Capítulo 24.

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Mi madre una vez dijo que Dios le da sus peores batallas a sus mejores guerreros y me lo creí

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Mi madre una vez dijo que Dios le da sus peores batallas a sus mejores guerreros y me lo creí. Durante años pensé que este era el plan de mi Creador para mí, para su hija, que al llegar el final de mi vida sería gentil conmigo, que me protegería pero ahora mismo lo estoy dudando.

Me miro al espejo y no me reconozco. Las manos me tiemblan, el estar encerrada en esta habitación de hospital tampoco ayuda porque quiero muchas cosas, quiero salir, quiero estar en aquel restaurante de Francia donde probé el mejor café de mi vida, quisiera estar en El Cairo disfrutando del aire cálido, preferiría incluso estar trabajando en Atenas a tener que estar aquí.

Los ojos se me cristalizan. Llevo tantos días llorando que apenas mis ojos sienten el escozor de las lágrimas, me arden en protesta sin embargo no me seco las gotas de agua que recorren mis mejillas solo me miro al espejo reconociendo que dentro de unos días, ya no existiré.

Llegará el momento en el que dejaré de existir y esto es algo con lo que he estado lidiando. Mi mente se niega a creer que dentro de poco no abriré los ojos y quisiera hablar con alguien para saber cómo será, cómo terminaré mi vida sin embargo tengo miedo de saber.

—Cariño, ¿te sientes bien?—pregunta mi suegra al otro lado de la puerta.

—Sí, salgo en un segundo—respondo.

Mis manos pasan por mi cabello o mejor dicho lo que queda de él. Lloro con más intensidad al darme cuenta de que tengo algunas partes de mi cuero cabelludo desnudo pues la quimioterapia a la que me han sometido me ha quitado bastante en poco tiempo.

No quería que esto pasara, me veo horrible, me siento horrible pero más que nada me siento... fatal.

Me cubro el cabello con un pañuelo, evito mirarme más al espejo y me coloco la sonda de oxígeno en la nariz ya que de a poco me he quedado sin aire. Trago grueso al salir del baño y ver lo que se ha convertido en mi hogar por las últimas dos semanas.

La madre de Liam me sonríe con la boca cerrada sentada a un costado de la cama y ya ni siquiera pregunto por qué está ella aquí y no mi esposo como se supone que debe ser. Liam se ha perdido desde hace dos días, no ha venido y tampoco ha llamado, lo peor de todo no es que desapareciera, lo peor es cómo me siento yo por eso.

No me interesa que esté a punto de morir, me interesa el saber qué es más importante para mi esposo en estos momentos.

—¿Necesitas algo cariño?—me pregunta mi suegra a lo que niego.

Abro la cama entrando y me cubro las piernas volteándome hacia el ventanal. Me quedo en esa posición por lo que parece una eternidad, el suero en mi brazo me provoca náuseas algunas veces y es lo que me despierta de mi siesta en la misma posición con el único cambio fuera de la habitación donde el sol está saliendo de nuevo comenzando un nuevo día.

—Joy, es momento de la quimio—me dicen al rato.

Me encuentro sola en la habitación, la depresión y los momentos en los que apenas tengo razonamiento claro me hunden mucho más en la miseria en la que se está convirtiendo mi mente y es justo por eso que retengo el brazo cuando la enfermera me lo jala.

Entre Joy y Nueva York (AQS #5)Where stories live. Discover now