Fiel seguidora

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Miwa, la inútil, podía confirmar en su totalidad que se había perdido.

Por ciertas circunstancias -y no porque no encuentre alguna razón lógica para ello-, los estudiantes a hechiceros de Kyoto estaban en una "amigable visita" en Tokyo, pasando el día. Como no había ninguna competencia de por medio, tampoco un encargo de que ocurriera un accidente (matar) con uno de sus compañeros o alguna maldición de grado especial en la zona, la convivencia entre todos los jóvenes estaba siendo bastante agradable. Tanto así, que Nobara le iba a regalar su paquete de galletas a Miwa, que se le veía bastante hambrienta desde hace bastante rato -y de cierto modo, le estaba exasperando-

La única condición que impuso Nobara, y que era bastante razonable a su parecer, es que ella misma los fuera a buscar. Según las indicaciones que recibió, solo debía ir derecho y doblar en el cuarto corredor, donde se encontraría con la cocina y en algunos de los cajones estarían las galletas. Muy sencillo, fácil de seguir y podría degustar dulces después de tanto tiempo comiendo ramen, pero ya lo ven, era tan inútil que se había perdido en ese laberinto de pasillos.

Miwa siente que le persigue la desgracia. ¡Pero no se da por vencida! De alguna forma llegará a la cocina. No cree que la estructura de las instalaciones de Tokyo sean tan distintas a las de su ciudad, será cuestión de tiempo y paciencia para que pueda orientarse.

"Aun así, este lugar sí es más grande que el nuestro..." Piensa, siguiendo su camino por el pasillo. Da una mirada alrededor, con un pequeño puchero en sus labios. "¿Cuántas galletas les dejaré a los demás? Tres para Momo y para Mai... Pero Mai se comió mi mango la otra vez, así que le dejaré solo una galleta."

Está demasiado centrada en esos pensamientos y en sacar cuentas, pero Miwa volvió a la realidad al instante en cuanto dobló por el pasillo, y notó por el rabillo ciertas figuras a mitad de este. Por simple instinto y al estar en un lugar que no está familiarizada, se apresura en retroceder sus pasos y pegarse a la pared, casi como si intentara fusionarse con esta, aguantando la respiración y evitando hacer cualquier tipo de ruido.

—Vamos Yuuji, bonito, no te molestes conmigo.

El corazón de Kasumi retumbó en su pecho, al ser capaz de reconocer el dueño de aquella voz. Inevitablemente sonrió, con un sonrojo también apareciendo en sus mejillas: "¡Es Gojo Satoru!".

A él quería verlo. Había estado un rato con ellos allá en el salón común, compartiendo risas y tal, pero por ciertas razones se había retirado y Miwa no había podido convivir tanto como le hubiera gustado con su más grande ídolo. Así que, ¡ahora podría incluso aprovechar para pedirle ayudar para encontrar la cocina y conseguir sus galletas!

—Pero tú empezaste, así que te aguantas. –No tarda en escuchar otra voz en un tono de reproche. Tampoco tarda en reconocer que se trataba del chico recipiente de Sukuna que era muy agradable y lindo, Itadori Yuuji.

A Miwa le empieza a picar la curiosidad. Sabe que no está bien escuchar conversaciones ajenas y le daba cierto de culpa, pero... ¿De qué estarían hablando? Quiere saber un poco más.

Discretamente se acerca a la esquina de la pared, inclinándose lo menos posible para poder ver hacia el pasillo con los ojos entrecerrados. Y pudo sentir cómo su sonrojo empeoró y se extendió a todo su rostro, al notar cómo era que estaban Gojo e Itadori conversando.

Satoru, con una lentitud casi desesperante y provocativa, sube sus grandes manos por la espalda -encima de la ropa, claro está- del chico entre sus brazos, teniendo un gesto en su rostro de cachorro siendo regañado; aunque esté usando esa tela oscura, podía asegurar que sus ojos están brillando afligidos en busca de comprensión. Mas esto no parece convencer ni un poco a Itadori, que tenía sus manos contra su pecho y el ceño fruncido, impidiendo el contacto entre sus cuerpos.

GoYuu OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora