Expediente: Caso cerrado

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Dominic estaba sentado sobre el camastro de su celda, con las piernas entrelazadas y mirando fijamente hacia la pata de la mesa de escritorio que tenía frente a él, como si jamás hubiera visto nada más interesante en toda su vida. Sin embargo, su mente estaba muy lejos. Llevaba más de una hora así y, de vez en cuando, recobraba la conciencia de todo lo que le rodeaba, pero volvía a dejar que su mente divagase por aquel lugar por el que le apeteciera estar ya que, de los dos, ella era la única que tenía libertad en aquel momento.

Ya llevaba varios días en los que había empezado a cumplir la prisión provisional que le habían impuesto hasta que llegara el juicio. No llevaba ni una semana en aquella celda y ya se sentía ahogado. Habían sido precavidos y no tenía absolutamente nada a mano con lo que poder acabar con todo aquello por la vía fácil, aunque sabía que ya no tendría el valor de volver a intentarlo. La presión y los nervios que le habían llevado a encañonarse la cabeza habían sido sustituidos por la resignación de saber que era obvio que todo iba a acabar así, que no tenía opción de ganar por mucho que se hubiera autoconvencido de que tenía posibilidades al principio de embarcar en toda aquella locura. Así que suspiró hondo y cerró los ojos para acompañar a su mente allí donde hubiese decidido ir ahora.

Sin embargo, el viaje astral no le duró más de unos minutos, cuando fue interrumpido por el sonido de la puerta abriéndose. Dominic abrió los ojos y miró al guardia que había irrumpido en su celda.

- Hallo.

- Acompáñeme, tiene visita.

- ¿Yo? ¿Quién?

Pero el hombre no le contestó, tan solo le hizo un gesto con la cabeza para que se apresurara. Dominic le miró extrañado y descruzó las piernas para bajar del camastro. Dejó que el funcionario de prisiones cerrara su celda tras él y le siguió por los pasillos descoloridos de la penitenciaría hasta la zona de visitas. Podía considerar aquel como su primer tour real por la prisión, pues en esos dos días no había salido de su celda nada más que para ir al comedor, ni siquiera le había apetecido visitar el patio ni las zonas comunes. Cuando llegó a la sala de visitas y vio quién estaba al otro lado, enarcó ambas cejas por la sorpresa. Miró al funcionario, como si él pudiera darle alguna explicación, pero este ya no hacía contacto visual con él. Lentamente, se acercó a la silla correspondiente y tomó asiento. Después, descolgó el auricular, tal y como la otra persona ya había hecho.

- De las poquísimas personas que podía esperar que me visitaran aquí, tú ni siquiera estabas en la lista –comenzó hablando Dominic.

Diana asintió y desvió la mirada, dándole la razón como si ella tampoco supiera exactamente por qué estaba allí.

- Soy de esas personas que no se quedan tranquilas si les queda algo pendiente.

- ¿Y qué es eso que te ha quedado pendiente conmigo?

- Tus motivos.

- ¿Es que no te dije suficiente?

- Hablabas en clave, desde tu más profundo rencor y bajo tu papel de secuestrador. Ahora me gustaría que fuese Dominic Glasenap el que me los contara, desde la tranquilidad que puedas tener y como mi... Medio hermano.

- ¿No te da grima llamarme así?

- Bastante, sí, pero eso no va a cambiar la realidad de la situación.

Dominic se quedó mirándola, aún más incrédulo que al principio.

- ¿Cómo eres capaz de estar aquí, frente a mí?

- Tal vez necesitaré años de terapia solo para este rato que voy a estar mirándote de nuevo, pero me compensará —resopló para sí misma— al menos eso espero... Quiero que me cuentes, Dominic ¿Por qué elegiste el peor modo para hacer las cosas? ¿Por qué no reclamar lo que creías tuyo de forma legal?

Élite SecretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora