las nueve de la noche, las patatas fritas estaban frente a él, y Marco, el
camarero, le preguntó si iba a querer algo más. Kirishima sacudió la cabeza,
tragando saliva mientras podía sentir algunos ojos puestos en él.

Su dedo, otra vez, se deslizó sobre el número de Katsuki, queriendo marcar para preguntarle dónde estaba, pero había una parte suya que no quería oírlo porque temía su respuesta.

Bakugou no se pudo haber olvidado de su cumpleaños, ¿cierto?

A las nueve y media, Eijiro tuvo que sacar la primera servilleta para limpiar sus ojos húmedos.

A las diez de la noche, Kirishima se encerró en el baño del restaurante, ocultando su rostro entre sus piernas mientras se derrumbaba por completo, sintiendo como el llanto atascado en su garganta salía por fin.

A las diez y cuarto, volvió a sentarse y pidió la cuenta, fingiendo no ver la
mirada de compasión y pena del señor Hinata

Cinco minutos después, estaba saliendo bajo una torrencial lluvia que empapó por completo su cabello y ropa, pero no le podía importar menos, porque había un entumecimiento en su cuerpo que no podía explicar. Que no podía procesar bien debido al llanto que
escapaba de su boca. Por lo que comenzó a caminar bajo la lluvia, sin pensar siquiera un poco en
tomar algún taxi que le dejara fuera del departamento, ya que no quería llegar allí tan pronto.
No quería abrir la puerta, entrar a esas frías habitaciones y tratar de auto-convencerse de que no importaba que Bakugou hubiera olvidado su cumpleaños, él aún le amaba.

Él aún le amaba, aunque eso no era
más que una tonta, estúpida y patética mentira que se repetía cada día porque enfrentarse a la dura realidad era algo que rompía su corazón en miles de pedazos.
Pero ya no podía negarlo. Ya no podía
seguir mintiéndose de esa forma
porque si seguía actuando así, lo único que iba a provocar era terminar roto y herido y con un vacío tan enorme en el corazón que no podría repararlo en mucho, mucho tiempo.
Su historia con Bakugou había acabado, había llegado a su fin, era un hecho.

Y aunque lo siguiera amando ya no
podía hacer nada, solo resignarse
firmar esos papeles, concederle el
divorcio y luego desearle lo mejor
a Katsuki aunque se sintiera miserable y humillado por perder a quién consideraba el amor de su vida.

Se apoyó en la pared, sollozando.
Dolía tanto, tanto...
Y todo el mundo se lo había dicho, se lo había advertido, que al final solo sería peor, pero Eijiro no quiso verlo, trató de negárselo porque amaba demasiado a Katsuki y cosas como el orgullo, como la dignidad, no valían la pena para él si lograba hacer que Bakugou volviera a quererlo como antes.
Tener el amor de Bakugou, para Eijiro, era mil veces más hermoso que conservar una dignidad que, a fin de cuentas, no le traería nada más que un breve momento satisfactorio.

Limpió sus ojos, forzándose a dejar
de llorar, porque ahora solo tenía que
asumir las consecuencias de sus actos у aceptar que todo se había acabado, que ya no había más Bakugou y Kirishima, que era el momento de seguir adelante aunque solo quisiera volver atrás, a esa época en donde Bakugou le sonreía con total
amor y le murmuraba al oído cuánto le amaba.

Pero esa época no iba a volver más,
claro que no.

Veinte minutos más tarde estaba
entrando al departamento, pensando
en sus ropas empapadas, y se encontró frente a Bakugou, que lucía brevemente perdido ante él.

Hubo un instante pequeño en el
que se imaginó al rubio acercándose,
pidiéndole perdón por dejarlo plantado para luego decirle que lo amaba, que quería seguir toda su vida frente a él, sin embargo, aquella imagen desapareció cuando su esposo habló:

—¿Eijiro? ¿Mi niño?— preguntó
aturdido.

No, Bakugou seguía sin acordarse.
Eso dolió un poco más porque años anteriores nunca se habría
olvidado a pesar de su volátil memoria. Pero su esposo solía recordar las fechas más importantes y significativas para él, y que lo haya olvidado, que no supiera que día era...

Era bastante claro lo que significaba
para Kirishima

— Oh, ¿qué pasa?

Y él era un cobarde, porque no se
sentía capaz de derrumbarse frente a Bakugou.
Pero también, una parte de él, no
quería decirle a Bakugou la verdad como una forma de castigo hacia su esposo, porque Kirishima lo conocía mejor que nadie, y sabía que si comenzaba a llorar y le contaba lo que ocurría, Bakugou se sentiría mal, se sentiría culpable, y pediría perdón.

Kirishima no quería su compasión, quería que se diera cuenta solo, cuando no estuviera frente a él.

— Nada—Bakugou se acercó—, solo...
¿Dónde estabas?

Se tomó su tiempo para responder,
pensando en alguna mentira piadosa,
ya su mente llegó esa invitación que le hizo Denki

— Estaba comiendo en casa de Kaminari y Sero, se me hizo algo tarde, lo siento mucho —luego, agregó como si nada—.¿Acabas de llegar, también?

— Sí, sabes que hoy atendí a los clientes que dejé pendiente el otro día que salimos, no creí que tardaría tanto–hubo un breve momento de
pausa—. Kirishima, ¿por qué lloraste?

Claro, sus ojos.
Sus tontos, hinchados ojos llorosos.

Una sensación de cansancio se extendió por su cuerpo, de agotamiento por toda la situación que estaba pasando, y sintió deseos de acurrucarse al lado de Katsuki, llorar en su pecho, decirle cuánto lo amaba, y quedarse allí todo el día.

Entonces, Kirishima se permitió ser débil una vez más.

— Pelee otra vez con Denki, insiste
en que tú no me amas y eso me puso triste—sus ojos parpadearon,
poniéndose llorosos—, porque es
mentira, ¿no es Bakugou? Tú me sigues amando a pesar de todo.

Miénteme, miénteme, por favor, Bakugou, te lo ruego.

Hiéreme una vez más, no me importa,
pero si me hace feliz un instante, lo
aceptaré con gusto.

— Por supuesto que sí, mi niño.

Sus labios se curvaron en una sonrisa honesta para luego besar suavemente
al mayor.

— Vamos a la cama. Ha sido un largo día para los dos, ¿no es así?— le miró, su mano apretando la suya—. Oh, a todo esto, ¿cómo te fue?

-Bien. A pesar de que pospuse sus
citas se fueron satisfechos como
siempre.

Bakugou era tan inteligente, tan astuto y hermoso.

 — Felicidades, cielo— dijo para luego
besar al nombrado una vez más, y sus
ropas pronto cayeron al suelo, ambos
cuerpos encontrándose esa noche una
última vez.

𝙰𝚙𝚎𝚐𝚘Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin