14 +Un reencuentro inesperado+

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Narrador: Jarom Bradley

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Narrador: Jarom Bradley

Casi dos siglos de soledad y sufrimiento. Pagando el precio de algo de lo que me considero inocente. Escondiéndome de horribles criaturas que me infligen dolor por placer y para saciar su venganza. Viendo morir a personas inocentes por intentar ayudarme a acabar con este encanto y sintiéndome culpable de todas esas desgracias.

Deseando muchas veces morir, sin poder conseguirlo.

Y ahora... Ahora Niebla me dice que no debo permitir caer en las manos de Dayana (a quien no conozco), y además que debo proteger a la hija de Gabriel.

Dicen que le tenemos miedo a lo desconocido y estoy muy seguro de que eso es cierto. Nuevamente tengo miedo porque no sé lo que me espera y porque no sé lo que le espera a Rachel.

Varias interrogantes nublan mi mente: ¿Quién es Dayana? ¿Para qué me quiere?

¿Y quién es Rachel? ¿Y por qué debo protegerla?

En mi cabeza llegan muchos pensamientos y no logro encontrar uno que me ayude a descifrar lo que está pasando; mas sé que la verdadera identidad de Rachel tiene que ver conmigo y con esa cicatriz que posee en su espalda.

Debemos ponernos seguros hasta encontrar respuestas.

Corremos muy rápido y a pesar de que la roba manzanas es mujer, corre tan rápido como yo. Buscamos salir por la misma entrada que ella tomó, sin embargo, solo ella podrá cruzar el pueblo para regresar a casa. Mi tesoro me ata al bosque y solo puedo estar en los alrededores; no puedo irme con ella.

—Debes tomar el mismo camino por el que viniste —declaro, sin dejar de moverme.

—¿No irás conmigo? —Pregunta, con la voz agitada.

—Por más que quiera, no puedo. —Nos detenemos en la salida del sendero—. Si cuando llegues a la casa no me ves, por favor, invócame.

Ella asiente enseguida y luego se echa a correr dejándome en soledad.

Niebla habló con mucho temor, jamás lo había visto de esa forma. El hecho de que nos advirtiera del peligro me hace pensar que sabe muchas cosas que no me puede decir.

Escucho el silbido de los duendes rastreadores y mi piel se eriza por el temor de caer nuevamente en sus garras. Miro hacia mi alrededor rápidamente buscando una dirección segura que pueda tomar para escaparme.

Me desplazo hacia mi lado izquierdo por donde hay más árboles con los que pueda cubrirme mientras corro a toda marcha. Escucho nuevamente los silbidos y al parecer saben que estoy cerca de ellos. Conozco este bosque tan bien que podría correr con los ojos vendados sin ningún problema, por lo que tengo la esperanza de llegar a una de mis guaridas o lograr llegar a la casa.

Mis piernas se mueven muy rápido al igual que mis manos retirando algunas ramas y arbustos a mi paso. Llevo el corazón acelerado y la respiración agitada de solo pensar que si me atrapan volveré a experimentar el horrible dolor que causa el veneno de sus garras.

El tesoro de un duendeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora