Capítulo 9

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La miraba fijamente mientras almorzamos, maravillándome en su etérea belleza. El escote de su vestido verde se amoldaba a la curva de sus plenos pechos ligeramente escondidos por el borde que sobresalía del canesú que llevaba debajo.

Debía reconocer que era una alumna de rápido entendimiento, en menos de una hora dominó a la perfección los bailes de salón que le enseñé y se movía con tal gracia que parecía bailar flotando sobre las nubes en lugar del piso de madera del salón.

Traté de picarla lo más posible para hacer que su temperamento explosivo saliera a flote. Sin embargo, por más que insistí lo único que conseguí fué ver sus ojos llamear mientras me brindaba una perfecta sonrisa digna de los salones de baile del palacio.

Era una mujer única, eso lo sabía.

Nunca en todos mis años había encontrado a un ser tan lleno de contradicciones como ella.

Nunca había encontrado una mujer que me hiciera arder como ella.

Nunca había deseado conquistar y reclamar nada para mí.

Nunca había anhelado la mera presencia de alguien en mi vida.

Nunca… hasta que llegó ella.

Mi mano se movió con voluntad propia hacia su cabello soltando un poco el elaborado peinado que tardó casi una hora en hacer.

-¿¡Qué hace!?.—chilló soltando los cubiertos sobre el plato mientras su cabello caía en una gloriosa cascada de rizos castaños. Envolví mi dedo índice en uno de ellos maravillándome de lo sedoso que era.— ¿No le basta con incomodarme hasta no dejarme comer con sus miraditas?

El fuego en su sangre era lo que más me atraía. No jugaba a hacerse pasar por una inocente florecilla, ni trataba de parecer una tímida virgen como lo hacían la mayoría de las señoritas que juraban ser doncellas virginales y habían aceptado en su lecho a más caballeros de los que pudieran contar.

Mi bruja era una mujer auténtica sin artificios.

Tenía que reconocer que la mocita me tenía completamente fascinado.

-Prefiero verte con el cabello suelto.—comenté roncamente encontrándome con su fiera mirada.

-Es por eso que lo llevo recogido.— fué su audaz respuesta.

El desafío brilló en su mirada haciendo que todo mi cuerpo se tensara. Esa pequeña mujer era enteramente seductora en su belicosidad. La manera en la que sus lujuriosas formas desnudas aparecían en mi mente como si las tuviese frente a mí.

Envolví mi muñeca con su cabello, deseando estar envuelto en su cuerpo de la misma manera, tirando de él para acercar su cabeza a la mía, inclinándome de forma que mis labios quedaran casi rozando los suyos. Tendría que usar todos los conocimientos de seducción que había adquirido observando a Erwann empeñarse en desflorar cada virgen o encamar a cualquier viuda que se encontrara, así como los que adquirí mientras hacía mi investigación sobre el placer de mujer. Debía probar cada una y ponerlas en práctica no solo por amor a la ciencia.

Debo reconocer que me divertí mucho durante esos días cuando dejaba la apatía con la que miraba la vida, las cortesanas que Erwann frecuentaba se desvivían por colmarme de atenciones y aunque nunca me sentí tentado a probar sus encantos en carne propia obtuve mi placer a través de la morbosa satisfacción de un voyeur.

-Lo veré suelto sobre mi almohada, sentiré su suavidad cuando entierre mi rostro en él mientras te poseo cada noche.— Susurré contra sus labios sintiendo como el aliento se escapaba de los suyos, el rubor coloreaba sus mejillas y sus ojos se oscurecían.

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