Capítulo 5.

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Danna.

Los regordetes y excesivamente tiernos y apapachables cachetes de Alicia no tardaron un intervalo de segundo en teñirse de un tono hermoso de carmesí intenso que aminoraba la decoración de pecas que se esparcían por todo su rostro, tras el comentario inoportuno del imbécil de Deniel cara de chola*, lo que repentinamente a mí me causó gracia en exceso, todo por el hecho de que resultará sorpresivo, muy a pesar de haber estado tan fuera de lugar, me reí mucho más de lo que me hubiera gustado admitir porque posiblemente, jugar con las bragas de Alicia no sea el tema de conversación más cómodo que hubiésemos podido tratar hoy —quizás nunca—, puesto que es primera vez que ambos cruzaban miradas, sin embargo, Deniel siempre sabe lo que hace aunque sus chistes se suban un poco de tono, sin olvidar recalcar que tenía todo lo necesario para que su mera mirada colocara chicas nerviosas y millones de femeninas comenzaran a llorar por donde mean, es un experto en jugar e introducirse cautelosamente entre la psicología y las memorias de las personas, sin importar que tan fuerte sea el individuo y que tan escondido se encuentre el recuerdo; Deniel sabe bailar entre pensamientos y hacer caer a la gente en un profundo hueco emocional. Deniel se ha movido más de una vez con los mejores pasos en pistas psicológicas, y si que ha sabido ganarse la atención del resto de la fiesta.

«¿No será que estás un poco celosa, Danna?»

Ay, ¿Cómo crees? ¿Celosa de quien?

Nunca me he considerado una mujer celosa, el amor verdadero debe ser libre; se trata de expandir las alas, no de cortarlas.

No pude contener mis impulsos de soltar una carcajada descomunal —aunque luego me arrepentiré—; internamente me regañé por eso, ¡Si que lo hice! Alicia se estaba confiando mucho en él, y aunque no estuviera mal, ella no conocía lo abierto que era Deniel cuando le entregabas confianza. No estoy segura de que Alicia esté lista para probar un sorbo de la copa del demonio e intoxicarse con su veneno ardiente e infernal.

Alicia no conocía a Deniel entrar en un nivel máximo de confianza, tal vez pensaba que así de sutil sería siempre, y no, el cada vez buscaría de adentrarse un poco más en ti, de tomar posesión de tus pensamientos, de obtener más de tu psiquis y sacarte con tus más exquisitos fluidos mentales. Es bastante explícito, jugar con las mentes había sido su sexo, aunque en ocasiones parezca una hipérbole, no estoy exagerando, en lo más mínimo. Deniel usaba sus superpoderes para poner a las chicas nerviosas, sus ojos te hacían entrar en un viaje astral en el que olvidabas hasta tu apellido, por suerte no me sucedía, sus encantos no surten ni el más mínimo efecto en mi y eso venía siendo un punto a mi favor desde hace ya bastante tiempo.

¿Así de rápido se abría Alicia con las personas? ¿Así de rápido era capaz de entregar una confianza desmedida pensando poco en las consecuencias? ¿Cómo podía ser tan precipitada? Confió en mí al instante, confió en él casi al mismo tiempo; si no fuera por la pureza que destilaba su mirada y los gritos ahogados que se alojaban en sus ojos, no podría confiar en ella.

Sin embargo, es un poco entendible que una persona que acostumbra a recibir maltratos responda de esta manera a la mínima muestra de interés, aunque fuera a primera impresión.

«La sal parece azúcar» me decía la voz tenue de mi conciencia.

Incluso llegué a pensar de que toda esa entrega y confianza repentina se debía a qué ningún chico había sido así con ella, nadie la observaba siendo ella, siendo libre; es como todo, todos los seres humanos llegamos a idolatrar el respeto y la comunicación, porque nos acostumbramos tanto a que nos pisotéen y nos pongan por el subsuelo que lo aceptamos, nos hacemos creer que es lo que merecemos y en algún momento lo recibimos, cuando eso es lo mínimo que alguien que tenga todos sus sentidos aferrados a la humanidad, la ética y la moral debe hacer por ti y por cada persona.

Heredera del respeto. © [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora