Capítulo 11

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Nydia

Cohibida era poco para definir el estado en que me encontraba. La política era una locura, o lo era todo lo que a rodeaba, ara el caso era lo mismo. Protea tampoco estaba muy cómoda en aquel lugar, pero para ella era diferente, porque tenía una única misión y era mantenerme a salvo de cualquier peligro. ¿Por qué ella? Pues porque un maldito no sería bien recibido en la Cámara, y atraería demasiadas miradas. Pero necesitaba un guardaespaldas, y como las opciones eran escasas, Protea fue la escogida. Arcángel también era demasiado llamativo, ¿quién no se fijaría en sus alas?, sobre todo por la peculiaridad de tener una de cada color, sería una marca difícil de camuflarse entre la multitud.

Con Protea y aquel uniforme que había encontrado en la embajada, las dos podíamos pasar por personal diplomático. Había tanta gente deambulando por los anchos pasillos, que era imposible fijarse en una sola persona.

—Con cuidado, ciudadano. —Me giré a tiempo hacia la voz de Protea, para ver como sostenía a un pobre hombre por el codo. Debía de ser un secretario o algo así, y no lo digo por su juventud, sino por su cara de despiste, el pobre parecía tan perdido como yo, solo que él llevaba en sus brazos un paquete voluminoso.

—Oh, disculpe mi torpeza. —El pobrecillo se sonrojó de vergüenza, y es que podía haber tropezado con nosotras y haber desperdigado su carga por todo el suelo. Protea le salvó de ese ridículo, al menos de momento. El muchacho tenía escrito en la cara "catástrofe inminente".

—Siento que tengas que hacer de niñera. —Protea no se giró, seguía observando el caudal de gente que pasaba delante de nosotras, pero pude ver de refilón una pequeña sonrisa traviesa en su cara.

—No es tan aburrido como parece. Ya he descubierto dos líos amorosos clandestinos, un soborno y un robo de documentación sensible.

—¡Vaya!, y yo que creía que la forma en que se saludaban los tipos del turbante naranja era divertida. —Lo del traductor que me prestó Silas tenía sus ventajas, sobre todo porque llegaba a un gran alcance, podía escuchar conversaciones de personas a más de 5 metros de distancia. Lo bueno no solo era que ellos no se daban cuenta de que los escuchaba, sino que podía apreciar con más detalle el lenguaje corporal de todos ellos.

Así es como empecé a distinguir algunos rasgos característicos de cada raza, y el modo que tenían de interactuar entre todas ellas. Si no saben a lo que me refiero basta con imaginarse a dos italianos hablando, la manera en como mueven las manos al hacerlo, los gestos para acompañar algunas palaras para darles énfasis... Pues bien, multipliquen eso por 50 u 80, no estoy segura de cuantos serían, porque llevábamos casi una hora esperando en aquel mismo lugar junto al ventanal donde nos había dicho Silas que esperásemos.

—Así que os estáis divirtiendo. —Silas apareció por el lado opuesto al que estábamos mirando, pero sé que Protea lo esperaba, no se le habría escapado algo así.

—Un montón. —dijo con ironía Protea.

—¿De verdad has visto a alguien aceptando un soborno? —Empezamos a caminar junto a Silas.

—Eran pésimos ocultándolo, se les notaba en la cara.

—Es curioso, creí que con las leyes de Integridad instauradas hace dos ciclos no se atreverían a hacerlo. —Silas esperó a que la puerta del elevador se abriera para cederme el paso al interior. Solo entramos los tres allí dentro, algo que me dio curiosidad. En un lugar tan concurrido esperaba un ascensor más concurrido.

—¿De qué van eso de las leyes de Integridad? —Me picó la curiosidad, ¿a ustedes no?

—El oficio de político llegó a tal punto de corrupción que el Alto Consejo decidió hacer una purga. Se decidió retirarles algunas de las potestades que más controversia causaba, como el que pudiesen estipular sus sueldos, sus beneficios... ese tipo de cosas. También se impusieron una serie de normas que de ser quebrantadas serían motivo de expulsión de la Cámara, como por ejemplo el convertir las sesiones en teatros donde arremeter contra otros representantes. Se llegó a un momento en que los oradores no hacían más que jugar con las palabras para desprestigiar al oponente, mentir o eludir las preguntas de otros representantes en un juego que solo conseguía crear crispación y hastío entre la población. Por eso, cuando un representante toma la palabra ha de tener mucho cuidado con lo que dice, porque si se le pilla en una contradicción, en una mentira o una descalificación que no esté basada en pruebas sólidas, al final puede acabar destituido, y con el bolsillo vacío. Algunos no se lo tomaron en serio y acabaron arruinados o en prisión. Pero por lo que dice Protea, hay costumbres que no cambian.

Santuario - Estrella Errante 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora