15 - Romanticismo catastrófico

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Elidroide paseaba, junto con sus nuevos amigos, Rebeca y Yassine, por una de las calles más céntricas de ConfinaTown. La gente se amontonaba a las puertas de los comercios, indecisos de entrar o quedarse en el exterior mientras observaban embobados los llamativos escaparates creados para despertar la curiosidad de los transeúntes. La razón eran los más de diez años de confinamiento que habían tenido que soportar. A pesar de volver a estar libres, de contar con el apoyo del gobierno y de comprobar en hospitales y centros de salud que ya no aparecían nuevos contaminados, los vecinos de la ciudad no lograban verse seguros cuando se encontraban reunidos en espacios cerrados. Todo ello creaba una especie de congregación que podría considerarse peligrosa en época de contagios, pero que se aceptaba mejor socialmente por el simple hecho de ser exterior.

La extraterrestre quedaba embobada al observar los maniquíes, vestidos y decorados como humanos, pero dejando en evidencia que eran seres inanimados dada la ausencia de orificios, tanto a nivel de la boca, como de la nariz, orejas o incluso ojos; o por la falta de algunas partes del cuerpo en algunos de ellos como podía ser la cabeza o las manos.

—Se trata de una forma de presentar el catálogo de novedades de la tienda, se visten a los maniquíes, y así la gente puede tener una idea de cómo queda la ropa o los artilugios una vez puestos —explicó Rebeca al observar que Elidroide no apartaba la mirada del escaparate.

—Lo entiendo, pero... ¿Por qué son todos iguales? ¿No deberían representar a los humanos?

—Sí, pero entre nosotros existe un canon de belleza que sigue unas normas de talla y altura que todo el mundo busca en su cuerpo.

—Eso quiere decir que los humanos prefieren no tener rostro, cabeza o manos. Las manos lo puedo intentar comprender, el rostro... me cuesta imaginar cómo podrían sobrevivir sin boca ni ojos. Pero... ¿la cabeza no es el almacén de vuestro cerebro?

El comentario de Elidroide, nuevamente demasiado lógico para los chicos, hizo que una gran sonrisa se dibujara en sus caras, seguida de una carcajada.

—Ven, vamos a entrar —apremió Yassine—, encontraremos algo acorde a tu canon de belleza Eli.

Se trataba de una de las nuevas tiendas de concepción post-virus que se habían construido. Para evitar agolpamientos en el interior, no se veía ropa como en las tiendas clásicas, sino una línea de pantallas táctiles numeradas en la parte superior. Al acercarte a ella, ésta se iluminaba, dándote la bienvenida. A continuación, ofrecía el catálogo de la tienda en pantalla, repartido por zonas del cuerpo.

—Por dónde podemos empezar... —Rebeca observó el uniforme de marinera que la extraterrestre llevaba puesto—. Iremos de arriba hacia abajo.

Comenzaron buscando artículos decorativos para el pelo como felpas o gomillas, echaron un vistazo en las gafas de sol o los pendientes y acabaron con vestidos de una sola pieza, pantalones o zapatos. Una vez que eligieron todo lo necesario, se dirigieron al probador presidido con el mismo número que la pantalla táctil y en el que toda la ropa estaba siendo colocada para que Elidroide pudiera probársela bajo la supervisión de Rebeca y Yassine.

Se podía decir que los gustos de la extraterrestre no se asemejaban a los de sus compañeros por las caras que ponían mientras se probaba lo elegido, y es que, a pesar de haber sido una decisión común, la última palabra la tenía Elidroide.

—¡Estoy contenta con este! Me gusta.

El nuevo atuendo contaba con unos lazos de color azul marino que sostenían dos coletas que curvaban hacia el exterior y que contrastaban con su nuevo pelo rubio, una camisa de tirantas azul claro en la que ponía "No muerdo, araño", un pantalón corto blanco y unas zapatillas del mismo color que la camiseta.

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