3 - La Nueva Cenicienta

318 50 86
                                    

—¿Se puede saber qué has estado haciendo durante toda la mañana?

Elena intentaba evitar con la mirada a su marido, temblorosa y asustada, contuvo como pudo las lágrimas, que estaban a punto de escaparse de sus ojos. Él llegaba del trabajo, como todos los días, sobre la una de la tarde, con el tiempo suficiente para comer y volver a trabajar hasta las seis.

—Le quedan solo diez minutos para que esté lista.

André se acercó a Elena enfurecido, con los labios apretados y la respiración forzada.

—Escúchame. Voy todos los días a trabajar para sacar adelante nuestra relación. Desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde, sin parar, en el vertedero de ConfinaTown, oliendo toda la mierda que estos adorables y simpáticos vecinos que tenemos y tú me tiráis a la cara —De vez en cuando, gotas de saliva salían disparadas hacia la cara de la joven, quien aún callaba y se contenía temblorosa. André la agarra con la mano por el brazo, zarandeándola fuertemente—. Te prevengo, si esto vuelve a ocurrir una vez más, prepárate para las consecuencias. Tráeme una cerveza, ¡ahora mismo!

Elena se apresuró a buscar la cerveza, y a llevársela a su marido, quien se tumbó en el sofá posando los pies sobre la mesa mientras encendía el televisor.

Llevaban unos ocho años juntos. Al conocerse, André era otra persona completamente diferente a la que se había convertido en la actualidad. Tenía objetivos en la vida, quería llegar a dirigir todo un equipo de personas, ser un gran líder, respetado y apreciado por todos con la intención de crear su propia empresa. Era joven, tenía veintiocho años y muchas oportunidades a las que agarrarse. La pandemia, sin embargo, cambió su vida de forma radical, las oportunidades de crecimiento profesional desaparecieron por completo, la empresa en la que trabajaba cayó en bancarrota y a él, no le quedó otra que acompañar a su mejor amigo en la empresa que llevaba, quedando así, decepcionado del vuelco que había dado su vida; Elena por su lado, era una chica viva, alegre y divertida, le encantaba salir de fiesta, divertirse con los amigos y pasar todo el rato posible en compañía de sus seres queridos. Al conocer a André nada cambió, al contrario, él también salía con ella de fiesta y viajaban descubriendo otras ciudades contiguas a ConfinaTown. Era estudiante, algo más joven que André, sin trabajo y sin autonomía, por lo que dependía de él para sobrevivir. El virus les encerró a los dos en la casa en la que estaban de alquiler, de dos plantas y dos habitaciones y con un pequeño patio interior. Dicha situación hizo enseguida que André se volviera celoso de ella, del tiempo del que disponía y de la suerte que tenía de quedar en casa mientras él debía trabajar duro en un trabajo que no le motivaba en absoluto y que se quedaba con toda su energía.

Tomó la decisión de encerrarla en casa, Elena, enamorada y absolutamente obediente, lo aceptó sin protestar. Al fin y al cabo, en un principio, todo el mundo se encontraba en el mismo contexto. Pero la situación cambió y comenzó a pesarle cuando André le prohibió ir a comprar al supermercado, tirar la basura o incluso ir a la farmacia a por medicamentos.

«Yo lo haré» solía decir «Con uno que se arriesgue a atrapar el virus tenemos suficiente, tú quédate en casa y dedícate a tenerlo todo bien, yo traeré el dinero y lo que haga falta». Con el nuevo modo de vida que se había establecido entre los ciudadanos de ConfinaTown, apenas había necesidad de salir de casa, todo se podía pedir por internet y André se encargaba de recibirlo siempre durante las horas que se encontraba allí. De esta manera, custodió el doble de llave que su mujer disponía, dejándola encerrada mientras él trabajaba.

Elena limpió de nuevo la mesa sobre la que su marido había apoyado los zapatos sucios del trabajo y sirvió la comida, más tarde se sentó junto a él en el sofá. Quería hablarle de algo, pero no sabía cómo se lo iba a tomar.

ConfinaTownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora