Capítulo 10

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DAHIA ROCHET

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DAHIA ROCHET.

Después de aquel enfrentamiento, la verdadera guerra se ha desatado dentro del palacio. El mantener oculta información importante como lo es saber de defensa personal según la Reina, asume ser un peligro para ellos, lo cual me parece muy estúpido. Sin embargo, el Rey Denuel y la princesa Erika solo mostraron agradecimiento ante mi acto de heroísmo al querer protegerlos.

He sido encerrada bajo llave en mi habitación, y también, han sido seleccionados dos hombres más para custodiar la entrada de la misma, porque puedo ser un arma mortal para el Reino.

Es estúpido, soy solo una mujer de veinticuatro años que salvo a personas inocentes de la maldad de Ferrer. Estar encerrada ya se ha vuelto una costumbre para mí, incluso se ha vuelto agradable, esto es mejor que mirar la cara de todas esas personas que no me quieren.

Nadie sabe lo que ha implicado adaptarse a una sociedad tan injusta, tan cerrada. Que actuemos y moldeemos nuestras vidas de acuerdo a las costumbres impuestas por los demás. Todos dicen que es por el bien, pero, ¿alguien se ha preguntado así misma si es feliz?

No saben cuánto lamento haber venido a un mundo en el que debo ocultar lo que soy y obedecer a los supremos monarcas que no hacen nada por el bienestar de su pueblo. No estoy obligada a cumplir las expectativas de los demás, pero aun así lo hice. Y eso me trajo a este lugar donde estoy siendo infeliz, lugar que no es mi hogar.

Todo mi mundo cayó en picada cuando Ferrer ingreso a mi habitación, un tanto preocupado a informarme que el Rey Grenefeld tiene a mi hermano. Le grite mil y un ofensas y lo golpee por permitir que se lo llevaran, golpe que me lo devolvió. Nunca creí que él hombre que amé me pondría una mano encima, siempre estuve ciega al creer que me respetaría, que me amaría y me protegería.

El viaje fue tenso, fui amarrada durante todo el trayecto y liberada al llegar. Ver a mi hermano golpeado, herido a tal magnitud me lleno de impotencia. Solo me cito tres palabras. Todo estará bien. Para luego ser separados, no pude evitar llorar y gritar, desgarrarme de dolor.

Un golpe callo mis gritos, y la ira acumulada junto con el despecho me llevaron a actuar por impulso. Iba a matarlo, Ferrer estaría muerto, pero obvio no sucedería cuando estoy rodeada de guardias que lo protegen.

El Rey Henry solo aplaudió mi osadía, para después susurrarme al oído que mi hermano estaría bien, y fue todo lo que recuerdo, porque al ser arrastrada a las afueras, se vieron en la obligación de golpearme para dejarme inconsciente.

Y aquí estoy, encerrada entre cuatros paredes, prisionera del amor que alguna vez sentí. Prisionera de una gárgola malvada, que cada vez que puede, suelta su veneno cual culebra fuese. Y hablando de dicha víbora, ingresa imponente a mi habitación, observándome con desdén, con asco. Si supiera que yo también quiero marcharme de aquí.

—Vaya, vaya. Pero si la niña no ha comido nada aún —habla, con burla. No sé porque está aquí, si lo único que hará es decir lo obvio.

—¿Qué quieres? —interrogo cansada de sus indirectas.

La Elegida del Rey Donde viven las historias. Descúbrelo ahora