Capítulo 47

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Rigel

Ver como Nydia hundía la punta de mi daga Solari en los pechos de aquellas personas no solo creaba un estremecimiento en mí, sino en todos aquellos que observaban maravillados aquella escena. No era nuevo para mí, ni para algunos de los que estábamos allí, ver como guiaba con su mano el camino de la semilla hasta el pecho de su anfitrión. Aún así, seguía maravillándome, y no podía apartar la vista de aquel pequeño milagro. Cientos, sino miles de personas lo habían intentado, pero las semillas huían del contacto humano como si les lastimase, y debía ser así, porque si por casualidad las tocaban, la semilla moría de forma instantánea. Su luz se apagaba un segundo antes de que se convirtiera en polvo arrastrado por el viento. Pero Nydia... Las semillas parecían seguir el camino que su mano le marcaba, y aunque antes no sabía por qué, ahora estaba empezando a sospecharlo, era... Ahora que en su piel podían apreciarse aquellas luminiscentes formas de luz, era fácil distinguir el rastro de luz que iba dejando en el aire, que era precisamente el que la semilla se apresuraba en seguir.

Los azules a nuestro alrededor parecían extasiados con aquella visión, y no era para menos. No sé lo que habían pensado presenciar al venir aquí hoy, pero seguramente ni se acercaba al maravilloso espectáculo que habían presenciado. No ya solo ver a Kalos con sus alas doradas alzándose sobre el árbol de luz, batiendo sus alas bajo los rayos del sol que se filtraban desde lo alto. Cientos de semillas comenzaron a flotar en ese momento inundando la enorme cúpula con pequeños puntos de luz, creando un pequeño cielo estrellado. Cada uno de aquellos puntitos luminosos flotaba ingrávido, cada uno siguiendo un camino diferente, pero todos buscando a Nydia, pues era como un faro en la oscuridad que prometía llevarlos a buen puerto.

Que tomase la daga de mis manos me sorprendió tanto como al resto, aunque no tanto como a Protea cuando le dijo que ella era su escogida. Seguramente Silas era el que más datos tuviese al respecto, pero no hacía falta ser un erudito amarillo para saber que jamás un Bionte había superado esa prueba. No había auténtica sangre corriendo por sus venas, era... Protea podía ser una persona, pero no era humana, no sé si me explico bien. Pero después de lo del Santuario del Gran Kupai... Si Nydia lo intentaba, estaba seguro que lo conseguiría. Ella había obrado más milagros de los que toda esta gente conocía, y algo me decía que el que íbamos a presenciar no iba a ser el último.

Cuando la semilla se posó en la herida abierta de Protea, cuando ella se sumió en el sueño del renacimiento, supe que despertaría como una bendecida.

—La ley prohíbe las bendiciones. —Se atrevió a decir alguien entre los presentes. Instintivamente llevé mi mano al lugar donde estaba mi daga, pero ya no estaba allí. Sabía que aquel hombre era un problema, su cara de resentimiento así lo decía. ¿Tal vez fuese algo más? ¿Odio? Sus ropajes caros decían que era una persona muy rica, probablemente un noble.

Kendal ya estaba avanzando hacia su posición por el exterior, sin despertar sospechas de que saltaría sobre él en cuanto sospechas de que era una amenaza. Para mí ya lo era. Pero ninguno de nosotros tuvo tiempo de reaccionar, porque la voz de Nydia sonó alta y clara a mi costado.

—Yo soy la ley. —Mi cabeza giró hacia ella, para encontrarla altiva y desafiante caminando entre los acólitos recién inseminados. Era la viva imagen de toda una reina poniendo a un díscolo súbdito en su sitio.

Pero lo que me desconcertó fue la lividez que descubrí en el rostro del canciller, incluso Silas parecía algo sorprendido por aquella respuesta. ¿Qué era lo que no podía ver? ¿Qué me estaba perdiendo?

Silas

Que aquel hombre recriminase a la reina en voz alta me sorprendió, entre los azules nadie se atrevería a hacerlo, eso era casi en sí mismo un sacrilegio, prácticamente era condenarse al peor castigo que pudiera imaginarse. Estaba claro que no era un hombre de leyes, porque tanto los consejeros como el canciller, sabían no solo que la ley la dictaba el rey, sino que podía cambiarla a su antojo si le venía en gana. Como hizo con esa concubina que convirtió en su senescal de palacio. Pese a la prohibición, ella fue bendecida. En mi cabeza, como en la de todos ellos, estaba esa frase que Nydia acababa de pronunciar: Yo soy la ley. Ella realmente era la ley, era eso lo que yo pensaba, lo que seguramente pensábamos todos. Lo que me estaba desconcertando era que ella lo supiera, era... como si hubiese podido leernos el pensamiento, y eso daba miedo.

Lo más parecido que existía a alguien que pudiese leer el pensamiento de otra persona era una Reveladora de secretos, y no es que lo hiciese, sino que conseguía que el sujeto voluntariamente contase aquello que pretendía esconder, y además lo hacía sin que le importase.

—Todo el mundo fuera. —ordenó el canciller. —Demos paz a los han de regresar. —sus brazos se alzaron hacia la multitud para conminarlos a abandonar el Campo Santo.

Rigel

Algunos obedecieron inmediatamente, otros con algo más de reticencia. Los únicos que no nos movimos de nuestro lugar éramos la Guardia Real y el séquito que acompañaba a Nydia. Antes de que la gente desapareciese, me acerqué a Kendal para susurrarle una orden.

—Sigue a ese tipo y averígualo todo de él. —Kendal asintió en silencio y después se fue tras la multitud.

Giré el rostro de nuevo hacia Nidya, que revisaba con la mirada a los acólitos diseminados sobre el césped. Vi su sonrisa satisfecha cuando se giró hacía mí.

—Ya está. —Fueron sus últimas palabras antes de que el azul de sus ojos y las marcas que recurrían su piel desaparecieran. Ya sabía lo que venía, así que corrí hacia ella para tomarla entre mis brazos antes de que su cuerpo inerte golpease el suelo. Aquello que la mantenía en pie se había consumido. Aquellos milagros la dejaban tan agotada que perdía la consciencia.

Cargué su cuerpo acunando su cabeza contra mi pecho. Si pudiese darle la energía que a mí me sobraba para que se recuperase, lo haría sin dudarlo. Como si algo místico me hubiese escuchado, sentí mis fuerzas mermar, hasta el punto de que mis piernas casi no podían sostenernos a ambos.

—Te tengo. —Kalos estuvo allí, a mi lado para darme el apoyo que necesitaba.

Pero no solo fui yo el que debió sentir como su fuerza era absorbida, porque mi cuerpo se convirtió en el nexo entre Kalos y Nydia, lo sentía. Era como si ella absorbiera parte de nuestra energía para...

—Me muero por un chuletón con patatas. —susurró Nydia sobre mi piel. Su cabeza se alzó ligeramente para sonreírme. Todavía mostraba aquel agotamiento en su rostro, pero estaba aquí, había vuelto.

—Esto es...—Mi atención se volvió hacia Silas, que estaba frente a nosotros observando atónito toda la escena. Daba gracias a que el resto de nuestros hombres habían creado un escudo protector a nuestro alrededor, porque no quería que todo lo que estaba ocurriendo fuese la comidilla de toda aquella gente. La seguridad de mi mujer dependía de que sus debilidades no se conocieran.

—Salgamos de aquí. —Estábamos a punto de abandonar el lugar, cuando Nomi se acercó hacia nosotros. ¿Dónde había estado todo este tiempo?

—Recuéstala cerca del kupai, su energía la ayudará a recuperarse. —Como un estúpido había olvidado eso.

Kabel se ofreció a ayudarme a cargar con el cuerpo de Nidya, y yo la dejé, porque mi bestia interior no dejaría que otro macho la tocase, pero una hembra... Eso era otra cosa. Caminamos hasta estar muy cerca del árbol, pero manteniendo una distancia prudencial que evitase que por error alguno de nosotros lo tocase. Ese privilegio era solo de Nydia. Recosté a mi mujer en el mullido césped, donde Nomi empezó a comprobar su estado.

—Kalos, ¿podrías darnos algo de privacidad? —Él asintió hacia mi orden, y desplegó sus doradas alas para crear una pared dorada a nuestro alrededor.

—¡Por el Gran Kupai! —La exclamación asombrada de Nomi me hizo prestarle atención a aquello que la había sorprendido. Bajé la vista hacia el pecho descubierto de Nydia, para encontrar que su gema era ahora de un indiscutible azul.

Busqué a Silas con la mirada. Aquello no era bueno. Los azules habían ganado una reina, pero ¿el resto la habíamos perdido? Si su Gema ya no era blanca ¿perdería su otra corona? ¿perdería el control sobre el Santuario del Gran Kupai?

Santuario - Estrella Errante 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora