Capítulo 5

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Moví mi nariz tratando de alejar la molestia que sintió bajo ella, giré para quedar recostado sobre mi espalda y sentí un peso poco familiar en mi pecho. Mis manos se movieron inconscientemente sobre lo que fue que estuviese sobre mí y se aferraron a lo que parecía ser un montón de tela recogida. Las presioné más y sentí que se hundían en lo que parecía ser piel suave, tersa y redondeada.

Gruñí aferrando más mis manos cuando descubrí que se trataba de un delicado y muy bien formado trasero femenino. Mis dedos se movieron para acariciar las firmes nalgas haciendo que mi cuerpo se tensara en deseo y mis caderas se movieran buscando el consuelo que les había sido negado, si tan solo pudiera lograr una mejor posición, algo más de fricción ...

Allí fué cuando caí en cuenta de lo que estaba haciendo y mis manos soltaron las suaves formas como si ellos mismos las hubiesen quemado.

No era la primera vez que me despertaba en una situación similar, en más de una ocasión alguna sirvienta se había colado entre mis sábanas para tratar de incitarme y lograr que las convirtiera en mi amante.

Empujé el cuerpo que estaba sobre el mío sin ninguna contemplación, sólo para ser respondido por un quejido de molestia y que mi cuerpo siguió el de la muchacha cambiando nuestras posiciones ya que ahora era yo quien estaba sobre ella.

Abrí mis ojos de pronto recordando los eventos pasados ​​y volviendo a girarme para evitar aplastarla, pero al hacer esto me encontré con dos enormes ojos castaños que echaban chispas.

-Lo lamento.— la interrumpí cuando vi que iba a protestar—. Ahora, antes que empieces a destilar veneno nos voy a levantar para empezar el día.

Levantarnos fué mucho más complicado que acostarnos, sobre todo porque la bruja no hacía nada para ayudarme sino todo lo contrario, si yo tiraba ella halaba hacia el lado contrario como si fuera un peso muerto.

Bien.

Si ella quería portarse como una cría pues la complacería y aprovecharía a la vez para meterle un poco de miedo a Dios en su cuerpo, después de todo se lo merecía la muy ingrata.

Volví a tratar de levantarnos y cuando su cuerpo tocó la cama dejé que el mío la siguiera cubriéndola por completo. De sus labios se escapó un jadeó de sorpresa antes de empezar a llamarme por todos los nombres que se le ocurrieron desde fresco hasta calavera. Rodé mis ojos aunque ella no podía verme en la posición en la que estábamos por lo que volví a tratar de levantarnos.

-Si cooperaras un poco no estaríamos en esta situación.— le espeté.

-No lo estaríamos si no nos hubieses amarrado como animales de corral, los libros de tú biblioteca te retrataban como un hombre inteligente pero estoy empezando a dudarlo. — Me soltó con veneno.

-¿Nunca te has mordido la lengua?.—Pregunté una vez logré hacernos quedar en pie.

-No.— me miró con la curiosidad, pero sus ojos estaban estrechos por la sospecha.

-Eso supuse, si lo hubieses hecho seguramente estarías muerta por la cantidad de veneno que tienes en la boca mocita.

Levantó su barbilla en alto y en cuanto estuvimos libres de los lienzos aprovechó para darme una patada en la espinilla y yo mascullé una maldición

-¡Bruto!.—Me siseó retrocediendo sin darme la espalda, tal como haría un animalito salvaje que está siendo acorralado por lo que no me moví para darle su espacio.

Para mi desgracia o mi fortuna, quedó de pie frente a la ventana haciendo que mi vista se fijara en lo translucido, en cómo los rayos del sol que entraban a raudales tras ella, hacían mi camisa que cubría su cuerpo se transparentaba dejando ver sus bien formadas piernas expuestas.

Flor Salvaje Donde viven las historias. Descúbrelo ahora