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Alexei

Estreché la mano del hombre con seguridad y firmeza, ningún tipo de expresión estaba sobre mi rostro. No había más que seriedad y pura profesionalidad. Por el contrario, mi nuevo negocio, sonreía ampliamente y sin ocultar la felicidad que esto le producía. Las ganas de decirle que parecía estúpido estuvieron ahí, pero las deseché rápidamente. Seis días había tardado en cerrar este acuerdo, seis jodidos días en los que este maldito gordo solo supo tocarme los huevos y casi hacerlos estallar.

Ahora que había aceptado todo volvía a estar en su lugar, mi franquicia iba a extenderse por su país lo que no solo me crearía mucha más fama, sino una cantidad de dinero delirante. Estaba orgulloso, había logrado el sueño de muchos en apenas diez años, actualmente era la envidia de todos aquellos que, por mucho que intentaron ascender, fracasaron.

Con un asentimiento de cabeza me despedí de Suárez y de los inversores que ocupaban la mesa en la sala de reuniones. Caminé con tranquilidad, sin dirigirle la mirada a nadie, hasta alcanzar la calle. Allí me esperaba un coche de cristales tintados que me protegerá de las decenas de paparazzis que disparan sus flashes directamente hacia mi. Si pudiese les metería las cámaras por el culo, sin embargo, debo cubrir mis ojos y no mostrar ningún tipo de emoción que les pueda ayudar a crear un titular absurdo en sus revistas de mierda.

Con molestia me dejo caer en el asiento trasero, sin necesidad de decirlo, el chofer ya sabe a dónde llevarme. Después de tantos días de arduo trabajo necesito desconectar, relajar y liberar mi cuerpo. Alejandra es la mejor para ello, su boca es una delicia cuando no quiero más que desfogar.

Cuando el gran hotel queda frente a mis ojos abandono la calidez del coche y camino hacia el interior. El lujoso y ostentoso recibidor me rodea, rápidamente un recepcionista se acerca.

—Buenas noches señor, la suite ya está lista.

No dije nada, pasé por su lado, entendiendo que la puta ya se encontraba en la habitación. El día había sido demasiado largo, catorce horas debatiendo sin parar hasta conseguir llegar a un acuerdo. Odiaba trabajar hasta tarde, sin embargo, comenzaba a hacerse costumbre. Cuando el ascensor se detuvo, llegando a la planta reservada para mi, deshice el nudo de mi corbata y abrí la chaqueta de mi traje mientras avanzaba hasta la única puerta del lugar. Estaba abierta, una suave música se escuchaba en el interior.

La hice a un lado con calma y me colé en la suite hasta encontrar a Alejandra. Ningún tipo de emoción recorrió mi cuerpo cuando la vi, desnuda y de rodillas en el suelo. La excitación pronto activó mi polla, que se irguió con deseo bajo la tela de los pantalones. Caminé por la habitación con calma, deshaciéndome de la chaqueta y quedando únicamente con la camisa desabrochada. Mi mirada no se despegó de la puta, no veía a una mujer solo era una muñeca para mi. Algo que necesitaba si no quería que mis bolas explotasen.

Me acomodé en el pequeño sillón que había en una esquina de la habitación, separé las piernas y la observé en silencio. Sus pechos grandes se erguían, mostrando sus grandes pezones que señalaban en mi dirección. Recorrí su vientre plano hasta alcanzar la brillante y suave piel de su coño, estaba completamente depilada y podía ver como la humedad brotaba de ella.

—Ven aquí —exigí frío.

Su cuerpo se movió de manera inmediata, apoyó las manos contra el suelo y, tal y como me gusta, gateó hasta colocarse entre mis piernas. No tuve que decir nada más, ella supo perfectamente qué era lo que quería. Sus largos y finos dedos tomaron el cierre de mis pantalones, abriéndolo con seguridad y liberando mi gran erección. La sujetó entre su mano, sonriendo coqueta y relamiendo sus labios.

ALEXEI © Where stories live. Discover now