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Blanca

—¡Vamos Blanca! Aquí no contratamos a tortugas —el grito de Bruno hirvió mi sangre, juro que si pudiese me giraría y le rompería la nariz contra la estantería de conservas.

Pero, como necesito este trabajo, lo único que hago es hacer exactamente lo que me dice y aumentar la velocidad mientras trato de colocar los macarrones. Por desgracia, una paquete se me resbala de la mano y acaba cayendo y rompiéndose, creando un escenario fatal. Las miradas de los clientes se dirigen directamente a mi, que solo me encojo en mi sitio mientras espero a que Bruno estalle.

—¡Cómo se puede ser tan torpe! Eres una inútil Blanca, una maldita inútil que ni siquiera sirve para colocar un paquete te macarrones. Esto queda descontado de tu sueldo, ¡recógelo y continúa!

Con la humillación recorriendo cada canal de mi cuerpo me alejo de allí en busca de la escoba y el recogedor. Siento los ojos de los clientes clavándose en mi espalda, muchos me mirarán con lástima, mientras que otros solo se burlarán de mi desgracia. No me importaba en absoluto, solo me mataba no poder decirle a ese capullo que aquí el único inútil es él.

Entré en el almacén con prisa, pataleé unas cajas con furia y estas cayeron creando un sonido demasiado alto que estoy segura todos afuera han escuchado. Apreté los puños ante ello y ahogué un grito, sentí mis ojos picar y como eso me enfureció todavía más. Estaba apunto de llorar, la impotencia que sentía era tal que comencé a lanzar puñetazos al aire como una desquiciada. El de seguridad, que probablemente me estaría bien a través de las cámaras, estaría flipando y divirtiéndose bastante con mi ataque de ira incontrolable.

Ahora mismo, el aire era Bruno y mis puños impactaban con fuerza contra su feo rostro lleno de acné de pajillero virgen. En este preciso momento le estaba rompiendo esa enorme nariz que ocupaba casi toda su cara, y joder, qué placer sentí ante ello.

Derrotada me dejé caer al suelo, sintiendo el cálido líquido salado escapar de mis ojos. Eso me molestó todavía más, odiaba llorar, nunca lo hacía, y que Bruno provocase eso en mi se sentía horrible.

Sin saber por qué tomé el viejo móvil de mi bolsillo y busqué el número de Alexei, habían pasado cuatro días desde la última vez que hablamos o, más bien, desde tuvimos la llamaba más caliente que había tenido jamás. Sinceramente, después de eso, a pesar de repetirme que no esperaba nada de él, esperé como una tonta que me llamase. Incluso me mantuve despierta hasta altas horas de la madrugada esperando que la pantalla brillase con su número. No lo hizo, obviamente.

¿Me estaba pillando? Probablemente lleve pillada de él desde que lo besé aquella noche. Así de patética y predecible soy. Sin embargo, él no sabía eso, nunca deberá saberlo. Es solo sexo para él, así que eso es más que suficiente para mi. De hecho, es mucho más de lo que muchas mujeres conseguirán, joder, me he follado a Alexei Smirnov. Bueno, una vez fue sexo telefónico, pero que sexo... delicioso.

Marqué su número con el corazón palpitándome demasiado rápido, incluso mi estómago se revolvió. Estaba nerviosa como una tonta. Mordisqueé mis uñas mientras los pitidos reventaban mi tímpano, incluso mi respiración se aceleró. Toda ilusión que pudiese tener se fue a la mierda en cuanto una voz robótica pronunció las palabras siguientes palabras:

"El número al que llama ha sido dado de baja o no existe"

¿Había marcado mal el número? Obviamente no, lo tenía guardado y las anteriores veces había funcionado sin problema. Eso significaba... ¿había cambiado de número para que no le llamase más? No, no podía ser. Joder, eso se sentía muy muy muy feo. Quizás perdió su móvil y tuvo que conseguir un número nuevo. Tal vez el suyo se rompió y se vio obligado a ello.

ALEXEI © Where stories live. Discover now