Capítulo II

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Izuku presentaba un nuevo moretón en su mejilla y esta vez se veía más doloroso que en otras ocasiones. Había chocado con el borde de un mueble al intentar intervenir entre su débil madre y su salvaje padre, terminando más golpeado de lo que hubiera querido. Ni siquiera fue capaz de ayudar, tan solo provocó que su madre gritara aterrada, que los vecinos se acercaran, que les hicieran un montón de preguntas y amenazas de llamar a la policía y que su madre discutiera con todos sobre no meterse en sus asuntos familiares.

Izuku pasó todo el día recostado en cama, al menos su padre se había marchado a cualquier otro lado y no le vio la cara durante varios días. Su madre, aún marcada por los golpes y adolorida en todo el cuerpo, nunca le dejó de sonreír. Izuku tenía el ligero presentimiento que aquella sonrisa se debía a la ausencia indefinida de aquel hombre.

Esa mañana ella le recogió de la escuela. Llevaba exceso de maquillaje en sus mejillas y corrector en sus ojeras, pero aun así se notaba el cansancio y dolor en sus ojos. Usaba un abrigo de talla ancha para ocultar sus brazos y el ligero encorvamiento de su espalda. Pretendía hacerse pasar por una mujer con una vida normal cuando aquello ni siquiera se acercaba a la verdad. Había conversado con su maestra tutora sobre los moretones de Izuku y ella solamente pudo decir que se caía mucho, lo que para ella era la única verdad. Izuku aún no era capaz de decirle a su madre sobre el grupo de compañeros que lo maltrataban siempre.

De camino a casa algunas madres de familia la saludaban, ella les correspondía el gesto con una sonrisa y luego las ignoraba, sabía que todas ellas hablaban a sus espaldas sobre su situación y eso la incomodaba. Por eso prefería que Izuku regrese solo a casa, pero aquel día era especial, uno de esos días en los que ella debía dejar de lado todo rastro de dolor y angustia para convertirlo en un buen recuerdo.

—¿Quieres que pasemos por una rebanada de pastel antes de ir a casa? ¿O prefieres que preparemos uno juntos?

Los ojos de Izuku se iluminaron con la idea, pasar un momento de calidad con su madre como si nada de lo vivido anteriormente fuera real le resultaba divertido y emocionante. Apretó la mano de su madre y le devolvió una expresión de completa satisfacción a lo último que mencionó.

—Hagamos un pastel—dijo por primera vez lleno de alegría. Su madre asintió con una sonrisa igual de dulce que la suya.

—Puedes llamar a tus amigos para que vengan, limpiaré la casa y veremos alguna película en la sala ¿Te parece? Podemos comprar bocadillos en la tienda junto con los ingredientes para el pastel.

Izuku bajó de sus labios la sonrisa, claro, su madre no sabía que aquellos amigos jamás aceptarían ir a su casa por su cumpleaños. ¿Cómo decirle aquello a su madre sin que se sienta culpable?

—Tal vez hayan hecho otros planes, mamá.

—Eres su amigo, estarán encantados de ir.

Izuku asintió con mucha duda, en serio no tenía deseos de hablar con ellos en su cumpleaños, ya se imaginaba lo que sucedería si lo mencionaba. Era seguro que le regalarían una dosis completa de insultos y golpes.

Izuku no estaba de ánimos para ser maltratado.

—Iré por ellos al parque—dijo intentando devolver la sonrisa a sus labios.

***

Izuku se sentó en el borde del riachuelo con las piernas cruzadas, miraba hacia el otro lado con la tristeza reflejada en sus ojos. Tenía que inventarse una excusa para que su mamá no sospeche nada al llegar a casa sin ningún amigo que deseara celebrar su cumpleaños con él, eso le dolía. Su madre se había esforzado en hacer y decorar el pastel, en comprar golosinas y alquilar la mejor y más llamativa película de todas. La mesa estaba decorada con todo lo que un niño desearía comer en una fiesta de cumpleaños, incluso había comprado algunos regalos sorpresa para entregarles a sus supuestos amigos como agradecimiento por acompañarlo. Izuku sentía grandes deseos de llorar.

Infierno Celestial [FINALIZADA]Where stories live. Discover now