EPÍLOGO

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Celine caminaba con sus ojos entrecerrados mientras intentaba seguir el paso de la chica con dificultad. Todo a su alrededor brillaba con una intensidad cegadora, haciéndole casi imposible enfocar algún punto en específico más allá de la silueta frente a ella.

Cuando finalmente atravesaron el portal, el brillo se reguló y sus ojos volvieron a funcionar.

—La primera vez también me cegó —murmuró la chica, de pie frente a ella—. Te acostumbrarás.

Celine frunció su ceño, confundida, y observó a su alrededor. Estaban en una habitación enorme de dimensiones infinitas; las paredes resplandecían pero no había punto de inicio o término en ellas.

—¿Qué es esto?

—El Más Allá. —La niña le dirigió una mirada serena y luego sonrió—. Bueno, una parte él. Aquí es dónde recibimos a los recién llegados.

La chica mantuvo su mirada sobre ella, atenta a cada una de sus palabras, y luego relamió sus labios con ingenuidad.

—¿Quién eres tú?

—Mi nombre es Marceline.

La niña comenzó a caminar nuevamente, seguida de Celine.

—¿Cuánto...? —aclaró su garganta—, ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

Marceline sonrió y detuvo su paso frente a un gran espejo, observando su imagen en él por unos segundos. Su apariencia juvenil siempre provocaba la misma reacción en los demás.

—No lo sé. —Se volteó hacia Celine—. Perdí la cuenta. —La chica la observó perpleja y ella volvió a sonreír, posando su vista en su reflejo—. El tiempo ya no pasa sobre nuestros cuerpos. Vivimos años a contrarreloj y, ahora, eso llegó a su fin. —Celine abrió los ojos con sorpresa; Marceline no era parte del sistema como los Monitores en las Casas Animarum, sino que había sido como tal y como ella. Cinco vidas, cinco experiencias distintas, un final—. La apariencia que conservarás de aquí en adelante es la que tenías en el momento en que fuiste más feliz durante tus vidas pasadas.

Entonces, Marceline dio un paso al lado, invitándole a verse en el espejo. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Celine antes de dar el primer paso. De aquí en adelante su imagen sería la misma cada día; un recordatorio de felicidad verdadera.

Cuando quedó de pie frente al espejo, sus ojos se abrieron grandemente y su corazón latió con fuerza al reconocer la falda de mezclilla que ella misma había hecho. Aquella blusa, e incluso su peinado, era exactamente igual al de aquel día.
Su primera cita con San. La primera vez que el amor fue mencionado.

Una sonrisa melancólica apareció en su rostro y un suspiro dejó sus labios.
Marceline observó su reacción en silencio y le dio unos instantes para apreciar los recuerdos. Luego se acercó a ella por atrás, apareciendo a un lado de su reflejo.

—Vamos, debemos seguir.

Celine hizo contacto visual con la chica y frunció su ceño levemente.

—¿A dónde vamos? —La niña comenzó a caminar una vez más. Celine siguió su paso—. ¿Qué es lo que-?

—Sé que tienes muchas preguntas —interrumpió—. Lo entiendo, yo también las tuve. Y me encantaría darte las respuestas que necesitas... —le dirigió una mirada por sobre su hombro—. Pero no me corresponde a mí esta vez.

Celine guardó silencio, manteniendo el contacto visual tanto como fue posible antes de que detuvieran su andar. Aún no conseguía conectar todas las piezas para comprender lo que sucedía, y la incertidumbre comenzaba a llenar todo su ser.

BEYOND | Choi SanOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz