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Blanca

Me dolía el cuerpo, me dolía tanto que pasar los alimentos por la caja significaba un esfuerzo sobrehumano. Agradecí el hecho de que Bruno estuviese con el de sanidad, sino, no sabría cómo acabaría esto. Ya me había tomado dos de las cinco pastillas que Alexei me obligó a llevarme conmigo. Suspiré con tan solo recordarlo, aun conservaba algún recuerdo de anoche, a pesar de estar sumamente borracha.

Recuerdo cuando vino a recogerme, su mirada solo mostró molestia al observarme, pero rápidamente deduje que no era hacia mi, sino hacia la gran hija de puta que me había hecho esto. Clara Lago y yo nunca hemos sido muy amigas, quizás nunca vio bien que yo fuese la favorita en clase y que, por ello, la gran mayoría de las personas quisiesen ser mis amigos. Ella siempre fue más retraída y yo, por el contrario, no podía dejar de hablar con todo el mundo. Siempre supe que no le gustaba, pero no fue hasta cuarto que lo demostró frente a todos. Cuando Adrián me invitó a su casa para "hacer los deberes", simplemente, estalló en mi contra como una completa histérica. Se burló de todo cuanto pudo, tratando de humillarme. El problema fue que, de aquella, aun conservaba una vida buena y eso me ayudó a la hora de dejarla por los suelos.

A día de hoy, la gran mayoría de las personas que en un pasado fueron mis amigos, simplemente me repelen. Ya no poseo una herencia millonaria, ya no me puedo permitir el lujo de lucir los cientos de caprichos que lucía en el pasado. Ahora, simplemente, soy una persona normal, o más bien, una pobre que está hasta el cuello. Se siente como si hubiese pasado un siglo desde la última vez que salí con el bolsillo lleno de billetes y, en realidad, apenas habían pasado dos años. Anoche Clara no dudó en aprovechar mi situación para intentar dejarme por los suelos, lo que no tuvo en cuenta es que, aunque no tenga un duro, sigo teniendo unos ovarios tremendos que no le pusieron nada fácil el hecho de humillarme. Ambas acabamos magulladas y abucheadas, con la única diferencia de que ella le llorará a su papá y yo a la policía.

También recuerdo cuando me lavó, fue tan delicado... Aun sin mostrarme ningún tipo de emoción, sentí cariño, aprecio, preocupación. Me ayudó a secarme, vestirme, él mismo me acostó y me dio varias píldoras que me ayudarían con el dolor. Quizás era un error pensar así, quizás lo estaba sacando todo de lugar y él solo hizo lo que debía. Pero, esa parte de mi que estaba tan loca por él, ganaba con creces a la realidad y me hacía sentir que había una oportunidad.

Me sobresalté cuando un paquete de galletas fue tirado en el mostrador con la fuerza suficiente como para que todas acabasen en pedacitos. Levanté el cuello, encontrándome con la redonda y perfecta cara de Clara.

—¿Qué haces aquí? —espeté brusca.

Sonrió ampliamente, acomodándose un mechón tras la oreja e inclinándose hacia adelante.

—Oh, Blanca, qué casualidad encontrarte en un sitio tan mediocre —fingió sorpresa, llevándose una mano al pecho —. ¿Siquiera te pagan lo suficiente para tus caprichos? Ya sabes, los relojes de diamantes, los pendientes de oro... ¿Te alcanza para todo lo que necesitas?

—Es más que suficiente —gruñí.

—Por la ropa que acostumbras a vestir, lo dudo —se burló, carcajeándose —. Pero no te preocupes, te ayudaré.

—¿Me ayudarás? —repetí con gracia.

—Así es, a fin de cuentas, siempre hay que ayudar al que menos tiene, ¿no te enseñaron eso tus padres? Oh, quizás no les diste tiempo...

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⏰ Last updated: Oct 25, 2023 ⏰

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ALEXEI © Where stories live. Discover now