Capítulo 15.

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Mini-maratón 2/2

No sé el tiempo que pasa cuando mi móvil empieza a sonar por todo el coche. Me sobresalto y hago una mueca de dolor cuando mi cabeza retumba sobre la mandíbula de Dani, que empieza a reírse mientras una de sus manos se dirige a la zona golpeada.

—Tranquila, Potter, que solamente es tu móvil sonando.

Le saco el dedo índice y busco mi móvil por el asiento del coche. Cuando doy con él, veo el nombre de mamá en la pantalla, así que descuelgo y lo llevo directamente a mi oreja, mientras Dani sigue riéndose, cada vez más fuerte.

—Cállate —le espeto en voz baja.

—¿Qué? —escucho a mi madre decir.

Miro a Dani con cara de pocos amigos y me giro hacia la ventanilla para centrarme en mi madre, que parece estar desesperada al otro lado de la línea o a un par de metros del coche.

—Nada, no te decía a ti.

—¿Dónde estáis, hija?

—En el coche de Dani que está aparcado en la puerta. ¿Por qué?

Se hace un silencio en la línea y tengo que carraspear para ganarme de nuevo su atención.

—¿Tienes el teléfono en altavoz?

—No —niego rotundamente.

Antes de que diga algo, me aseguro de que Dani no está pendiente de mi conversación y, efectivamente, lo confirmo cuando lo veo escribir en su móvil. Me pego más mi teléfono a la oreja si es posible porque algo de miedo me recorre el cuerpo por lo que mi madre sea capaz de decir.

—¿Lo habéis arreglado?

Ruedo los ojos.

—Di lo que ibas a decir, mamá.

La oigo suspirar, pero no tarda en volver a hablar y aclararme la duda.

—¿Vas a dejar que vuelva a la residencia?

Frunzo el ceño y me giro despacio, para mirarlo. Se alborota el pelo más de lo que ya lo tenía y sigue pendiente del móvil.

No puedo hacer eso.

—¿Puede quedarse en casa, mamá?

La mirada de Dani deja de estar sobre el móvil y en seguida se posa sobre mí. Me observa extrañado y divertido. Se apoya sobre el asiento, acomodándose y empieza a prestarme atención. Ruedo los ojos, lo que consigue que suelte una carcajada.

—No hace falta —me dice gesticulando.

Asiento repetidamente y vuelvo a poner toda mi atención sobre mamá.

—Claro que puede quedarse. Creo que es lo justo. Me da miedo que vuelva a hacer tantas horas de viaje.

—Vale, gracias. Ahora entramos.

—Está bien —acepta, calmada.

Cuando voy a colgar es cuando soy consciente de que le harán mil preguntas sobre su vida, sus estudios, su persona...

—Eh... ¿mamá? —la llamo.

—¿Sí?

—No hagáis preguntas que no vienen a cuento, por favor —le pido casi susurrando.

La escucho reír, junto a mi padre, pero ninguno de los dos dice nada y cuelga.

Ahora sí que estoy nerviosa. Mucho, diría yo. Aparto el móvil de mi oído lentamente y me preparo para girarme y mirar a Dani. Cuando lo hago, está apoyado sobre el asiento, mirándome divertido.

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