Capítulo 3.

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Observo el teléfono mientras le doy vueltas. Lo enciendo, lo vuelvo a apagar y empiezo otra vez. He entrado en un bucle y dudo que salga de él si nadie viene a salvarme.

Además, estoy sola en el césped de la universidad, lo que provoca que esté demasiado sumergida en mis problemas. Liam está haciendo un examen y de los demás no sé nada. Supongo que Yana y Landon estarán solucionando lo que les pasó hace unos días y de Dani no tengo la menor idea.

Creo que escucho su voz detrás de mí y cuando me giro, lo confirmo. Tiene el teléfono en la oreja y está discutiendo con alguien. Su cara está seria y no deja de hacer gestos con las manos, bastante alterado.

Espero a que cuelgue y luego se acerca a mí en silencio.

—¿Todo bien? —pregunto, por fin.

—Dímelo tú que llevas dándole vueltas al teléfono tres días por lo menos —dice, divertido, obviando mi pregunta.

O él me ha observado mucho o yo he estado siendo demasiado obvia. Tiene razón, no puedo parar de mirar el móvil como si fuese a aparecer el nombre de Clara en él. O como si yo fuese capaz de llamarla.

—Vamos a hacer una cosa —empieza, serio—. Esta tarde te voy a llevar a un sitio y te vas a olvidar por completo de ese aparato. —Señala el móvil con mala cara.

Parece un buen plan.

—No eres muy fan de estos aparatos, ¿verdad?

—No —se limita a decir—. De todas formas, no me has dicho que sí.

—Tengo que pensármelo.

Bromeo. Abre la boca, ofendido. Diría que mucha gracia no le ha hecho. Quiero disculparme. A lo mejor no era buen momento para hacer bromas. Mi cara se pone seria de golpe y esta vez es él quien ríe a carcajadas.

—Eres malísima mintiendo —asegura.

Iris milisimi mintiindi —imito.

Sigue riéndose a carcajadas. Lo conozco de hace una semana y nunca me había fijado en los hoyuelos que le aparecen cuando se ríe. Le quedan demasiado bien y pocas veces los muestra.

—¿Dónde vamos a ir? —pregunto, curiosa.

—Ya lo verás. —Apoya sus codos en el césped y se hecha hacia atrás—. Solo te digo que es el mejor sitio en el que he estado nunca.

Vale. Quiero ir. Lo necesito.

—¿Y si vamos ya?

Las palabras salen de mi boca antes de que pueda contenerlas. Él abre los ojos y sonríe dulcemente.

—Ojalá pudiese irme de aquí, pero tengo examen y es importante.

—¿Solo llevamos cuatro días aquí y ya tienes examen?

Asiente, rodando los ojos. No sé como aguanta tantos exámenes. Yo ya me habría dejado la carrera si fuese él.

Muy bien, incitando.

—Y así es como funciona económicas. Examen cada dos días, básicamente —explica.

—No sé cómo lo haces.

—¿El qué?

—Te juntas con tus amigos, sales de fiesta, haces exámenes... ¿Eres algo más que un humano?

Pregunto entrecerrando los ojos y apoyándome en mi codo. Intenta aguantar la risa porque noto como aprieta la mandíbula, marcándola más que antes, pero queda en un intento porque explota a carcajadas para luego volver a ponerse serio.

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