Despertar

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Despertar

1910 - Ciudad del Este

—¡No!

Abrió los ojos de golpe y el fuego había desaparecido. Respiró profundamente, sentándose en la cama y permitiendo que sus ojos se adaptaran a la oscuridad.

—Ya no estoy ahí. Ya no estoy en Ishval —se repitió en voz baja, envolviéndose en la sabana para tratar de calmar su acelerado corazón. Aunque su entorno era diferente, aún podía escuchar los gritos llenos de pánico, dolor y desesperanza; el calor abrasador aún quemaba su piel. Optó por levantarse para buscar una taza de té para calmar sus nervios.

Después de la guerra, las pesadillas eran su único compañero nocturno. Solían visitarla cada noche, sin falta. Así que terminó por acostumbrarse a las bolsas negras bajo sus ojos durante las mañanas. Deambuló por su pequeño departamento hasta la cocina, donde puso agua a calentar.

Habían pasado algunos meses desde que volvió a la ciudad del este. Fue ascendida al rango de Mayor cuando obtuvo su certificación y después de la guerra fue tomada en consideración para otro ascenso por sus "heroicos actos" durante Ishval. Repudió cualquier connotación supuestamente positiva en sus hazañas. Luego de quemarlo todo y solo ver las cenizas, comprendió que el daño que ejerció fue más catastrófico del que sufrió.

El silbido de la tetera la sacó de su trance, tomó una taza y preparó su té con parsimonia. Desde que regresó, siente un especial asco por el café, el solo pensamiento le genera náuseas, así que evita cualquier contacto directo con la bebida predilecta del ejército. Se queda en la cocina observando por la ventana la oscuridad de la noche, disfrutando del silencio y la extraña calidez que siente cuando le da el primer sorbo a su taza.

Indudablemente recuerda a Mustang y como estuvo con ella meses atrás cuidando de sus heridas cuando más trato de ser fuerte. Se alegra de que sus quemaduras hayan terminado de curarse, aunque no puede olvidar el semblante de dolor en el rostro de Roy y su voz rota cuando mencionó que logró su objetivo: el tatuaje en su espalda era ilegible.

La alquimia del fuego moriría con ella.

Una sonrisa triste baila en sus labios. Aquel muchacho bullicioso de catorce años que se presentó en su casa, había desaparecido casi completamente, pero verlo ahí, de pie, vendando su espalda, la devolvió a un momento más cálido en su historia.

Un momento que jamás volvería.

Dejó escapar un suspiro, acomodó todo en su lugar y decidió regresar a la cama. Estaba a punto de acostarse cuando lo siente: es sutil, discreto y demasiado suave para ser real. Pero está ahí, lo vuelve a sentir, en la parte baja de su abdomen. Intuye que probablemente sea producto de una mala digestión por su cena tardía o el estrés laboral, así que opta por ignorarlo. Aún tenía largos y agotadores días por delante si desea lograr su objetivo de ser Führer y evitar que más personas vivan su tragedia y peleen en luchas absurdas.

Se recuesta con la esperanza de que al cerrar los ojos y no despertar en el desierto. Sin embargo, no es la arena quién le da la bienvenida.

Han pasado años desde la última vez que ha tenido un sueño agradable y reconfortante, aún más, desde que su madre se hizo presente en ellos. Una sonrisa baila en sus labios, cuando corre en dirección de su progenitora para envolverla en sus brazos.

Escuchar su risa divertida la llena de alegría. Dejó de ser parte de la milicia para convertirse nuevamente en una niña que juega con su madre a mitad del jardín.

—Haces lo mejor que puedes, cariño —siente sus ojos llenarse de lágrimas. La voz de la mujer mayor está llena de afecto y amor. Tal como en sus recuerdos—. Estoy orgullosa de ti —le susurra, limpiando las lágrimas que Riza no sabía que estaba dejando escapar—. No estás sola. Ya no más —la alentó, acariciando con afecto el cabello rubio.

—Te extraño tanto —replica entrecortadamente.

—Estaré siempre aquí —promete tocando su corazón—. Y ella te acompañará en tu soledad —la mano viaja al vientre de su hija, al mismo lugar donde sintió incomodidad antes de dormir—. Lo harás bien, Riza.

La siguiente vez que la Mayor Hawkeye despertó, el sentimiento de vacío desapareció, la tristeza aún la abruma, pero se siente extrañamente consolada. Inicia el día con una nueva motivación: honrar la memoria de su madre. Ya no solo se trataba de evitar más tragedias, más dolor y muertes. No. A partir de ahora actuaría para ser una persona de la cual, Isabella Hawkeye se sintiera orgullosa después del caos que provocó.

Aunque las pesadillas no disminuyeron, al menos fue capaz de descansar más. El vórtice en el que se vio envuelta después de su primer año en la academia, parecía desacelerar por primera vez. O eso creyó. Extenuantes días de angustia aún le esperaban junto a difíciles decisiones que tomar.

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¿Qué les está pareciendo la historia? ¡Hoy viajamos a la ciudad del este y los eventos post Ishval! ¿Dónde estaremos la siguiente semana? Me gustaría conocer que eventos les gustaría que abordara, ya tengo algunos capítulos escritos, pero me encantaría conocer su opinión al respecto.

¡Nos leemos el domingo!

Las llamas de la redenciónWhere stories live. Discover now