ShinsoBaku

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¡Buenas mi gente! Este es un capítulo especial para recordarles lo importante que es preocuparse por la salud mental y que esta bien tener días malos, lo importante es poder sobrellevarlo, aunque a veces cueste demasiado.

Disfrutenlo.

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Llevaba mucho tiempo sin sufrir una recaída.

Iba a la universidad por la mañana, trabajaba en un pequeño café por las tardes y en las noches estudiaba para sus exámenes mientras hablaba con su lindo novio por videollamada, y algunos fines de semana iba a la casa de Aizawa y jugaba con Eri hasta que ambos quedaban agotados.

Pensaba que esta vez todo iría bien.

Pero entonces llegó la época de sus exámenes finales, el sueño dejó de recurrirlo por las noches, las grandes ojeras volvieron a llenar su rostro, el cansancio en su ser era palpable y solo quería acabar con todo de una vez y no tener que volver a levantarse.

Por lo que cuando rindió la última prueba semestral no fue una sorpresa que fuera directamente a su departamento, que ignorará las llamadas de Bakugou y Aizawa, que apagará su móvil para poder desaparecer y se lanzará a la cama, ignorando el mundo a su alrededor.

Y entonces solo era él y la oscuridad, aquella vieja amiga que lo recibía con los brazos abiertos, invadiendo su mente con demasiada facilidad, arrebatándole la fuerza y las razones para levantarse, quitándole las ganas de vivir, dejándolo tendido en su cama prácticamente sin consciencia alguna. 

Había veces donde realmente lo intentaba, donde se decía que debía levantarse, que debía comer algo y tomar una ducha, ir a por su móvil y pedir ayuda a sus seres queridos, pero su mente era consumida por los malos pensamientos.

Seguramente nadie se estaba preocupando por él, ¿Por qué deberían? Era una mierda de persona que siempre arruinaba los buenos momentos y rehuía de la felicidad, seguramente Aizawa lo había adoptado porque sentía lástima por el niño sin padres, seguramente Katsuki era su novio por alguna apuesta.

Y tal vez fuera posible, él no se merecía a las maravillosas personas que lo rodeaban, no cuando los arrastraba con su oscuridad, no cuando no era más que sombras y un cascarón vacío. No cuando Bakugou era un fuego ardiente lleno de vida y él no era más que las cenizas de un bosque consumido por su propia mente.    

Entonces se quedaba ahí, tumbado en su cama, con las cortinas de su habitación completamente cerradas, ropa tirada en el suelo producto de un ataque de frustración, un par de vasos rotos por el piso, encerrado en su propia mente, desmayándose a momentos ante la falta de alimento, obligándose a sí mismo cada dos días a levantarse por algo de comer.

Las horas se le pasaban con lentitud, atrapándolo en un bucle infinito donde lo único que hacía era autocompadecerse, pensando en como todos serían más felices sin su presencia cerca, pensando en cómo nadie lo extrañaría. Si llegaba a morir probablemente Eri lloraría por un par de días, pero continuaría su vida con normalidad, seguramente Aizawa estaría decepcionado y se sentiría culpable y Bakugou… su lindo rubio no demostraría estar afectado, pero por dentro sería un desastre, pero encontraría a alguien más que supiera valorarlo como lo merecía, alguien como Midoriya o Kirishima.    

Su existencia no era más que una molestia para los demás, una carga que debían soportar.

No estaba seguro de cuánto tiempo pasó en ese estado de ausencia, pero un día escuchó ruidos en la sala de su apartamento que lo sacaron de su burbuja de desconexión, tal vez en otro momento se hubiera levantado y buscado algo con lo que defenderse, pero ahora le daba igual lo que pudiera estar pasando a su alrededor.

Bakugou Pasivo •One Shots•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora