Capítulo 2.

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Capítulo 2

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Capítulo 2.

(Samanta).

Sam y yo no nos vimos más en lo que restó del día luego de que me acompañara hasta la ventana de mi habitación. Aunque, en parte, le agradecía que nos diéramos un poco de espacio después de los momentos tan intensos que habíamos experimentado. Hasta había olvidado que todo sucedió gracias al after party del cumpleaños de su tío.

Por otra parte, gracias al cielo, mi madre no se dio cuenta de la hora en que llegué. Ella había creído que estuve durmiendo toda la madrugada después del after party en el «Night Dragon». Sin embargo, cuando la saludé con un beso y un abrazo, parecía más cansada de lo normal. No podía negarlo, entre las horas de limpieza en la mansión y mis estudios en la universidad, yo también me sentía agotada. Aún así estábamos ganando buen dinero para poder abastecer nuestras necesidades básicas y vivir cómodamente.

Liz me había recogido en la mansión para ir juntas a la universidad. Quería enterarse de los sucesos que me habían ocurrido con el hijo de mis jefes, aunque no entré en tantos detalles específicos cuando se trataba de lo sexual. Sin embargo, en esos temas ella era más espontánea y abierta al momento de contarlos. Al menos se había quedado satisfecha con el hecho de que la puse al corriente de inmediato con todo lo que yo creía que necesitaba saber.

—Bueno, ya te conté suficiente de mí —sonreí para mí misma mientras observaba el ambiente a través de la ventanilla del copiloto—. ¿Ahora me dirás cómo te fue a ti con los chicos? —achiqué los ojos cuando la miré de repente—. Los amigos de Sam pueden ser algo pendejos y arrogantes, así como su líder —me encogí de hombros—. Pero no parecen tan malos después de todo.

—"¿Los amigos de Sam?" —bufó, aunque parecía nerviosa—. Más bien, "los esclavos de Sam".

—Pensándolo bien —froté mi barbilla—, "los esclavos de Sam" les queda mejor.

—Ni que lo digas —resopló al intentar mantenerse centrada en la carretera—. Son unos lame culos en todo su esplendor.

—¿Y eso incluye al que fue tu acompañante principal anoche? —enarqué las cejas repetidas veces al sentir más curiosidad.

—Sobre eso...

—Precisamente, estoy esperando que me hables "sobre eso" —resalté—. No puedes pretender que me haga la ciega, como si nada pasara entre el rubio teñido y tú.

—Sam, no te preocupes —rodó los ojos—. Si lo que te preocupa es que él me rompa el corazón, puedes estar tranquila. No pasará.

—¿A qué te refieres con que puedo estar tranquila? Obviamente, no me entrometeré en tus decisiones. Sabes que siempre estaré para apoyarte en lo que sea necesario, pero mi deber como mejor amiga es advertirte que, así de encantador como se ve, ese Héctor es un baja tangas andante que no siente ningún tipo de remordimiento cuando entiende que es necesario dejar botada a una chica después de satisfacer sus deseos carnales.

—¿Lo dices en serio? —tragó saliva y me miró por unos segundos.

—Sí, claro. ¿Por qué piensas que te mentiría? —le dije como si nada al encogerme de hombros—. Nunca lo he hecho y no tengo por qué mentirte ahora. Además, debo aclarar que Héctor me cae bien y empiezo a sentir un gran cariño por él, pero una cosa no quita la otra.

—Como sea, Samanta —intentó restarle importancia al tema—. Quizá tengas razón, pero tú también te has metido con el único heredero de los Chaidez Telles y hasta ahora las cosas entre ustedes están funcionando.

—Bu-Bueno... —todavía no asimilaba que era la novia del mimado más petulante que había conocido—. Para ser honesta contigo, aún intento hacerme a la idea de que somos novios —me sonrojé—. Liz, se que en estos momentos no soy un ejemplo para decirte que tengas cuidado con Héctor, porque yo también me he metido con un arrogante de mierda, pero es por eso que te hablo de él, por la sencilla razón de que es el mejor amigo de Sam.

—Lo sé, lo sé —cuando accedimos a los predios de la universidad y estacionó su vehículo, sujetó mi mano—. Te prometo que estaré bien. Me cuidaré de él en el aspecto sentimental. Además, creo que busca lo mismo que yo.

—¿Qué? —engrandecí los ojos.

—Nos atraemos sexualmente y la tensión es muchísima —se encogió de hombros y salió por la puerta del conductor con suma normalidad, mostrándose coqueta con su hermoso cabello rubio, como de costumbre.

—¡Liz Oquendo De Jesús, no me evadas cuando hablamos del pendejo de Héctor! —le gruñí cuando salí del vehículo con mi mochila—. ¿Debo asumir que sucedió algo entre ustedes? —aunque temía por ella, también me hacía sentir un poco emocionada la situación.

—Está bien —se acercó para caminar junto a mí hacia uno de los edificios de la institución—. Te lo diré, pero prométeme que no pondrás el grito en el cielo —me miró con cuidado, aunque me mantuve en silencio, ya que ella me conocía perfectamente—. Se lo estaba chupando y...

—¡Ostia! —chillé.

—Lo sé —parecía avergonzada al contármelo—. Lo peor es que todo iba bien, pero según lo que me contó Ángel, cuando yo se lo estaba chupando a Héctor, le vomité la pierna y me quedé dormida.

—Me alegra saber que cagándola en la vida me quitas el trono —me reí abiertamente.

—¡Ha sido un error, Sam!

—Un error que quieres volver a repetir —puse los ojos en blanco al ajustar la mochila sobre mis hombros.

—Bueno, no puedo negarlo. Es verdad.

—Ay, Liz...

—Te prometo que haré las cosas fríamente —me aseguró demasiado emocionada—. Es más, solo será sexo salvaje y casual entre los dos. Mantendremos una sana amistad por ti y por el Dragón. Además, Héctor estaba de acuerdo con nuestro trato —se encogió de hombros muy ruborizada.

—Espera, ¿¡qué? —me detuve de repente—. O sea, que Héctor y tú ya lo han hablado —asumí.

—Por supuesto, Sam —posó sus manos sobre mis hombros—. Está interesado en lo mismo que yo, así que no le veo el problema a lo que pase entre los dos.

—No sé cómo carajo nos hemos metido con esos dos, Liz —le dije con sinceridad.

—Ni yo tampoco, pero qué más da —me dio un beso en la frente y se alejó de mí para irse a su primera clase del día.

Me quedé mirando cómo se alejaba cada vez más, hasta que se perdió de mi vista. No sabía en qué momento todo se había descontrolado, pero suponía que ya no habría marcha atrás.

—Solo espero que al mimado le vaya bien... —murmuré para mí misma, porque realmente esperaba que su primer día de clases en la institución le fuera ameno.

El Segundo Noviazgo ©️ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora