❝Una familia unida y llena de amor es un lujo difícil de conseguir❞
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Navidad Con Los Potter
La navidad llegó y para todos, era una fecha que amaban, pues significaba regalos, comida y dulces, esto último era lo que más esperaban Emmily y los niños. Regulus bien lo había dicho, era fácil comparar a Emmily con una niña de cinco años, a pesar de tener ya treinta años.
Aquella navidad la pasarían en la casa de los Potter, por lo que habían quedado con Orión y Walburga estar con ellos al día siguiente, pues la pareja Black sabían que de ninguna manera aceptarían la invitación que Lily les había hecho de pasar la navidad con ellos. Aunque Walburga ya no hacía comentarios desagradables para la pelirroja, aún no toleraba estar cercas de alguien de su clase.
—¿Qué tan grande era el perro? —preguntó Altair viendo a su primo y al amigo pelirrojo de este.
Harry había invitado a su nuevo amigo Ron Weasley a pasar las vacaciones con él. Ambos Gryffindors les habían contado a los cuatro Black jóvenes lo que habían pasado con su encuentro con el perro de tres cabezas y el troll de las montañas mientras escuchaban Don't Cry de Guns and Rose.
—Tan grande que ocupaba toda la habitación —contestó Ron llevándose a la boca una de las galletas que Lily les había preparado. Los seis estaban la habitación de Harry, los hombres sentados en el suelo y las niñas acostada boca abajo en la cama.
—Te lo dije, Harry, ¿o no te lo dije? Que te pasaría eso, pero no quisiste hacerme caso —dijo Leo recargándose en la cama y mordiendo su rana de chocolate.
—¿Cómo es que pudiste saberlo? —fue el turno del pelirrojo de preguntar, ladeando un poco la cabeza al no entender a que se refería.
—Leo puede ver, algo así como el futuro con solo tocar a las personas —explicó Harry con tranquilidad, regresando la vista a su primo—, y tienes razón, ahora si te haré caso a lo que me digas.
—Sí, eso dijiste la última vez y terminaste cayéndote en el charco de lodo —añadió Sam con una sonrisa burlesca en su rostro.
—O cuando le advertí que se iba a caer en el lago del parque de Georgia y aun así se acercó para querer alimentar a los patos —continuó el pelinegro tratando de reprimir la risa, aunque los mellizos y el pelirrojo no lo hicieron.
—Ese día fue increíble —habló Kaia sentándose en el colchón.
—¿Cómo es que pasamos de hablar del perro de tres cabezas a las veces que hice el ridículo? —preguntó Harry acomodando sus lentes y negando con la cabeza.
