Se giró en mis brazos con tal rapidez que casi perdió el talón. La expresión de incredulidad no me tomó por sorpresa, sabía que no era algo que era fácil de creer a veces ni siquiera yo comprendía por qué no había tenido anteriormente el ansia de yacer con ninguna mujer, pero tampoco era un fenómeno raro digno de ser estudiado como me dejaba ver su mirada.
Si la mirada de emociones que se notaban pasando por sus ojos era algún ejemplo de lo arremolinado de sus pensamientos entonces iba a tener mucha dificultad en hacer que me creyera.
-¿En verdad me crees tan inocente?.—Me espetó tratando de soltarse de mi agarre. Sin embargo, yo no pensaba permitírselo ya que si su voluntad era de hierro la mía era de acero.
-No sé si en verdad lo eres, pero te aseguro que yo sí lo soy.—Sus cejas se alzaron hasta casi perderse en su espesa cabellera pelirroja. Seguramente no esperaba que yo me burlase de ella.—Catherina.—Suspiré pesadamente.— ¿Qué ganaría yo mintiéndote? El hijo que espera Amelia no es mío, acabo de enviarle una carta a lord Erwwan. Se va a casar en pocos días por lo que seguramente tendremos que esperar hasta que regrese de su viaje de bodas para que se haga cargo de la situación.
La frialdad de su mirada me hizo dejar de balbucear y me hizo sentir como un chiquillo a punto de ser retado por su madre cuando cuadró sus hombros.
-No pretenderás tenerla aquí hasta que tu amigo regrese… —entrecerró sus ojos.— Nosotros también nos vamos a casar en poco tiempo, ¿o no lo recuerdas? No creo que sea el mejor tiempo para tener huéspedes en la casa.— me gruñó y yo suspiré pinchándome el puente de la nariz por la disyuntiva en la que me ponía.
-Catherina, no puedo echar una mujer embarazada a la calle puede ser el hijo de mi mejor amigo.— traté de razonar con ella pero su expresión me hizo pensar que no llevaba las de ganar.
-No la quiero aquí, es una… una… Ramera. —Espetó.— Trabaja atendiendo varones y por lo poco que pude ver esta mañana disfruta con ello. Si es cierto lo que dice sobre que no ha yacido con una mujer estoy segura que ella está deseosa por ser la primera. No me importa su pasado pero ahora está comprometido conmigo y créame que si deja que esa mujer lo toque yo me encargaré de remover la parte que ella haya tocado.
No pude evitar sonreír ante eso. La mocita era una bola de fuego y cada día me convencía más que mis días de aburrimiento se encuentra terminado por completo. Mis manos se aferraron a sus caderas haciendo que entre su cuerpo y el mío no hubo espacio. Incliné mi cabeza para besar sus labios recalcitrantes. La mocita no pensaba dejarse vence y sus labios se fruncieron aún más haciendo que no pudiese evitar la tentación de capturar uno entre mis dientes y tirar con suavidad de él. Aun así la mocita seguía inamovible.
Suspiré admitiendo mi derrota y la dejé unos minutos mientras se arreglaba para saludar a nuestro huésped. La esperé junto a la escalera para poder evitar el mayor tiempo posible a Amelia. La doncella de la mocita me hizo una leve cortesía cuando pasó apresuradamente a mi lado, no bien cinco minutos después apareció Catherina con una resplandeciente sonrisa en su rostro que me hizo fruncir el ceño ante su radical cambio de actitud.
Besé su mano en cuanto llegó a mi lado y la conduje al solario donde sabía que estaba Amelia. Sentí a mi bruja tensarse por un segundo cuando entramos y notó la relajada apariencia de Amelia quién se veía tan a gusto como si fuera la dueña y señora.
-Amelia, te presento a lady Catherina, mi prometida.— Anuncié después de aclarar mi garganta para llamar su atención.
La mocita solo hizo una leve inclinación de cabeza a manera de reconocimiento y yo miré reprobatoriamente a amelia quien ni siquiera hizo el intento de levantarse para saludar a la señora de la casa.

YOU ARE READING
Flor Salvaje
Teen FictionEres mi prometida deberías actuar como tal.-Escuché aquellas duras palabras salir de sus labios cargadas de enojo y frustración pero dentro de mi sabía como podía manejar esto. ¿Oh en serio? Noticia de última hora "Su majestad" no soy ni pretenderé...