8. Octavio intenta descifrar un acertijo con Amado

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—Parece ser exactamente el mismo huevo —dijo Octavio, estupefacto mientras contemplaba la fotografía. Luego, se volvió hacia Carla—. Tú sabes de historia de la moda, ¿de qué año crees que sea esta foto? ¿Puedes deducir algo por cómo se ven?

—La morocha usa un estilo que se empezó a volver común en los ochenta, pero el corte de la rubia es más de los setenta. Si tuviera que adivinar, diría que la foto es del principio de la década de los ochenta.

Octavio hizo un cálculo rápido. Aquellas dos parecían tener unos veinticinco o treinta años; de ser así, ahora debían rondar los setenta.

—¿No podría ser tu abuela, por la edad? —le preguntó a Amado, quien volvió a mirar la foto y negó con la cabeza.

—No se parece, aunque la edad encajaría. Estos rasgos son más del lado de mi abuelo. Sé que tuvo una hermana que murió joven, en otro país. Casi nunca la mencionan, suena como una memoria dolorosa de la que no quieren hablar.

—Un momento —intervino Carla—, ¿murió joven y ahora resulta que estuvo involucrada con el huevo extraterrestre? Entonces supongo que tu familia negaría tener conocimiento...

Amado contempló a Carla con el ceño fruncido, y luego buscó a Octavio con una mirada inquisitiva. Él respondió encogiéndose de hombros: con Carla podía ser difícil distinguir el límite entre las bromas y las teorías serias, pero eso era parte de lo que hacía que una conversación con ella siempre fuese entretenida.

—En casa hay un armario con fotos antiguas de la familia y documentos, quizá haya alguna información para confirmar que sea ella —dijo Amado, rascándose la cabeza—. Creo que no sería una buena idea preguntar, no —agregó, suspirando—. Y menos en estos momentos.

Más atento al lenguaje corporal de Amado que antes, Octavio notó la tensión que endurecía los músculos de su cuello. Segundos después, lo vio llevarse una mano a la garganta. Con presteza, Octavio reaccionó volviendo a apoyar la suya sobre la espalda de Amado. Allí la mantuvo mientras decía:

—No tenemos que hacer esto ahora. Si tu pariente falleció, entonces quien escribe podría ser la otra mujer, o quien sacó la foto. ¿Quieres tomarte un tiempo para descansar?

Pasándose el dorso de la mano por la frente, Amado respondió:

—Sí, soy un asco.

Octavio siempre había tenido problemas para entender las indirectas; quizá por eso, su forma de hablar era ruda de más. Enfocado en no volver a arruinar el terreno recién arado entre los dos con su brusquedad, se detuvo a pensar en cómo podía ayudar a Amado, que ya no se veía como una hoja al viento, pero sí tenía el aspecto de una flor a la que le faltaba riego.

—Estaba por ir a bañarme cuando llegaste —dijo, señalando la puerta del cuarto de baño—. ¿Tú quieres?

Para su extrañeza, Amado no reaccionó como esperaba, sino que levantó la vista y balbuceó, sonrojado:

—¿Qué...?

No fue hasta ver el desconcierto en los ojos de Amado que Octavio se dio cuenta de que sus palabras sonaban como una invitación a acompañarlo.

—¡No digo juntos! Digo que si quieres, puedes bañarte. Puedo prestarte ropa limpia.

—¡Ah, claro! —exclamó Amado—. Sí, si no es molestia.

Octavio se apresuró a ponerse de pie y se dirigió a su cuarto. A pesar de ser distintos en muchos aspectos, sus complexiones y alturas eran similares. Mientras revolvía su guardarropa en busca de algo cómodo, se dio cuenta de lo difícil que era imaginarse a Amado vestido con un estilo tan sencillo. Cuando lo intentó, su mente lo traicionó ofreciéndole en lugar de eso una imagen de Amado bajo la ducha: el agua limpiando su sudor, bajando por su nuca hacia la espalda que Octavio acababa de tocar...

El alma del volcán (completa)Where stories live. Discover now