Anillo

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Anillo

1903 - Residencia Hawkeye

Después de conocer la compañía, la soledad es el dolor más abrumador.

La última carta de Madame Christmas era tajante. Fue enviado con un propósito específico; aprender alquimia, sin embargo, ¿con qué cara volvería a casa con las manos vacías? No sabía cómo explicar que pese a sus incansables intentos, no logró comprender nada más allá del intercambio equivalente.

—¿Roy? —Escuchó la cálida voz de su compañera a través de la puerta. Se apresuró a guardar la carta—. La comida está lista, puedes bajar a cenar —anunció después de dar dos golpes. Segundos después, sus pasos desaparecieron por las escaleras, permitiéndole soltar el aire contenido. Releyó el contenido en la hoja.

Si tan solo Madame comprendiera que la alquimia no era su fuerte. De hecho, durante los últimos cuatro años se preguntó cuál sería y lo descubrió gracias a la hija de su maestro.

Riza.

Apretó los labios con fuerza, asumiendo una realidad. Tendría que marcharse. Falló en su única tarea y no por falta de motivación, sino de habilidad. Dejó la carta junto a las otras que su madre adoptiva le envió a lo largo de los años. Detalló brevemente la habitación donde vivió los mejores años de su vida; la casa del profesor Hawkeye era grande, sí, pero mantenía un deje de descuido pese a que su hija se esforzaba en mantenerla limpia y en ordenada. Recorrió con sus dedos los muebles viejos.

Jamás comprendió al alquimista Hawkeye. Tenía un gran conocimiento en sus manos y se negó a certificarse como alquimista estatal para asegurar una mejor vida a su hija. Para Roy, muchas de sus acciones carecían de sentido, sin embargo, no estaba ahí para cuestionar la vida de su maestro.

Bajó las escaleras para encontrar la figura de Riza acomodando la mesa.

—Hola —saludó, sintiendo una extraña paz con tan solo verla. La chica le devolvió la sonrisa, indicando que tomara asiento. Sus movimientos eran suaves, precisos y eficientes. Descubrió que era una persona tan completa; a corta edad tuvo que hacerse cargo de la casa después de que su padre enfermara. Sus únicos amigos eran los libros de alquimia que aprendió a descifrar con el paso del tiempo y cuando menos se dio cuenta, hacía círculos y pequeñas transmutaciones. Sin mencionar la puntería que desarrolló para cazar animales silvestres.

Roy se enamoró de cada faceta que descubrió, así que sintió una opresión en el pecho ante la inminente separación.

Lleva días jugando con el anillo en su bolsillo. Lo compró durante su último viaje a la ciudad; era una sortija pequeña, carente de piedra o adornos, solo una banda de plata sutil y discreta; como ella.

—¿Sucede algo? —Cuestionó Riza, dándole una expresión de confusión. En ese momento, el muchacho se dio cuenta que ni siquiera había tocado su plato, espantó sus pensamientos. Por ahora se centraría en disfrutar cada momento que le han concedido con ella.

—¿Darías un paseo conmigo al terminar? —Se atrevió a preguntar, ahogando sus nervios. La rubia inclinó la cabeza ligeramente en confusión, antes de asentir, aquello lo tranquilizó.

La cena transcurrió entre miradas robadas, suspiros discretos y sonrisas secretas. Crearon su propio idioma lleno de juegos, vida y una extraña relación. Roy se quedó a su lado, lavando los platos que ensuciaron. Ocasionalmente bromeaba para aligerar el ambiente y sacarle una sonrisa; se perdió tanto en el brillo de sus ojos que soltó un vaso por error. El cristal rompiéndose los sacó de su ensoñación.

—Y-yo, lo siento —tartamudeó, agachándose para recoger los trozos. Riza tomó sus manos antes de que se cortara.

—Está bien —aseguró con voz suave—. Puede arreglarlo. —La vió sacar una tiza y dibujar un círculo en el suelo. Dio dos pasos atrás cuando se lo indicó y después una luz inundó la habitación; el vaso estaba de vuelta a su estado original. Riza se levantó de su lugar—. Cómo nuevo —agregó con una resplandeciente sonrisa.

¿Cuánto tiempo tardaré en volver a ver ese brillo en sus ojos? ¿En escuchar su risa y emoción que desprende cuando habla de alquimia?

Ahoga las palabras dentro de su garganta. Ya habría tiempo para las respuestas, ahora tenía una misión que cumplir.

Terminaron con su tarea en un cómodo silencio. La presencia del otro era la única compañía que necesitaban para sentirse completos. El sol había desaparecido junto a su última broma, así que se armaron con una vela y salieron al patio, donde la luz de la luna guío su camino.

—Riza, hay algo que tengo que contarte —se atrevió a murmurar.

—Te irás —completó ella con total naturalidad, sin despegar la mirada del firmamento—. Te comportas diferente y no has respondido a la carta de tu madre —conjeturó, dirigiendo sus ojos caoba llenos de lágrimas hacía él—. Era cuestión de tiempo —resumió, dejando que su voz se rompiera en la última palabra. Roy apretó los labios con fuerza, desesperado por darle un consuelo.

—Volveré —prometió, deteniéndose de golpe. Respiró profundamente antes de dirigir su mano libre hasta la mejilla de su compañera para asegurarse de verla en la oscuridad—. No es una despedida, Riza. Es un hasta luego.

—Roy... —Detuvo sus protestas con un cálido toque, al cual le siguieron suaves roces después de la sorpresa inicial. El inocente beso se cargó rápidamente de necesidad. Roy soltó la vela, el fuego se extinguió antes de tocar el suelo y él abrazó a Riza por la cintura.

—Es una promesa —aseguró cuando se separaron. Sus mejillas se tiñeron de rojo—. Volveré a casa.

—A central. —Él negó. Tomó distancia para buscar el anillo en su bolsillo, lo apretó entre sus dedos antes de mostrárselo a la rubia. Respiró profundamente, tomando confianza para revelar los sentimientos que habían florecido por años sin que se diera cuenta.

—Ahora tu eres mi casa, Riza —explicó, tomando su mano para depositar el anillo en su dedo anular—. Sé el hogar al que puedo retornar —El peso de sus palabras cayó junto a la banda en su mano.

—Roy, yo no...

—Es un anillo de promesa —aclaró, jugando con sus dedos—. Una que cumpliré solo si tu lo deseas —garantizó. Se había enamorado de Riza, sucedió tan lentamente que un día solo despertó abrumado por la revelación. Él no sabía que quería compartir su vida con otra persona hasta que la conoció. Deseaba ver un brillante futuro para su país, sí, pero también para sí mismo y no concebía una definición de felicidad que excluyera a la mujer frente a él.

—Te esperaré el tiempo necesario —Riza mantenía una sonrisa melancólica, mientras una lágrima iba bajando por su mejilla—. Incluso si es en otra vida, esperaré tu regreso.

Sellaron la promesa con un inocente beso que entrelazo sus destinos, aunque no de la forma en que ellos esperaron. Siguieron caminando por el patio, con la luna como único testigo de su infantil confesión que los arrastró a un catastrófico futuro.

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En el siguiente capítulo abordará ciertos temas sensibles, irá con su debida advertencia pero no está de más mencionarlo(?

¿Qué les ha parecido hasta ahora? ¿Qué otro evento les gustaría conocer? ¡Sus opiniones son muy importante para mí! Y sin falta, nos estaríamos leyendo el siguiente domingo, en programación habitual, ¡hasta la próxima!

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⏰ Last updated: Sep 22, 2021 ⏰

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Las llamas de la redenciónWhere stories live. Discover now