Expediente: 20

530 79 124
                                    

Agoney abrió los ojos en medio de una nube de polvo que le hicieron volver a cerrarlos por culpa de los granos de arena que los envolvieron. Bajo su cuerpo, sintió un bulto removerse a la misma vez que él. Poco a poco, Raoul logró ubicarse y miró a Agoney con los ojos desorbitados, sin ser aún realmente consciente de lo que acababa de pasar. El canario se incorporó con cuidado, comprobando con cada movimiento que no había sufrido daños graves y le ofreció la mano al rubio para ayudarle a quedar sentado.

- ¿Estás bien?

- Sí, creo que sí —dijo Raoul mirándose el cuerpo, aunque hizo un gesto de dolor al apoyarse en la muñeca izquierda— tú estás sangrando.

Agoney se llevó la mano por instinto al lugar donde estaba sintiendo el escozor. Se tocó la frente y notó una pequeña herida que le manchó los dedos de sangre.

- No es nada.

- ¿Cómo coño ha pasado?

Agoney se puso en pie y miró a su alrededor, tosiendo un poco al respirar la mezcla de humo y polvo. El sol ya había desaparecido, por lo que poder visualizar algo con los rescoldos de luz en un cielo ya casi negro se hacía aún más complicado. Miró en todas direcciones, fijando su vista en todos los puntos posibles y esforzándose en intentar ver algo.

- Está aquí. El muy hijo de puta tiene que estar aquí.

Raoul frunció el ceño y se puso en pie también.

- No había nadie.

- En la planta de agua —dijo señalando los enormes tanques de la estación— es el único sitio desde donde se podría esconder alguien sin que le veamos y estar lo bastante cerca como para poder activar un detonador.

Raoul abrió los ojos de par en par cuando le vio llevarse las manos a la pistola de su cinturón y echar a correr hacia las instalaciones.

- ¿Dónde crees que vas tú solo? –preguntó poniéndose en pie rápidamente.

- Tú llama y da la voz de alarma. Si ves a alguien, un coche, una moto o lo que sea, dispara.

- ¡No, no, no! —gritó cogiéndole del brazo— ¡No vas a ir tú solo!

- ¿Y si nuestra oportunidad de pillarle es aquí y ahora? Ni de coña me quedo quieto.

Se zafó del agarre de Raoul y echó a correr con gran velocidad hacia la planta de tratamiento de aguas. La explosión había doblado parte de la reja metálica del complejo, por lo que le resultó aún más fácil trepar y saltar al otro lado. En momentos como aquel, se maldecía por no ser un poco más paranoico y llevar una pequeña linterna siempre consigo. Aunque podía ser un forma de que le encontrasen antes a él, la desventaja que tenía en ese momento de haber sido la presa hacía que le diese igual. Él era más que capaz de detectar movimiento y figuras en la oscuridad, pero un punto de luz siempre ayudaban y, en ese caso, tener el baile de luces que los restos del coche ardiendo dibujaban en los tanques, no hacían sino empeorar su percepción de la oscuridad.

Caminó con cuidado, pero con seguridad, sosteniendo con firmeza el arma preparada en alto y apuntando allí donde ponía los ojos. A parte del crepitar del fuego y el chasis del coche crujiendo de vez en cuando, no oía nada. Ni una respiración, ni pasos, ni roce de ropa, ni el motor de ningún vehículo. Tras más de veinte minutos de recorrido, subió unas escaleras metálicas y llegó a la parte superior de los tanques de agua, desde donde se permitió hacer un reconocimiento rápido de la planta. Maldijo entre dientes al ver que era mucho más grande de lo que parecía. Entre cisternas, escaleras, casetas, pasarelas y cañerías de unos dos metros de diámetro que iban desde un extremo a otro de la planta, le sería casi imposible encontrar a alguien allí sin cierto equipamiento.

Élite SecretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora