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Aquel día nevó.
Candy no había dormido bien. Estaba asustada. No sabía qué hacer. Lo único que tenía claro era que quería ver a Leonard. ¿Por qué no la había esperado como prometió?
No estaba molesta por eso. Quizás algo sucedió para que él no pudiera esperarla. Así que aquel día salió más temprano, para ir a encontrarse con él antes de entrar a clases.
Cuando llegó a la esquina dónde tomaba el autobús, pasó por encima de una mancha de sangre en el suelo, pero iba tan desorientada que no se dio cuenta.
Y en el transporte, pasó de largo por la universidad, bajándose en la esquina que la llevaba al lugar peligroso que le daba vida.
El viejo hotel Morgantown lucía gélido bajo la nevada. Los nervios de emoción, de encontrarse con el hombre de ojos verdes, la dirigieron hasta la puerta con pasos temblorosos.
Cuando entró, se bajó entonces la capucha del abrigo, comenzando a escuchar el sonido de un piano, que la dirigió directo a la sala de siempre. Entró, hechizada por la música de Leonard, y por los ojos tristes que miraban el teclado.
Él, en cuanto la vio, se quedó inmóvil. El silencio se apoderó de la sala, a punto de retumbar los ecos de los latidos de su corazón.
—¿Qué haces aquí? —preguntó después de unos minutos.
—He venido a verte —ella comenzó a acercarse—. Ayer... no te encontré.
Leonard la miró sin expresión, y luego asintió con la cabeza, acercándose también.
—Me fui antes. Lo lamento —entonces llegó frente a ella, y la atisbó con delicadeza, antes de llevar una mano a su cara—. Parece que no has dormido bien —parpadeó suave.
Y Candy tembló bajo aquella caricia que le descontrolaba el alma.
—Me siento fatal —confesó—. Mis padres irrumpieron mi habitación el fin de semana. Y revisaron el historial de llamadas del teléfono local. Incluso sin estar cerca pueden controlarme. Yo... no sé qué hacer... —se interrumpió con un suspiro ahogado.
Y en ese momento, Leonard la atrajo a su pecho, acariciando la parte posterior de su cabeza antes de soltar un suspiro también. Y tras aquel abrazo, ella no pudo evitar llorar. Lo rodeó con sus brazos, deseando poder dejar de sentir el gran dolor en su pecho.
Leonard cerró los ojos. Parecía que algo dolía dentro de él. Pero no dijo nada. Sólo la mantuvo abrazada por un largo rato. Y Candy estaba bien con eso. Las palabras eran insignificantes cuando los sentimientos lo decían todo
—No quiero vivir de ésta manera —lloró—. No quiero estudiar medicina. Sólo quiero llorar. Sólo quiero desaparecer, hasta que estoy contigo. Aquí es el único lugar dónde quiero estar.
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Hermosa Pesadilla [Completa ✔]
Mystery / Thriller¿Pueden las pesadillas dar como resultado, algo hermoso?