Capítulo 55

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Rigel

Taras tenía que estar realmente asustado, su cuerpo, so olor, lo gritaban alto y bien fuerte, pero me tenía desconcertado. Desde que Kalos apareció en escena no hacía más que mirarlo de forma recurrente. Trataba de que no lo notásemos, pero sus ojos volvían a buscarlo una y otra vez. Por la expresión de Kalos él pensaba que era porque presenció lo que hizo en el Campo Santo sobre el kupai azul, pero a mí me llegaba la sensación de que había algo más, algo que podría ser interesante explorar, pero que no era una prioridad en ese momento. ¿Y qué si al tipo le gustaban los hombres? No creo que a estas alturas le preocupase que descubriésemos su orientación sexual.

—Gracias por esperar. —Silas entró en la sala de interrogatorios seguido por Nydia. Bien, esto se ponía interesante, porque sabía que el tipo no se callaría nada si ella estaba presente.

—Seguro que merece la pena. —Observé como Protea se detenía junto a la puerta, y le hacía una indicación a Kendal con la cabeza para que saliera. La habitación ya estaba sobrecargada con seis personas allí dentro, no necesitaba el olor de un macho inestable saturando el ambiente de hostilidad.

—Bien doctor Noar. —Empezó a decir Silas. —Supongo que ya sabe por qué está aquí. —Le vi tragar saliva antes de hablar

—Estos salvajes me han arrastrado hasta aquí. Exijo saber de qué se me acusa. —Doctor, eso era interesante. Crucé los brazos sobre el pecho, consiguiendo que su mirada se volviera hacia mí. Podía fingir indignación, podía escudarse tras su posición, pero tanto él como yo sabíamos que no le serviría de nada.

—Estoy aquí para garantizar que se cumplan todas las disposiciones legales vigentes para el pueblo azul, tanto en Foresta como en cualquiera de las colonias bajo su control. —Demasiado pomposa aquella presentación, pero pareció que esas palabras serenaron la actitud del médico.

—Bien, porque exijo la presencia de mi abogado. —Puse los ojos en blanco, los ricos y sus abogados. Una lástima que la cámara estuviese registrando todo lo que ocurría en este momento, porque le habría enseñado lo que hacemos en mi planeta cuando alguien intenta matarte y no lo consigue.

—He de informarle que ha sido detenido bajo la acusación de alta traición, por lo que se le aplicará el procedimiento legal correspondiente a tan grave delito. —El médico tragó saliva, pero su nivel de miedo aumentó solo un poco. El tipo ya sabía por qué lo habíamos detenido, eso no le sorprendía.

—Esto no es más que una pantomima, aquí no hay nadie que tenga la autoridad para... —Silas lo interrumpió.

—En este juicio sumarísimo están presentes el visir real, máxima autoridad militar del estado, con la potestad ejecutiva para hacer cumplir las órdenes reales y aplicar el peso de la ley a los infractores. —Señaló con elegancia a Protea. —Por parte de la acusación está presente el máximo representante de la guardia personal de la corona azul a día de hoy. —Su mano se movió en mi dirección, haciéndome sonreír. Cada vez me maravillaba más lo que la palabrería burocrática podía hacer para sacarle brillo a un sencillo puesto de guardaespaldas. —He sido elegido por la corona como representante legal, para atestiguar toda infracción a la ley que se haya producido por parte del acusado. Su alteza real ejercerá como juez supremo en este proceso. —Señaló a Nydia, que hasta ese momento parecía haberse mantenido al margen. Cualquiera diría que ella era la reina, pues su atuendo no se diferenciaba a penas del que llevaba la propia Protea; sencillo, práctico y nada pretencioso. —Vistas las partes procedemos a la exposición del caso.

—¡Protesto! —Se adelantó a decir Taras.

—El acusado solo podrá hablar cuando se le pregunte, y se le advierte que si altera u oculta la verdad, este tribunal lo entenderá como desacato, que podrá recurrir a medidas excepcionales para castigar dicho comportamiento. —¡Vaya!, sí que se había puesto duro Silas, realmente estaba metido en su papel.

—No reconozco a este tribunal. —Taras se irguió orgulloso, como si hubiese dicho algo muy importante para el caso.

—Eres ciudadano azul y estás sobre suelo del reino de tu señor, cualquier juicio presidido por la corona está amparado por la ley, por lo que no tienes derecho a rechazar el procedimiento. Por lo que aclarado esto, y en espera de que no concurran más interferencias, procederemos a comenzar con el proceso. Al detenido, Taras Noar, se le acusa de alta traición por conspirar en el asesinato del máximo representante de la corona, la reina Nydia. ¿Quién presenta los cargos? —Silas giró su cara hacia mí, dejándome claro que era mi turno de hablar.

—Yo, como encargado de la seguridad de su alteza.

—¿En base a qué pruebas?

—El testimonio incriminatorio del sujeto que cometió el atentado contra las dependencias reales.

—¡Él miente! —Se defendió enérgicamente Taras.

—Le recuerdo que no ha sido preguntado, y que acaba de incurrir en una orden de este tribunal. Esta vez seremos clementes y se quedará en un aviso, pero la próxima vez que incurra en desacato a este tribunal se le aplicará un castigo. —La voz de Silas sonó dura en inflexible, haciendo que el hombre bajara la cabeza de forma sumisa. —Bien, le pregunto, ¿cómo se declara ante esta acusación?

—Inocente. —Taras alzó la voz al decirlo.

—¿Estás diciendo que no tuviste nada que ver con el atentado a mi vida? —Interrumpió Nydia. El rostro de Taras se puso rojo, mientras sus ojos miraban en todas direcciones confusos, pero de su boca salió la respuesta sin dificultad.

—No.

—Explícate, porque esa respuesta me parece ambigua. —le ordenó mientras se dejaba caer en el respaldo de su silla.

—Estoy implicado. —Nadie en la sala soltó siquiera una exclamación por su confesión.

—¿Cómo? Dime lo que hiciste. —le pidió Nydia. Como si decidiese que ya no podía luchar consigo mismo, el rostro de Taras se relajó y empezó a cantar como una soprano.

—Sabía que el chico haría cualquier cosa por su novia, incluso atentar contra la reina si le prometía su libertad. Era una baza que sabía que podría usar en cualquier momento, y que no me causaría problemas, porque si le atrapaban no confesaría. Es un acólito de la Orden de la madre Tierra, su adiestramiento los prepara para superar el interrogatorio más salvaje. Pero parece que confié demasiado en eso visto los resultados. —Pareció incluso que hizo una especie de mueca socarrona, como si se riera de su propia observación.

—Así que le prometiste la libertad de la chica a cambio de mi muerte. —dijo Nydia.

—Sí. —Para mí eso era una clara confesión.

—¿Le suministraste la información y las armas? —Nydia había tomado las riendas del interrogatorio, seguramente porque sabía que a ella no podía ocultarle nada ni mentirla. Cada vez estaba más asombrado por ello.

Miré a Silas un segundo, porque descubrí a qué me recordaba esa peculiaridad. Entre los bendecidos existían algunos individuos con aquel particular don, el de conseguir que la gente le contase aquello que escondía en su mente. Sí es verdad que había más sujetos amarillos que de otras casas, pero todos tenían una particularidad común y es que tuvieron que pagar un alto precio por ese don. Todos, absolutamente todos, perdían la vista. Sus ojos se convertían en esferas blancas que ya no podían distinguir siquiera la luz. Se convertían en seres poderosos y extremadamente vulnerables al mismo tiempo.

Pero Nydia... Ella no solo utilizaba ese don con total naturalidad, como si no hiciera un gran esfuerzo en ponerlo en práctica, sino que su vista no parecía estar alterada de forma alguna. Reveladoras, así las llamaban, y siempre eran mujeres. Decían que era por su particular sensibilidad. Y sí, había hombres que habían sido cegados de la misma manera, pero su don era otro, ahora no recordaba cual.

—No, solo le dije quién podía hacerlo.

—Quiero esos nombres. —Hice una seña al cristal polarizado que estaba junto a la puerta, detrás del que estaba seguro estaría observando y escuchando Kendal. Esta parte era la que tenía que hacer la guardia personal de la reina, identificar y atrapar a aquellos que suponían un peligro para Nydia. Puede que este no fuese nuestro planeta, nuestro medio, pero estaba seguro de que Kendal daría con ellos y los traería. Una a una caerían todas las piezas de esta trama contra mi mujer.

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