❝Una de las mejores muestras de lo que sentimos, puede ser a través de un simple baile❞
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Baile De Navidad
—Su primer baile de la escuela, que rápido crecen —exclamó Regulus una vez que su esposa terminó de leer la carta que habían mandado su hijo.
Estaba sentado junto a Emmily, James, Lily, Sirius y Marlene en la sala de la casa de los Potter.
—Su primer baile —repitió Sirius cruzándose de brazos y rodando los ojos—. Mi niña no tiene edad para ir a bailes y mucho menos con uno de esas idiotas de Durmstrang. ¿Quién sabe que intenciones tenga?
—Parece que alguien optó por el papel de papá celoso —comentó James de manera burlona—. Es solo un baile Canuto, y es para que convivan.
—¿Si recuerdas lo que nosotros hacíamos en los bailes que llegaron a organizar mientras estudiábamos?
—Por favor, Sirius, Sam solo tiene doce años —habló Regulus viendo a su hermano—, y te apuesto lo que quieras que ha de estar pensando en muchas cosas menos en estar con alguien de la manera en la que tú te la pasabas.
Sirius se quedó callado, como si estuviera pensando aquellas palabras. Sabía que estaba siendo exagerado, pero no podía evitar sentir esa pequeña molestia de saber que su pequeña niña iría a un baile con un extraño.
James iba hablar de nuevo cuando el pelinegro mayor se puso de pie tan rápido que hizo sobresalta a Marlene y Emmily, quienes estaban a su lado.
—No... no, no —negó con la cabeza dos veces mientras que su próxima esposa rodaba los ojos—, mejor iré ahorita mismo a la escuela a decirle... no, a prohibirle que vaya ese baile, si, eso haré y le diré a Mcgonagall que me la traeré a casa y...
—Y tú te sientas y no vas hacer nada de eso, Black —dijo con firmeza la rubia tomando a su próximo marido de la mano y tirando de él para que se volviera a sentar a su lado. Sirius intentó levantarse de nuevo pero una fuerza invisible le impedía moverse del lugar—. Deja que tu hija se divierta, además ya tu hermano lo dijo, ahorita Sam solo debe estar pensando en hacer las bromas que tú y James le enseñaron, y quizás en hacer bien sus tareas para que le regales ese unicornio que le dijiste que le regalaría si sacaba buenas calificaciones este año.
—Sirius —esta vez habló la castaña al ver que la expresión de su cuñado no cambiaba—, date cuenta que tu hija aun quiere un unicornio de mascota, toda niña quiere uno, yo quería uno y no deje de pedirlo hasta mis trece casi catorce años.