20 +Se descubre la verdad+

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Narrador: Jarom Bradley

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Narrador: Jarom Bradley

Quedé con Adler de juntarnos durante la mañana mientras Rachel estuviese de camino a la panadería y así poder aclarar el plan que tenemos para protegerla. Decidí ir hasta la casa a buscar al joven porque no había venido hasta el granero en donde se supone que nos reuniríamos luego de que la roba manzanas se fuera, y hace rato que lo hizo.

Una discusión en la sala entre él y su madre atrae mi atención y me quedo observando a escondidas desde afuera a través de la ventana. Su madre se muestra muy enfurecida y le reclama.

—Estoy decepcionada de ti —bufó la mujer—. ¿Cómo pudiste hacerme esto?

—Mamá, fue un error —murmura, Adler—. Las cosas se dieron y no pensé bien.

—¿No pensaste bien? ¿Eres un niño? —Le golpea el pecho, descargando su rabieta—. Eras mi orgullo y lo has arruinado todo. Tú que siempre has sido mi favorito, te he apoyado en todo y he respetado cada una de tus decisiones, aún en la estupidez de ser novio de la maldita hija de Gabriel. ¿Cómo pudiste dejar dos mujeres embarazadas?

Mis ojos se abren al igual que mi boca. «Dos mujeres embarazadas». ¿Oí bien?

—Espera, mamá —refutó el hijo—... Tú muestras preferencia por mí solo porque en todo este tiempo he guardado tu secreto, no me apoyarías tanto si le hubiese confesado la verdad a Rachel, te estarías pudriendo en una cárcel si no fuera por mí. No creas que he olvidado lo que hiciste.

—Cuidado con lo que insinúas, Adler —le advierte ella con furia.

—No estoy insinuando nada, tú asesinaste a Gabriel para quedarte con su dinero —masculló con resentimiento.

Todo este acontecimiento me tomó por sorpresa y me es difícil procesar la información que ahora manejo: La madrastra de Rachel mató a Gabriel para obtener dinero. Me lleno de rabia y sin poder controlar lo que siento muevo mis manos y observo como la vieja se sostiene del cuello mientras sus ojos parecen querer saltar de sus cuencas y su boca se abre para intentar obtener oxígeno, Adler desesperado busca ayudarla, pero no lo consigue y al verme en la ventana corre hacia afuera de la casa.

—¡Basta! —Ordena y me derriba logrando que libere de mi poder a su desgraciada madre.

—Aléjate de mí, imbécil —escupo las palabras. Me pongo de pie y me alejo con celeridad hacia el granero.

Adler me alcanza un poco antes de llegar a la puerta del granero y me hace detenerme a la fuerza, quedando cara a cara y a través de mis ojos quisiera poder exterminarlo.

—Sé que oíste todo —declara con firmeza—, pero no puedes decirle a Rachel.

—¿Crees que me quedaré tranquilo viendo cómo tú y tu despreciable madre la engañan? —Le pregunto, incrédulo por su declaración—. Ella tiene el derecho de conocer la verdad y yo se la voy a decir.

El tesoro de un duendeOnde histórias criam vida. Descubra agora