❄️Capítulo 32❄️

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Mason Scott era el nombre que corría por los pasillos aquella mañana. El mejor amigo de Jason Stanner. A quien habían encontrado muerto en el campus.

Todo parecía indicar que se había suicidado. Estaba colgado en uno de los árboles, con una soga alrededor de su cuello. ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué justo en la universidad?

Era el tercer suicidio que ocurría en el campus, por lo cual los rumores comenzarían a extenderse mucho más allá de los pasillos. Todo el pueblo, toda la ciudad, iba a enterarse de que Harvard estaba teniendo una tasa alta de suicidios. ¿Qué estaba pasando con los chicos dentro de aquellos pasillos? ¿Incluso un profesor había muerto?

¿Qué pasaba con el intelecto requerido para ingresar en aquellas prestigiosas aulas de clase? ¿Tenían problemas mentales los estudiantes? ¿Era una universidad segura de verdad?

Los periódicos habían llegado tan pronto como si hubiesen estado esperando un empujoncito para redactar todo lo que ya habían querido decir. Y ésta vez, la universidad no estaba sólo llena de policías, sino también de reporteros e investigadores.

Además de lo que parecía obvio, los expertos opinaban lo mismo que Hannah y sus amigas: Había un asesino en la universidad.

Nadie parecía sentirse seguro dentro. Todos se miraban las caras mientras se pasaban por al lado uno del otro. Increíble. No existía ni una sola sonrisa aquella mañana del frío febrero.

Las chicas avanzaban petrificadas. Candy y Elizabeth no intercambiaron miradas ni una vez, como si no quisiesen delatar con la mirada que ya ellas habían descubierto al hombre muerto la noche anterior.

—Por favor reunámoslo al salir de clases —sollozó Lily—. Tengo mucho miedo.

—Sí. Lo mejor será encontrarnos —Elizabeth no pareció lograr ocultar su voz temblorosa.

Sin decir nada más, se separaron cada una a su clase correspondiente. Candy se dirigió a las escaleras, en camino al laboratorio. No quería pensar en nada. Estaba esforzándose mucho en mantener la mente en blanco, cuando alguien la tomó por el brazo. Reaccionando de inmediato se alejó de la persona que la había tocado con un grito ahogado.

—Soy sólo yo —dijo Leonard, bajito—. Debes estar muy asustada.

Pero en el instante en el que lo había visto todo el terror había desaparecido de su interior. Sonrió, sintiéndose en paz, y exhaló, tratando de mantener la cordura para no lanzarse a sus brazos.

—Leonard —susurró—. Te extrañé mucho.

—No quería asustarte —la tomó de una mano con delicadeza—. También te he extrañado mucho.

Su cara había sanado un poco. De alguna manera eso logró causarle alegría y tristeza. Su labio tembló.

—Ese chico... —dijo casi sin voz.

Hermosa Pesadilla [Completa ✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora