Capítulo 7

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¡Ésa niña no podía estarme hablando en serio!

Mi paciencia tenía un límite y ella lo había rebasado completamente, era una niña mimada, caprichosa, orgullosa y terca. Tenía ganas de romper algo, de destruir algo, preferiblemente la puerta, para liberar parte de la furia que me recorría.

Sentía cómo mi autocontrol se caía en pedazos y el grito pugnaba por salir de mi garganta.

-¡Abre la maldita puerta Catherina!.—mi puño golpeó con fuerza la puerta, una y otra vez.

La muy… muy… había cerrado la maldita puerta de mi maldita habitación en mi rostro, por el tonto motivo de que no cedí a su estúpida solicitud de una dama de compañía.

¿Acaso no había demostrado ya que no pretendía deshonrarla?

Bueno, al menos no por el momento. Pensé oscuramente.

Volví a aporrear la puerta sin conseguir respuesta. Pensé en que tal vez podría derribarla, pero luego a mi mente vino la imagen y me pareció una acción bárbara, Entonces pensé en escalar el árbol fuera de la ventana tal y como lo hizo ella, pero me pareció la acción de un tunante.

-Mi lord.—dijo Peter después de aclararse la garganta para llamarme la atención. — ¿Desea que lo ayude a prepararse para la cama?. —le lancé una mirada asesina, pero él no se inmutó en lo más mínimo.—Saqué su camisa de dormir cuando escuché a lady Catherina despotricando en su contra esta tarde. Si usted desea puedo pedirle a mi hermano que traiga a su mujer para que le sirva de compañía.—prosiguió al ver que no le respondía.— Rebeca es una mujer muy discreta y antes de casarse sirvió de dama de compañía para lady Richardson; tal vez eso ayude a temperar el carácter de su invitada.

Mi mirada fué impasible pues en estos momentos no quería saber nada de carabinas, lo único que quería era poner a esa desagradecida criatura sobre mis rodillas y calentar su trasero con una buena zurra por su atrevimiento.

-Abre la maldita puerta Peter, tú tienes las llaves de todas las habitaciones y yo pretendo dormir en la mía esta noche.

Por primera vez en todos los años de conocerlo Peter me miró entre apenado e incómodo.

-No tengo la llave de su habitación, mi lord.—dijo estoicamente y podría jurar que sus mejillas se sonrojaron a no ser que las velas que iluminaban el pasillo me estuviesen jugando una mala pasada.

Lo miré fijamente tratando de descifrar a qué demonios se refería con que no tenía la llave.

-¿Cómo que no tienes la llave?

-Lady catherina me la quitó.—Lo miré pensativo. Tal vez había escuchado mal ella no podía haberle robado la llave, o ¿sí? Sin embargo, antes que pudiera llegar a una conclusión, él aclaró nuevamente su garganta y prosiguió.

-Es muy astuta mi lord, me hizo conversación antes de preguntarme si yo tenía la llave de la habitación cuando estaba arreglando su ropa mi Lord, se la mostré y me la quitó de las manos para guardársela en su escote…—su sonrojo se profundizó—. Como usted verá, no podía recuperarla… ni siquiera me atreví a entretener tan escandalosa noción.

Mis oídos empezaron a zumbar y sentí mi piel calentarse, al empezar a sentir que la furia empezaba a escalar proporciones alarmantes cosa totalmente desconocida para mí, quien me ufanaba de ser un hombre de temperamento ecuánime y que casi nunca se alteraba a pesar de que muchos me consideraban malhumorado por el ceño permanente que adornaba mi rostro.

Sin embargo, desde que catherina entró en mi vida, todo era un caos. Mi carácter explotaba con más facilidad que pólvora ante el fuego, mis emociones al igual que mi libido no tenían control. Mi cuerpo parecía reaccionar de manera diferente a lo que le indicaba mi mente y los únicos intereses que tenía era en cómo podría hacer para meterla en mi cama.

Flor Salvaje Where stories live. Discover now