Volvamos a casa

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Volvamos a casa

1909 - Ishval

"Se ordena a todas las unidades la retirada. La guerra civil de Ishval ha llegado a su fin. Repito: todas las unidades tienen orden de retirada y cese al fuego. La guerra ha terminado".

Gritos de euforia y emoción siguieron al comunicado oficial. Se mantuvo al margen de la celebración, de la misma forma en que lo hizo durante las últimas semanas.

—¡Mayor Hawkeye! —Se estremeció ante el repentino llamado, fijó sus ojos en el hombre frente a ella; el Capitán Maes Hughes le regaló una sonrisa conciliadora cuando llegó a su lado—. La guerra terminó. Solo queda volver y... seguir adelante —agregó, esperando que el pasado ya no la atormentara después de dejar el campo de batalla.

—La guerra nunca terminará para mí, Capitán. Y lo sabe mejor que nadie —murmuró, envolviéndose en su capa blanca. Podía sentir el peso de las muertes sobre su espalda y la sangre cubriendo sus manos. Maes apretó los labios antes de suavizar su expresión.

—Tome un descanso, mayor. Lo necesita después de lo que vivió.

Lo observó alejarse en la distancia y se permitió bajar la guardia por unos segundos. A lo lejos, reconoció otra figura. Ya habían intercambiado un par de palabras, sin embargo, sabía que tenían pendiente una conversación. Escuchó las órdenes de sus superiores que le avisaban que los trenes estarían ahí por ellos en la mañana.

Deseaba escapar desesperadamente del desierto; cada minuto ahí la devolvía a caóticos momentos que prefería olvidar.

—Escuché que te ascendieron a mayor cuando obtuviste la certificación de alquimista estatal. —Mantuvo la mirada centrada en la arena blanca, ¿Cuánta sangre se devoró el desierto durante los últimos ocho años?

—Oí que te apodan el Ojo de halcón —devolvió ella con parsimonia—. El mejor francotirador de Ishval; ningún blanco queda vivo —Ambos guardaron silencio. La alquimista respiró profundamente, aceptando que sus intenciones no eran precisamente amargas cuando hizo el cumplido sobre su ascenso, así que decidió cambiar la conversación a otra arena movediza—. Cuando la alquimia se pone a disposición del pueblo, ¿Este es el precio a pagar? —Su voz salió apagada, con resignación por sus actos y los recuerdos pisando sus talones.

No mintió cuando le dijo a Maes que la guerra podría haber terminado para los demás, pero no para ella. Jamás para ella. Al menos no después de conocer el peor lado de la misma; estuvo en las dos caras de la moneda y no sabe cuál odia más: si ser la víctima o el victimario.

—Volvamos a casa, Riza. —Fue devuelta a un momento donde el dolor no era su único acompañante, aquel donde creyó en un brillante futuro. Y solo bastó aquello para llevarse el último resquicio de cordura. Un sollozo escapó de sus labios al tiempo que sus ojos se nublaron y su espalda ardió. Un brazo trató de envolverla y por instinto, sus manos estaban preparadas para generar una chispa e incinerar a la persona que osó tocarla—. La guerra terminó —repitió Roy, tomando su mano y separando sus dedos con gentileza. Se forzó a tragar saliva y bajar la guardia mientras ahogaba las lágrimas que gritaban por escapar de su interior.

—¿Por qué luchamos? —Cuestionó al hombre frente a ella—. ¿Este es realmente el futuro del que hablaste? ¿Dónde matamos a personas inocentes? ¿No se supone que la alquimia debe ser usada para la fortuna del pueblo? —Él negó, con la culpa bañando sus rasgos.

—Eran sueños tontos —susurró con pesadez. Riza sabía que perdieron cualquier rastro de inocente hace años, solo queda un cascarón vacío que carga con las consecuencias de sus actos.

¿Por qué estaban luchando? Desconocía la respuesta, duda algún día saberlo en realidad, pero tenía una certeza. No desea que otras personas vivan ese infierno, no mientras ella pueda evitarlo. Las personas deberían ser capaces de protegerse entre ellas, no deberían seguir órdenes absurdas de personas que nunca han luchado. Aprieta sus labios con molestia, comprendiendo lo que es necesario hacer para lograrlo.

—No, eran simplemente sueños adolescentes —contradijo, soltando sus manos. Ella también creyó fugazmente en ellos, hasta que se vio atrapada en el caos. Se giró, enfocándose en la figura del Führer en la cima del fuerte. Podía sentir su mirada y una creciente ira nació en ella—. Las personas deberían ser capaces de protegerse entre ellas —expresó con una renovada determinación, contemplando el cielo azul. Fijando un objetivo en claro—. Así que me aseguraré de proteger a las personas bajo mi mando y ellas lo harán con sus subalternos. Evitaré que esta catástrofe se repita y más personas salgan heridas. —Observó a Mustang por una última vez; sus ojos carbón ya no ardían con la devoción de un futuro prometedor, ahora solo eran brasas apagadas por la arena. Respiró profundamente, sintiendo un escalofrío recorre su espalda.

"Siento desobedecer tus deseos, padre. Me llevaré la alquimia del fuego a la muerte conmigo, como debió de haber sido desde el principio; no hay fortuna en un poder usado contra el pueblo. Sin embargo, di un paso en falso que me puso en el camino correcto. Ninguna otra mujer, sea soldado o civil, vivirá el infierno que recorrí en el desierto. Y si para poder cumplirlo necesito llegar a la cima, que así sea."

—Eso significa que debes estar en la punta del poder —Roy observó su espalda recta, desconociendo el peso en el que ella habitaba, siguió sus ojos hasta el fuerte, comprendiendo las implicaciones de la declaración—. Debes ascender a Führer —susurró ante la revelación.

Guardaron silencio mientras los gritos de alegría continuaban. Roy había escuchado sobre sus hazañas: siendo apenas un cadete, terminó sirviendo en Ishval debido a su conocimiento en alquimia medicinal, desconoce completamente la sucesión de eventos posteriores que la llevaron a un lugar completamente diferente. El fuego abrasador aún pica su piel ante el recuerdo, de repente, las llamas consumían todo alrededor y ella caminaba con un brillo diferente en su mirada; no era ira, ni enojo, ni decepción, solo dolor.

Se convirtió en la primera mujer en ganarse el título de alquimista estatal y ostentar una peculiar alquimia como ella misma; la del fuego.Todo eso durante una guerra.

—Es hora de marcharnos, suboficial —habló, regalándole una mirada que solo vio en su adolescencia y que ahora estaba cargada con una madurez impropia de la edad pero acorde a los eventos.

—Volvamos a casa, mayor Hawkeye —pidió, deseando ser capaz de sostener su mano, pero se conformaría con ver su espalda mientras ella se abre paso hasta la cima.

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¿Qué les está pareciendo la historia? ¡Hoy viajamos a Ishval! ¿Dónde estaremos la siguiente semana? Me gustaría conocer que eventos les gustaría que abordara, ya tengo algunos capítulos escritos, pero me encantaría conocer su opinión al respecto.

Las llamas de la redenciónWhere stories live. Discover now