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Una gran sonrisa apareció en el rostro de San en cuanto escuchó a la chica aceptar su propuesta; a pesar de que esperaba que accediera, sabía que Celine podía ser impredecible y nada estaba asegurado. Entonces, sin perder un solo segundo, tomó su mano y comenzó a caminar a paso decidido hacia su vivienda.

Al notar aquello, Celine frunció su ceño levemente, extrañada.

—¿No dijiste... mi departamento?

—Claro —dijo con una sonrisa—, pero necesitamos la tienda, ¿no?

—Oh... ¿ya has hecho esto antes? —Celine dejó de seguirle el paso y ambos se detuvieron, San se volteó a ella con inocencia— ¿Acampar?

—Cuando compré la cámara comencé a caminar por la ciudad de noche para fotografiar todas sus facetas —respondió con una sonrisa—, no necesitas gran comodidad cuando te gusta lo que te rodea.

Celine no pudo evitar sonreír levemente y observar al muchacho durante unos segundos. Definitivamente, si la gran injusticia que acababa de vivir no le hubiese demostrado cuál era su vida, ella seguiría con su teoría de estar enfrentado la apasionada.

—Entonces... iré a conseguir bocadillos y esas cosas, ¿no? —supuso ella.

A pesar de que ninguna de las experiencias anteriores de San hubiese sido en compañía de alguien más, con alimento o algo por el estilo, el chico no dudó un solo segundo antes de asentir. Celine sonrió ante su reacción y luego bajó la vista instintivamente hacia su mano, notando cómo esta aún era rodeada por la del chico. Entonces, le dio un par de toques con su pulgar y esperó a que el contrario lo notase también. Cuando San fue consciente de que continuaba sosteniendo la mano de Celine, dejó salir una pequeña risa y soltó el agarre, viendo como la chica rodaba los ojos divertida, y negaba con la cabeza.

Luego, sin perder más tiempo, cada uno continuó su camino.

Celine no tenía recuerdos de haber acampado o tenido alguna experiencia similar en esa o en sus vidas anteriores, sin embargo, si algo había aprendido de las escenas de películas y series de la televisión era que los bocadillos que se requerían en ese escenario no se parecían en nada a los que podía obtener a través de su refrigerador, sino que eran envasados y sencillos. Por ello, decidió tomar un desvío e ingresar a un pequeño almacén cerca de su edificio.

Semi-ignorante en el área, decidió dejarse guiar por sus instintos e intentar imitar tanto como fuera posible la imagen que había construido de acampar.

Por ello, le fue inevitable sonreír cuando el chico tras el mostrador le preguntó si había comenzado la temporada de campamentos luego de que ella agregara una gran bolsa de malvaviscos a su lista de botanas. Esa era la señal que necesitaba para salir del almacén con una expresión triunfal.

San soltó un suspiro de esfuerzo y acomodó una vez más el bolso de desmedido tamaño que cargaba consigo, viendo finalmente el edificio de Celine frente a él. Le había tomado casi una hora ir a su vivienda, tomar lo que creía necesario y llegar a su destino final, sin embargo, la oscuridad del exterior le confirmaba continuamente que había llegado en el momento perfecto.

Cuando llegó a la azotea, lo primero que notó fueron los últimos rayos de sol que se iban con el atardecer, dando paso a una -esperaba- noche despejada. No había siquiera una nube a la vista y la altura del edificio era perfecta para que las luces de la calle y las demás viviendas no interfirieran en su visión de las estrellas. Era perfecto.

Entonces, su mirada bajó del cielo y sus ojos chocaron con lo que parecían ser dos grandes mantas en el suelo, perfectamente dobladas y con una bolsa reposando encima. Instintivamente, San ladeó la cabeza y se acercó con lentitud, encontrando allí los bocadillos. Una sonrisa apareció en su rostro y dejó cuidadosamente el bolso en el suelo, a un lado de las cosas de Celine, volteándose y analizando la escena con suma atención. Fue en ese momento cuando vio la silueta de la chica a lo lejos, sentada en la cornisa mientras observaba con tranquilidad la ciudad.

BEYOND | Choi SanWhere stories live. Discover now