Capítulo 20.

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Capítulo 20

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Capítulo 20.

(Samanta).

Después de haberlo hecho con Sam en el despacho familiar, realicé todo el trabajo de la limpieza que me correspondía con una sonrisa que no se me borraba del rostro. Él había logrado que mi inseguridad se esfumara y se lo agradecía. Sin embargo, cuando terminé de hacer lo que debía, fui a su habitación y me quedé un rato con él cuando regresó de entrenar.

Me ofreció tutorías de temas nuevos que estaría viendo en las clases de matemáticas, nos comimos a besos cada vez que podíamos y cuando Héctor entró a la habitación, nos reímos con él de sus típicas ocurrencias. Desde que había venido a vivir a la mansión de los Chaidez Telles, mi amistad con el rubio y los demás chicos había incrementado en la cuestión de la confianza. Era cierto que solamente tenía una sola amiga, pero al menos ellos se habían convertido en parte de mi círculo social.

—Oye, estaba pensando que es hora de que hagamos una fiesta aquí en la mansión —Héctor le sugirió a Sam, mientras que él dibujaba en su cuaderno al mantenerse muy concentrado.

—¿Estabas pensando? —bufó Sam al continuar trazando mientras permanecía sentado sobre el sillón que se encontraba en su habitación—. Asumes que haremos una fiesta aquí —soltó un suspiro lleno de pesadez—. Sabes que no tengo ganas de eso ahora mismo —sus ojos se dirigieron hacia mí, ya que me encontraba estudiando junto a su escritorio.

—Dragón, sé perfectamente de lo que tienes ganas, pero se trata de mi cumpleaños número veintidós —enarcó las cejas al dedicarnos una mirada llena de picardía—. Sabes mejor que nadie que la mansión es el lugar idóneo para celebrarlo, porque tus padres no volverán de su viaje de negocios por un buen tiempo.

—¿Qué? —engrandecí los ojos.

—Es que los padres de Sam casi nunca están en la casa, porque viajan mucho por cuestiones laborales —me informó el rubio—. Por eso él sabe mejor que nadie que es buena idea.

—No, no —negué con la cabeza—. Me refiero a que no tenía idea de tu cumpleaños —engrandecí los ojos al sentirme emocionada por él.

—Aquí vamos... —Sam resopló.

—Sam, es el cumpleaños de tu mejor amigo —me encogí de hombros—. No puedes decirle que no en esto.

—Gracias —Héctor elevó las manos y miró hacia el techo, como si estuviera agradeciéndole al mismísimo Dios en persona.

—Ese es el problema —reiteró—. Nunca le he dicho que no y siempre es un desmadre.

—Bueno, es Héctor. ¿Qué puedes esperar? Además, si es por la limpieza y mantener la mansión en orden, no te preocupes, me haré cargo de lo que haga falta.

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