🐺III🐺

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Atención: si ya sabes que sucederá en este capítulo, por favor no comentes nada al respecto, pues estarías arruinando la lectura de aquell@s que no saben que pasará. Gracias por la atención.

Nuestro encuentro es...

Una escena...

Que nos guiará...

Al gran final...

Sé que es difícil pero aún puedo intentarlo...

Kasamatsu lo había prometido al hijo de su líder y había hecho todo por cumplir su palabra. De verdad, lo había intentado.

Entonces ¿Porqué estaba nuevamente, escondido en los arbustos junto al sendero en donde había visto a los humanos el día anterior.

¿Qué esperaba que pasara?

¿Qué apareciera de nuevo por ahí?

Rió bajito y se levantó, dispuesto a marcharse, mas una de sus orejas se movió hacia el sonido del crujir de una rama que se hizo presente.

No podía ser ¿O sí?

Volvió a esconderse entre los arbustos y observó atentamente, como aquel rubio volvía a aparecer, con una cesta en manos. Su cara reflejaba frustración; seguramente no quería estar ahí.

Sin embargo, el simple hecho de poder verlo nuevamente, lo hacía salivar y provocaba fuertes latidos en su pecho.

No entendía porqué.

Cuidando su andar, lo siguió hasta llegar a aquel prado, en el que tuvo que esconderse tras un árbol, ya que arbustos no quedaban. Al menos no lo suficientemente grandes como para cubrirlo completamente.

Su cola se agitaba suavemente, mientras le observaba recoger varias flores, cosa que despertó su curiosidad ¿Ayer no se encontraba con una pequeña?

¿Porqué no podía dejar de verlo?

Tenía tantas ganas de acercársele, de tocar su cabello, de acariciar sus mejillas.

Tan tentador...

Tan peligroso...

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-...¡Pero si ya fuí ayer! —Exclamó, reprochando ante lo que sus madres le pedían—...No, me niego a ir hoy. Tengo planes con Aominecchi.

-...Pues te jodes y bailas, Ryota...—Gruñó la castaña, amenazándole con darle un golpe, de ser necesario—...Vamos a llevar a Satsuki a que le confeccionen un nuevo vestido y quiere flores cuando regresemos.

-...¡Entonces que las busque cuando...! —Calló al ver el ceño fruncido en ambas mujeres—...No es justo...—Se cruzó de brazos.

-...Ryota...—Suspiró la rubia—...Sé que tienes tus cosas y eso, pero hazlo ¿Sí? Es por tu hermana ¿O es que quieres verla llorar?

-...No, pero...—Hizo una mueca.

-...Sabemos que te gusta ese muchacho, pero por unos minutos que te retrases, no debería pasar nada...—Sonrió, tratando de animarlo.

Se dió por vencido.

Suspiró.

-...De acuerdo, pero no pienso volverlo a hacer...—Dijo y se levantó, yendo por la cesta y la caperuza que había encontrado el día anterior.

-...¿Enserio te vas a llevar eso? —La castaña enarcó una ceja, observando como se ataba la pequeña cuerda rojiza bajo las zolapas de su camisa.

-...¿Tiene algo de malo? —Enarcó una de sus perfectas cejas, volteando a verles.

-...Pues...es muy...—Hizo una mueca—...Llamativa.

-...Por eso me gusta...—Sonrió y cambió sus zapatos.

-...Ve rápido y regresa. Parece que va a llover, el cielo se está nublando...—Avisó la rubia, mirando el cielo grisáceo desde una ventana cercana.

-...De acuerdo...—Asintió, abriendo la puerta—...Nos vemos...—Se despidió y salió, yendo directamente al sendero del bosque.

Mentiría si dijese que no estaba nervioso. Después de haber visto aquella sombra tras de ellos ¿Quién en su sano juicio volvería al lugar en donde la había visto por última vez? Miraba a todos lados, alerta, en caso de que apareciese de nuevo, mas no parecía estar rondando, ya que llegó sano y salvo al prado en donde su hermana había recogido aquellas bonitas flores.

Suspiró y se acercó a la cascada para remojar su rostro con la fresca y clara agua, para luego comenzar con su recolección. Debía ser cuidadoso, ya que no podía llevarse los botones de las flores, puesto que entonces no nacerían más y no quería que eso pasara. Luego de unos minutos de recolección silenciosa y aburrida, bostezó.

Miró a todos lados, logrando identificar el árbol que había usado anteriormente para relajarse. Se acercó, se sentó, se acomodó y sonrió, sintiéndose relajado.

Tanto, que se durmió sin ser consciente de ello.

Kasamatsu, quien le observaba desde lejos, salió de su escondite y con cuidado, lento, se acercó solo un poco. Lo suficiente como para observar mejor sus facciones. Sus orejas y cola se agacharon cuando inhaló el delicioso aroma del chico durmiente. No sabía que era, pero era muy dulce y cálido.

Y le gustaba.

Se sentó a varios metros de él, contemplándolo en silencio. Su cola oscilaba suavemente, disfrutando de aquello. Ni siquiera estuvo consciente de cuanto tiempo estuvo observándolo, pero salió de su trance cuando una molesta y fría gota de agua cayó en su oreja, haciendo que esta se agitara. Frunció el ceño y elevó su vista al cielo, notándolo cada vez más oscuro. El olor a tierra mojada era cada vez más intenso.

Llovería. Y lo haría pronto.

Involuntariamente levantó una mano hacia el chico durmiente, pero se detuvo y negó varias veces, levantándose de ahí, listo para irse.

Ryota sentía que flotaba en una nube, una que de pronto se esfumó y fué reemplazada por la frialdad de una gota de agua que en su rostro cayó, despertándolo. Desorientado, miró a todos lados ¿En dónde se encontraba? Minutos después recordó todo y miró al cielo, preocupándose al ver las nubes muy oscurecidas y pequeñas gotas que se precipitaban cada vez con más intensidad.

Debía salir de ahí, rápido.

Se levantó y tomó la cesta con flores, marchándose de ahí con toda prisa, siendo atrapado por la lluvia en el camino, que lo hizo colocarse la capucha de la caperuza, para imtentar proteger su cabello un poco.

Un rempálago resonó a lo lejos, haciéndolo brincar del susto, por lo repentino que fué. Tragó saliva y siguió avanzando por el fangoso camino.

Resbaló, jadeando al sentir un agudo dolor en su tobillo. También había golpeado su cabeza con una roca. Empezaba a sentirse mareado. Apretó los párpados unos segundos, antes de abrirlos por un ruido apresurado que se acercaba más a él.

-...Es peligroso estar aquí bajo la lluvia. Y más si están cayendo relámpagos...

Escuchó una masculina voz que desconocía. Frunció el entrecejó y levantó una mano hacia la sombra de aquel joven que se materializaba frente a sí.

-...¿Quién...?

-...Mierda...—Yukio miró a todos lados y luego al aturdido rubio—...No te preocupes. Te ayudaré...—Dijo, decidido y agachó para poder tomarlo en brazos. Era mucho más alto que él, por lo que le fué un poco difícil. Una vez estuvo seguro de que no se le caería, avanzó.

Pasos rápidos y pesados, directo a la zona peligrosa, en donde muchos de su especie habían perdido la vida. Estaba muy nervioso y esperaba que no hubiese nadie por el área. Cuando observó un distante humo, disminuyó el paso y fué más sigiloso, hasta que vió lo que parecía ser una cueva humana. Con cuidado se acercó y depositó al rubio en la seca madera, esperando que el agua no llegara a él y lo empara más de lo que estaba. Le miró por unos segundos y salió corriendo cuando un chirrido se hizo presente.

-...¡Kise!

The wolf that fell in love with Little Red Riding Hood [KiKasa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora