Prólogo.

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Prólogo

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Prólogo.

(Samanta).

La cama de Sam chocaba contra la pared cuando me embestía con fuerza una y otra vez. Ambos estábamos llenos de pasión y desespero en el acto. Él mantenía sus manos apoyadas sobre el cabezal, mientras que yo sentía sus penetraciones más rápidas al estar mojada y totalmente excitada. Mis piernas se mantenían apoyadas contra sus caderas y yo no paraba de gemir con gusto.

—Ah, ah, ah... —presioné sus hombros con insistencia, pero mis manos resbalaron sobre su espalda gracias al sudor que emanaba de su blanquecina piel.

—Me gusta metértelo, beba —gruñó desesperado y con más insistencia presionó mis piernas con su cuerpo sobre el mío.

Besé su boca con voracidad y enredé mi lengua con la suya al sentir que llegaría al orgasmo al igual que él.

—¡Ay, Sam! ¡Coño, qué rico! —gemí con frenesí, pero él no detenía sus rápidas penetraciones—. Ah, ah, ah...

—Quiero que te vengas rico, mi dragona —me pidió desesperado, jadeando sin ningún tipo de pudor.

—¡Sí, sí, sí!  —continué gimiendo con gusto cuando llegué al delicioso orgasmo, arañando su húmeda espalda al sentir los insistentes latidos en mi clitoris y mi vientre volcado en furiosas cosquillas que acababan con mis entrañas—. Ah, Dragón... —me cayó a besos mientras terminaba de llegar al orgasmo después de mí.

El sudor en su cabello negro y en su frente hacía que sus rulos se alargaran un poco más entre sus cejas. Sus deliciosos labios carnosos estaban más rosados que de costumbre y sus hermosos ojos azules estaban llenos de intensidad. Tener tal imagen sobre mi cuerpo me hacía sentir dichosa, porque cada segundo y cada minuto que pasaba, me enamoraba más de Sam Chaidez Telles.

🐉

Cuando los espasmos de nuestros sexos se calmaron y nuestra respiración volvió a la normalidad, escondí mis ojos en su cuello al sentirme ruborizada. Era su novia, sí, pero eso no quitaba el hecho de que él me pusiera nerviosa como de costumbre.

—Samy, no quiero que te vayas ahora que la estamos pasando rico —presionó mis piernas con su cuerpo al yo mantenerlas en sus caderas. Él aún estaba adentro de mí, ejerciendo presión contra los pliegues de mi vagina.

—No seas dramático —apoyé mis manos sobre su nuca al mantener mis ojos escondidos en su cuello—. Dragón, que no llevamos ni un día de novios.

—Exactamente —hizo que lo mirara a sus ojos azules—. Por eso debemos empezar a aprovechar el tiempo.

—Aquí vamos de nuevo... —le rodé los ojos.

—¿Ya quieres irte? ¿Cómo te ateves a querer dejar al gran Sam Chaidez Telles después de este buen polvo y de la noche que tuvimos?

Me reí en sus narices, pero él adhirió su nariz contra la mía al fruncir su ceño de chico malo.

—No estoy bromeando.

Besé sus labios y él me devolvió el beso con pasión e intensidad. Cerré los ojos con gusto al difrutarlo sobre mí, besándome como si no hubiese un mañana.

—En serio, Sam, ya debo irme —le avisé entre nuestros apasionados besos, acariciando el aro de su oreja—. De hecho, creo que estoy un poquito tarde como para regresar a casa.

—Como si vivieras tan lejos —sonrió sobre mis labios.

Me había despertado para irme antes de que él se despertara. No quería interrumpir su sueño, pero me topé con la sorpresa de que esperaba que yo me levantara para recibirme como lo estaba haciendo.

Sam había estado al pendiente de que nadie del personal estuviese cerca de su habitación. Además de que sus padres se habían ido de viaje muy temprano en la mañana, aunque estos nunca procuraron por él. Mi madre tenía el día libre y esperaba que todavía no se levantara de la cama, porque aunque dejé la puerta de mi habitación cerrada con el pestillo, podría preocuparse en cualquier momento si no me veía salir.

Cuando Sam se apartó de mi cuerpo con calma, se quitó el condón y lo anudó para tirarlo al cesto de basura junto a su escritorio. Me puse mi ropa interior como pude, pero él se acercó de inmediato con su ropa.

—Ponte esto —me entregó una camiseta y un pantalón. Ambas piezas aún tenían las etiquetas de compra—. Te voy a acompañar.

—Quédate —le pedí con cariño—. No has dormido casi nada y deberías tomar el día para descansar. Recuerda que mañana comienzas tu maestría en la universidad.

—Ando un poco preocupado por ese mismo hecho de la universidad, pero por ti —se puso un pantalón pijama de franela—. Como hoy tienes el día libre, aprovéchalo para descansar. No quiero que mi novia ande por ahí sin energías y desganada.

—Puedo tener sexo, estudiar, trabajar y mucho más —le recalqué cuando guardé mis cosas en una bolsa, lista para salir de su habitación.

—Ya lo sé, respondona —me rodó los ojos, pero al abrirme la puerta, se agachó para que yo me subiera a su espalda—. Dale, sube.

Con las mejillas sonrosadas y con el corazón vuelto loco por las cosquillas, me subí a su espalda y como pude sujeté su cuello. Luego posé un beso sobre su mejilla y apoyé mi cabeza sobre su hombro, como si fuese una niña pequeña, aunque por su acción de llevarme de tal manera, pensaría que para él lo era.

Sam caminó en silencio en el interior de la mansión cuando tomó el atajo más rápido para salir al exterior de la propiedad, justo por la puerta trasera donde se localizaba la terraza y la piscina. Luego se dirigió por un camino de piedras que conducía hacia la casa de huéspedes. O más bien, el que ya era mi hogar. Con discreción, se acercó a la ventana de mi habitación y él mismo me elevó como pudo para que entrara.

Una vez que me encontraba a salvo de las vistas, cerré la ventana de sopetón por los nervios de que nos pillaran, pero al ver que el ambiente seguía solitario y en silencio, volví a abrirla.

—Mimado... —lo llamé por lo bajo.

El Dragón achicó los ojos y volvió a acercarse. Saqué la mitad de mi cuerpo por la ventana y estrellé mis labios contra los suyos. Sin embargo, él colocó sus manos sobre mis mejillas, ya que mi acción le agradó en lo absoluto.

—Hablaba en serio cuando te decía que también deberías descansar —le recalqué—. Duerme un poco, ¿sí?

Sam asintió como un niño bueno y obediente. Luego se giró sobre sus pies y se alejó de mí al caminar con soberbia y consciente de que era irresistible para mis vistas. La luz de la mañana tropical me hacía admirar desde la distancia lo hermoso que era físicamente. Su espalda desnuda y tatuada con el dragón tribal lograba resaltar su blanquecina piel y sus piernas atléticas bajo el pantalón pijama de franela.

Sonreí para mí misma al verlo a lo lejos, porque aunque parecía un amor imposible para mí, no lo estaba siendo. Y es que apesar de que nuestros mundos sociales eran totalmente distintos, era inevitable lo que sentíamos el uno por el otro.

Sam se había convertido en mi novio después de que la relación anterior con Tomás había logrado romper mi corazón.

Irónicamente, el Dragón se había convetido en: "El segundo noviazgo".

El Segundo Noviazgo ©️ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora