Dolor

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Moscú, Rusia
Martes por la noche, en el hospital.

Deniska POV

Dolor... Profundo y agonizante dolor.

Estoy dormida, pero puedo sentir todo; me duele el alma, me duele la mente, me duele el corazón... La perdí, ella ya no está.

Mi mejor amiga, está muerta, yo no pude protegerla, ¡Carajo! Me va a hacer demasiada falta, ¿Quién me va a hacer reír como ella? ¿Quién me va a animar cuando lo necesite? ¿Quién me va a acompañar en mis estupideces? ¿A quien voy a comprarle helado y comerlo hasta que nos duela el estómago? MALDICIÓN.

Mi cuerpo duele mucho, demasiado, quizá, siento como si estuviese muriendo, como si estuviese agonizando... Y no puedo despertar, no puedo quejarme por qué estoy “inconciente"

Lucho, lucho por calmar mis demonios que me atormentan repitiendo que volveré a ese pesadilla.

Repitiendome que las voces y murmurllos no son de un hospital, si no de el mismo lugar donde tanto daño nos hicieron.

Intento mover mi cuerpo y apartarme del calor que envuelve mi mano, me retuerso aún sin hacerlo por qué no me muevo, no puedo hacerlo.

Con fuerza e insistencia, intento abrir mis párpados... Lo intento hasta que por fin lo consigo.

Mi mirada recorre el blanco cuarto vacío, o eso pienso hasta que una cabellera de mechas rubias, aparece en mi visión, me alteró por qué mi cuerpo tiene pánico de todo hombre.

Mi voz sale rasposa, pero audible:

—Suéltame— ordene, removiendo mi mano.

Escuché un “Hum" adormilado y luego repetí mi orden.

—Monjita— esa voz... Extrañamente, no produjo miedo en mi, no me produjo pánico.

—Monjita, despertaste, chula— los verdosos ojos del chico, me miraron cristalizados, su expresión se torno tierna... Pero mi cuerpo aún rechazaba su tacto.

—No me toques... Por favor— suplique en un ahogado quejido.

—¿Te lastimé?— pregunto con notable preocupación.

Negué con la cabeza y no dije nadamás.

—Me duele mucho— me queje sintiendo el terrible dolor entre mis piernas.

—¿Quieres que valla por el doctor?— pregunto yendo a abrir la puerta para salir.

—No, Demien, no quiero a ningún otro hombre cerca. Que venga una enfermera, por favor— suplique sin ocultar mi dolor.

—Ya regreso— Demien se fue y yo me quedé allí con los ojos cerrados y mis puños apretados a mis costados.

El dolor mental era otra cosa, pero el dolor físico que estaba sintiendo, no podía medirse.

Suspiré tratando de relajarme y no pensar en el dolor en mi vientre, pensé en los buenos recuerdos con mi mejor amiga, en cosas buenas que me hallan pasado.

Nada.

El dolor no se iba para nada.

—Señorita, mireme— una enfermera me hizo abrir los ojos para mirarla.

Mire a dónde me indicaba.

—¿Dónde siente más dolor?— me preguntó de cerca.

Señale la parte por encima de mi bata de hospital.

—¿Cómo te llamas?— me preguntó, con voz rasposa, respondí:

—Deniska Zaytseva—

—¿Cuántos años tienes?—

Jugador de FútbolDove le storie prendono vita. Scoprilo ora