Capítulo 1

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—Isabella, apresúrate ya... —la voz de su madre sonó a sus espaldas, fue en ese momento que dejó la caja sobre la mesa de noche. —. Limpiaste tu cuarto.

—Sí, ya era tiempo —dijo, sacudiendo sus manos llenas de tierra. —. Por cierto, iba a pedirte que compraramos pintura, el rosa ya no va tanto conmigo.

—Bueno, lo haremos otro día, Isa. Ahora baja porque la familia comienza a llegar y quieren saludarte.

  Sin más, vio como la figura de su madre desaparecía por el pasillo, y seguido escuchaba el rechinar de las escaleras. Le dio otra rápida mirada a su alrededor, notando que las cajas que había dejado en una esquina de la habitación comenzaban a llenarse nuevamente de polvo. En cuanto abrió la ventana, los fuertes rayos del Sol cegaron por escasos segundos su vista, por lo que tapando sus ojos con su antebrazo se alejó de allí dando unos cuantos pasos hacia atrás. Paró casi al instante en que su pie pateaba algo y una voz chillona retumbaba en el cuarto.

—"Hola, soy TaeTae."

  Frunció su ceño y rápidamente se colocó de cuclillas para poder observar más de cerca al peluche que yacía tirado en el suelo. A simple vista podía apreciarse los años que tenía esa cosa; el pelaje que se suponía debía ser marrón ahora era casi negro por la suciedad, tomando en cuenta también que estaba duro, con pegotes de algunos dulces que dejó caer por accidente sobre él cuando era pequeña.
  Cuando lo tomó entre sus manos una ola de recuerdos se le vino a la cabeza, sonrió inconscientemente hacia el juguete. Tanteando con sus manos logró sentir algo dentro de él, por lo que sin pensarlo presionó con fuerza el pecho del osito, escuchándose nuevamente esa voz aniñada.

—"Juega conmigo."

  Tenía tantos recuerdos junto a ese peluche que le dio un pequeño tirón en el pecho de solo imaginarse a su pequeño TaeTae siendo olvidado en el rincón de una oscura caja. Ella lo había amado con todo su ser, era su mejor amigo del alma. Siempre estaba con ella en todo, hasta cuando su madre la regañaba por cosas estúpidas y ella se encerraba a llorar, Tae siempre estuvo entre sus brazos para consolarla, aún si éste no pudiera ayudarla.

—¡Isabella, baja ya!

  Un suspiro se le escapó de los labios y dándole un último vistazo al oso, lo dejó sobre su escritorio, recordándose así misma que en cuanto su cumpleaños se acabara se encargaría de meterlo junto a los demás juguetes.

  Ella quería dejar su infancia en el pasado, y eso implicaba deshacerse de todos sus muñecos, porque además, a fin de cuentas, nunca los volvería a usar.

  Para cuando se hicieron las nueve de la noche y toda la gente se había marchado, Isabella pudo tomar una gran bocanada de aire. Su familia no era la más chiquita por así decirlo, y tener tantos niños corriendo y gritando por todos lados le dejaban los tímpanos sensibles.

  Subió rápidamente las escaleras con la intención de tomarse una larga y refrescante ducha. En cuanto entró a su habitación lo primero en lo que se fijó fue en la desolada esquina donde se suponía debían estar las cajas llenas de juguetes.

—¡Mamá!, ¿Las cajas dónde están?

—¡Le di unos a tus primas y los demás se los llevó tu tía para la guardería! —su voz se escuchaba lejana, por lo que supuso se encontraba en el primer piso.

  Cerró la puerta detrás de sí y colocando las manos sobre sus caderas volvió a mirar alrededor de su habitación, sintiéndose más libre por el hecho de ya no ver muñecas sobre las estanterías, o pegatinas de dibujos animados decorando las paredes sucias. La habitación cada vez se veía más iluminada, más limpia, más adolescente.

𝒯𝑒𝒹𝒹𝓎 𝒷𝑒𝒶𝓇  | 𝐊. 𝐓𝐇 Where stories live. Discover now