Capítulo XIV

905 140 70
                                    

Izuku se miró las manos bañadas de sangre, temblando las llevó hasta sus oídos para acallar el ruido que el silencio provocaba. Hace apenas unos minutos había escuchado gritos y lamentos, voces de arrepentimiento y súplica, pero ahora todo eso se había esfumado, dejando la quietud que siempre se anhela luego de una tormenta.

Izuku no quería eso, Izuku quería que siga lloviendo, que el ruido de las gotas de agua cayendo al asfalto le inunden los tímpanos, que se lleve la sangre de sus manos y de su rostro, que limpie el cuchillo que yacía a un costado suyo, y que borre la evidencia de su descarado acto.

Oh, por supuesto, también anhelaba, muy profundo en su corazón, que esa ruidosa carcajada a su costado se detuviera. Que dejara de reírse y mofarse de él, que dejara de apuntarlo con el dedo y felicitarlo por la resolución al conflicto. Izuku siempre soñó con volver a escuchar la risa de Katsuki envolviendo el ambiente, pero hoy quería que se callase, que no volviera a reír jamás.

¿Cómo había llegado a eso? ¿Hasta qué punto su locura tomó de rehén la poca cordura que había conseguido guardar en su cabeza?

Solo recuerda la adrenalina de salir huyendo de casa, de correr y correr varias calles hasta sentir que era seguro dejar de hacerlo. Solo recuerda a Katsuki apareciéndose en un callejón y llamándolo con voz calmada y parsimoniosa; él acercándose paso a paso, sus labios siendo devorados por un nuevo beso y la desesperación comiéndole los nervios que todo aquello le había causado.

El beso lo recuerda muy bien, pues fue desesperado e intenso, aún podía sentir el sabor a azufre sobre su lengua y ello le provocaba más deseos de vomitar.

Lo que le siguió fue un poco borroso desde entonces: Seis de sus compañeros aparecieron en el callejón tras algún truco utilizado por Katsuki, en su mano ya se encontraba un cuchillo largo y brillante que no dudó en mostrarle a sus víctimas antes de abalanzarse a ellas con una resonante carcajada.

La demencia tomó su cuerpo y lo movió hacia las direcciones correctas. De arriba hacia abajo por el abdomen del primero, de un lado hacia el otro por la garganta del segundo, entrando y saliendo del pecho del tercero, levantando el brazo y lanzando con fuerza una gran piedra a la cabeza del cuarto, tumbando al quinto para cercenar los tendones de sus pantorrillas e impedirle escapar, y clavando al final el cuchillo en el ojo del sexto.

Gritos se mezclaban con los sollozos de aquellos que aún se mantenían con vida. Izuku podía escuchar en sus oídos el propio jadeo producto de la actividad reciente, que luego se convirtió en una ruidosa carcajada impulsada de un nuevo asalto.

Quitó el cuchillo del rostro del sexto para lanzarse al quinto y acabar con sus gritos de un solo movimiento a través de su yugular, siguiendo con el primero y último sobreviviente, a quien simplemente perforó su corazón.

Izuku cayó de rodillas con la risa rondando sus labios, miró hacia el costado y notó la figura de Katsuki imponente y orgullosa de pie varios metros lejos de él. Se reía, se reía más fuerte que él, abriendo la boca tanto como se podía para dejar escapar aquel sonido que pronto empezó a inquietar el corazón de Izuku.

Katsuki se reía y él tenía deseos de llorar. Fue entonces que sus ojos se detuvieron en la obra de arte de la que él era autor, y se asustó. Toda la masacre, toda esa sangre regada sobre él, todo eso era obra suya y solamente suya.

El silencio llegó a sus oídos, opacando la carcajada de Katsuki y dejándola como un segundo plano. Ahora su corazón irrumpía el silencio con sus estruendosos latidos. Izuku empezó a llorar, empezó a gritar, empezó a ser consciente de aquello que había hecho.

—¡Maravilloso! —gritó Katsuki mientras aplaudía—. Eres el idiota más interesante que pude encontrar.

Izuku se mordió la lengua deseando mandarlo a callar. No quería escucharlo alabar tal barbarie, no quería que le aplaudiera, ni siquiera quería tenerlo cerca. Sentía vergüenza de sí mismo, de lo que había hecho, de todo lo que se había dejado influenciar a hacer. Se sentía sucio, mucho más allá de la sangre que lo empapaba.

Infierno Celestial [FINALIZADA]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن