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Alexei

Conduje durante dos horas, crucé toda la ciudad y me alejé de toda civilización como si estuviese huyendo de algo. Me adentré en un bosque y después de media hora aplastando ramas, logré llegar al maldito lago. Decenas de coches se apilaban alrededor de la única casa que ahí había, detuve el mío cuando la cantidad exagerada de personas no me dejaba seguir avanzando. Había tantos adolescentes que ni siquiera lograban estar separados ni dos centímetros. El frío de esta noche era horrible, aún así, la mayoría se encontraban en ropa interior. Por no hablar de los que se atrevían a saltar al lago, ese agua debía estar jodidamente helada, y ni siquiera parecía importarles. Suspiré profundamente, aferrándome al volante con fuerza, antes de abandonar la calidez de mi coche.

El aire frío golpeó mi rostro con fuerza, lo ignoré y traté de avanzar sin que nadie derramase una copa por encima de mi, el traje que me cubría resultaba tan costoso que ni siquiera todos los presentes juntos podrían pagarlo. Extrañamente logré salir intacto hasta alcanzar la entrada de la casa. Una vez allí solo quise pegarme un tiro, o más bien arrancar la cabeza de todos aquellos que se golpeaban contra mi sin ningún cuidado.

El salón estaba abarrotado, era imposible avanzar y, aun así, tuve que forzarme a ello si no quería pasar la noche entera aquí parado como un gilipollas, aunque eso ya lo era solo por estar aquí. De mala manera y sin ningún cuidado, comencé a empujar a cada persona que me encontraba. Nadie reprochó o buscó pelea, el estado de todo el que estaba aquí era tan lamentable que probablemente ni siquiera se diesen cuenta de lo que estaba pasando.

Cuando quedé en el centro, di una vista completa del espacio. Gruñí interiormente por no estar buscando a mi hija, y sobre todo, por no encontrar a la maldita mocosa que se había atrevido a interrumpirme por segunda vez. Solo trataba de darme una ducha cuando el teléfono sonó, a regañadientes volví a la habitación donde la puta esperaba ya desnuda, sin embargo, encontrármela con mi propio móvil en la mano, provocó que enfureciese de tal manera que solo quise estrangularla. El remate fue la voz que escuché al otro lado de la línea, no estaba preparado para volver a oírla, joder, no quería.

Pero lo hice, sin querer, odiándome por ello, y aquí estaba ahora mismo, buscándola a ella en vez de a mi hija que, muy probablemente, también se encontrase aquí y en un estado lamentable. Cuando me cercioré de que no se encontraba en el salón, la busqué en la cocina, comedor, jardín, baños... No había rastro de ella por ninguna parte.

Apreté los puños con fuerza al quedar, nuevamente, frente a las escaleras que llevan al piso de arriba. Algo desconocido y que me molestó, surcó mi pecho. No supe qué era, pero se sintió jodidamente mal y provocó que una ira desmesurada bulliese desde lo más profundo de mi ser. La sola idea de encontrarla en la cama con alguien me dio náuseas, crispó mi interior y me provocó un dolor de cabeza terrible. Una voz en mi cabeza se burló de mi, de cada estúpida emoción que parecía sentir por alguien insignificante. Meneé la cabeza, alejándola y me dispuse a subir los escalones, extrañamente vacíos.

Aquí arriba todo parecía en orden, la alta música de abajo hacía temblar las paredes, pero por suerte no había ni una sola persona. Al igual que el otro día, tres puertas quedaron frente a mi. Suspiré profundamente, preparándome para todo lo que podía encontrar y, sin perder tiempo, hice a un lado la primera puerta. La sorpresa fue encontrar una habitación completamente vacía. Un peso que no sabía que cargaba desapareció de mis hombros, permitiéndome respirar con normalidad cuando abrí la segunda y encontré exactamente lo mismo.

Con mis dedos picando y una necesidad que me asfixiaba me detuve frente a la tercera y última puerta, no demoré en abrirla, el problema fue que esta no cedió. Y, extrañamente, supe que se encontraba ahí. No sabía por qué, pero lo sentía, lo sentía por cada parte de mi cuerpo.

ALEXEI © Where stories live. Discover now