Capítulo 10

1.3K 390 62
                                    

Nydia

Mis sentidos poco a poco iban despertando, saliendo de ese embotamiento que me mantenía alejada del mundo, de sus ruidos, de sus olores, de todo. Y lo primero que recuperé fue el olfato, porque olía algo extraño muy cerca. Sentí algo rozar mi piel, algo que removió más ese peculiar olor, y después, una voz lejana se hizo cada vez más clara...

—Sorprendente. —Era la voz de Nomi. —Jamás me he topado con algo como esto, es...es...

—¿No te habrás equivocado con la dosis? —Silas no la recriminaba, solo parecía ansioso por encontrar una solución rápida.

—Esa pregunta no solo me ofende, sino que tampoco serviría como respuesta dada la situación. Ha rechazado el fármaco, lo está expulsando de su cuerpo por cualquier abertura que encuentra; sus poros, incluso sus lacrimales destilan líquido verde.

—¿Por ... qué? —Mi boca se sentía pastosa al pronunciar aquellas dos palabras. Abrí los ojos para encontrar a Silas a mi lado.

—Tenías que descansar. —Entendía su razonamiento.

—¿Y Rigel? —Esa era mi mayor preocupación.

—Sigue en sincronización. —Respondió Nomi. Sus ojos reflejaban la frustración de no poder decirme más. —En cuanto su situación cambie te avisaré, te doy mi palabra. —No podía pedirle más.

—El queda en buenas manos, Nydia. Tu y yo tenemos trabajo que hacer. —Silas se giró para tomar algo de ropa y después ponerla sobre mi regazo. —Será mejor que te vistas para la ocasión. —Revise las prendas con atención, parecía una túnica de fina seda con bordados en forma de hojas, y una especie de... Era como esos buzos de neopreno que los submarinistas usan para las inmersiones, solo que parecía algo más delgado y el tejido era diferente, con un tacto más elástico y suave.

—¿Y esto como se pone? —Nomi sonrió para mí.

—Ve ayudaré a vestirte, pero primero tendrás que ducharte. —Miré mis brazos para encontrar restos de ese pringue verdoso que ella comentó que había sudado.

—Tienes razón. —Me levanté con lentitud, como cuando acabas de despertarte y necesitas esos minutos para sentirte persona.

Fui al cuarto de baño para descubrir que este se parecía mucho más a uno de la Tierra que al de aquella estación espacial. Tenía hasta su retrete y todo, lo que me emocionó tanto que tuve que sentarme en él para soltar lo poco que había en mi vejiga. ¿Y saben? Se parecía mucho a esos retretes japoneses donde te suelta el chorrito de agua a tus partes después de aliviarte. A esto sí que podía acostumbrarme, nada de malabarismos para hacer un simple pis.

Ya tenía puesto el pijama ese, que además de tener un color precioso azul cielo era muy cómodo de llevar, como una segunda piel, cuando Protea apareció en la habitación.

—Siéntate, voy a peinarte. —Era lo único que me quedaba, porque en los pies tenía una especie de mocasines a juego con la túnica dorada y verde. Pero esperaba que hiciese su trabajo con un peine, o un cepillo, no con ¿qué demonios era eso? Ella notó mi desconcierto porque soltó una carcajada. —Tranquila, no va a dolerte.

Protea colocó una especie de diadema muy gorda sobre mi cabeza, encajando mi melena como si fuera una hebra de hilo que pasase por el agujero de ese anillo. Poco después sentí como si algo cepillara el pelo con largas y lentas pasadas, al menos así fue un par de veces, hasta que sentí una vibración sobre mi frente junto con algunos pequeños tirones. Cuando la máquina emitió un par de pitiditos de "he terminado", Protea la retiró con cuidado.

—Ya está, ¿qué le parece alteza? —No sé si dijo esa palabra con recochineo y en serio, así que me centré en la imagen que me devolvía el espejo. Mi cabello había sido cepillado y dado volumen para convertirlo en una melena leonina. Si tuviese unos ojos dorados y felinos como los de Rigel o cualquiera de los felinos, el efecto habría sido precioso. Una lástima que mis rasgos fueran más insulsos. Me recordaba a esos días en que había tenido una mala noche y amanecía con el pelo alborotado, solo que esta vez parecía perfectamente peinado con unas hondas longitudinales y simétricas.

Santuario - Estrella Errante 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora