Capítulo 8

690 51 0
                                    

HENRY GRENEFELD PAISALLS

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

HENRY GRENEFELD PAISALLS.

Ingreso al palacio echando humos por las orejas. Estoy molesto, estoy enojado y frustrado. Todos los sentimientos de ira en un mismo momento; y lo peor es que caí en cuenta muy tarde de mi error. Lo tuve en frente mío, pude haber acabado con él y con la maldita guerra y quedarme con sus tierras, pero no.

—¡Maldita sea! —exclamo iracundo, empujando con una patada una mesa que estaba de adorno en la sala. Su único error es encontrarse en mi camino.

—Ya cálmate Henry —pide mi tío a mi espalda.

—¿Cómo quieres que me calme? ¿Te has dado cuenta de la gran oportunidad que perdí? —pregunto, gritando—. Yo, el hombre que no deja nada para después. Pasé meses tramando este ataque, mientras mi pueblo sufría por los suyos y ahora que tenía la oportunidad simplemente la deje pasar.

Presiono el puente de mi nariz y suelto un suspiro.

—¿Qué fue lo que pasó? —pregunta, curioso, y en ese mismo instante aparece el rostro de una mujercita con agallas. Tan fea y varonil que ni siquiera parece mujer, y como no, si esta vestida igual que un pueblerino común.

—Si te lo digo no me creerás —respondo, y para que mentir, siento vergüenza y decepción de mí mismo.

—Dime ¿Qué puede ser tan importante que ha logrado que no arruinar tus planes? —consulta mucho más intrigado. Sin más remedio y dejándome caer en la silla del trono, lo miro.

—Una mujer —confieso. Roberts abre los ojos sorprendido al escuchar mis palabras. Una risa fina de escucha de fondo, y maldigo en mis adentros al darme cuenta que mi madre nos ha oído.

—¿Una mujer te detuvo? Eso es increíble —habla con un deje de sorpresa y burla al mismo tiempo. Ambos me observan con una ceja levantada en el rostro, esperando a que le dé una explicación que ni yo mismo lo tengo.

—Está bien. Tenía a Ferrer y a sus padres a mi merced, un disparo y terminaba con la guerra. —Guardo silencio buscando las palabras—. Pero todo se fue al carajo cuando una mujer entro con dos guardias y empezó a disparar con las armas de mis propios hombres. Peleamos, no es tan buena como yo, sin embargo.

—Te acorralo al agarrarte por sorpresa —interrumpe mi madre.

—¿Me estás diciendo que una mujer se enfrentó a ti, para salvar a príncipe Ferrer? —pregunta Roberts.

—Es lo lógico hermano —habla mi madre.

—Ese es el punto, solo se preocupó por la princesa y los Reyes, más ignoró a Ferrer —confieso—. Incluso me dio la opción de morir todos para acabar con la guerra, incluso yo.

—Tiene agallas la niña —halaga mi tío.

—No parecía una niña, más bien una mujer vestida de hombre, creyéndose soldado.

La Elegida del Rey Donde viven las historias. Descúbrelo ahora