Capítulo 14

571 51 2
                                    

DAHIA ROCHET

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

DAHIA ROCHET.

Cada vez sentía más repugnancia por todo lo que me rodeaba, y cada vez crecía más la preocupación sobre el paradero de mi padre. Carmen y Lara insisten en que asista al evento que se llevara a cabo pasado mañana, y para ser francos, no estoy interesada; sin embargo, tengo ganas de verlo, volver a perderme en su sonrisa, aunque, ahora mismo enamorarme no es una opción. Tengo problemas mucho más graves, y debo resolverlos lo antes posible, por lo que empiezo a idear mis planes de escape, especialmente para encontrar a mi padre.

Es imposible que crea que yo accedí venir a este castillo por cuenta propia, realmente me sentiría decepcionada que pensara eso de mi persona. No soy tan tonta para cometer tal aberración contra mí y ensuciar de ese modo el apellido de mi familia.

Entre tanto pensar, viene a mi mente la ocasión en que mi amiga me confesó que quería ir a vivir a Grenefeld. Si tan solo hubiese sido aprobado su solicitud, hoy estarían aún vivos y con su hijo creciendo sano.

Sigo luchando en silencio para poder salir de este pozo sin fondo que me ahoga cada día. Que me quita las ganas de vivir. Para que mentir respecto a eso. Pero, no puedo rendirme en estos momentos, especialmente por mi familia. Son lo único que me mantienen de pie, aún.

—Iré —hablo de la nada, llamando la atención de Carmen y Lara, quienes de pasan de un rostro serio a una de alegría.

—Bien —musita feliz mi doncella—. Escogeré tu vestido.

—Lara. —Llamando su atención—. Que sea uno rojo, por favor

Pido, con una sonrisa tímida. Ella asiente y se retira, dejándome a solas con Carmen.

—¿Te encuentras bien? —pregunta luego de un largo silencio. La observo, mientras bajo el libro que tenía en mis manos.

—Creo que sí. —Guardo silencio—. Quiero luchar por mi libertad, pero a veces no sé por dónde empezar.

—También quiero irme de aquí, sin embargo, ya no tengo donde ir. —Sus ojos se vuelven acuosos—. Estoy cansada, Dahia. Estoy cansada de vivir así. Ya no quiero seguir aquí.

—Saldremos de ésta situación. —Empieza a negar varias veces—. Escucha, si no lo quieres hacer por ti, hazlo por las personas que te aman.

—Tú no sabes por lo que he pasado. Mientras tú te encierras aquí, yo sufrí. Sufro. —Se pone de pie bruscamente. Intento acercarme, pero se aleja—. Mis padres están muertos, ya no tengo nada.

—Lo siento, no lo sabía —confieso.

—Yo nunca tuve novio, Dahia, Ferrer dijo que se casaría conmigo. —Una risa fingida sale de su boca—. Le creí.

Mientras escuchaba sus sollozos y la veía sentarse en suelo y hundir su rostro en sus piernas.

—Cuanto lo siento, Carmen. Si tan solo hubiera estado más atenta.

La Elegida del Rey Donde viven las historias. Descúbrelo ahora