Capítulo VIII

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El cielo estaba despejado, solo era la gran bóveda celeste deslumbrando a la humanidad con su gran y majestuosa inmensidad. Izuku cerró los ojos para dejar que sus sensaciones se intensificaran y que aquella brisa que rozaba sus mejillas calara hasta su alma para acariciarla con la delicadeza que necesitaba. Suspiró.

De pronto sintió la gran necesidad de abrir la boca y empezar a cantar, no sabía de dónde salía la melodía en su cabeza, pero tan grande era el impulso que no pudo contenerse a tararear el ritmo imaginado como un eco que golpeaba las paredes de su memoria. Izuku empezó la melodía, al compás de ella su cuerpo se mecía de izquierda a derecha una y otra vez, dejando que sus cabellos dancen junto al viento en misma sintonía que el verde césped donde se encontraba sentado.

Solo estaba él, el gran firmamento y el puntiagudo césped que le pinchaba la palma de las manos y su trasero. El frío viento no le interesó, él estaba en paz.

"Izuku" escuchó a lo lejos la voz que lo llamaba siempre en su interior, dormido o despierto, estable o en un ataque, siempre estaba presente. Izuku no quiso abrir los ojos, dejó que el sonido nostálgico del recuerdo se fundiera con su tarareo. "Izuku", volvió a repetir.

Pudo sentir en la ruptura del viento la presencia de alguien muy cerca suyo, la canción seguía saliendo de sus labios parsimoniosa y constante, Izuku solo abrió los ojos para no despegarlos del cielo y así se quedó, sabía que regresar su mirada hacia el costado le traería problemas.

"Mírame" dijo la voz muy cerca suyo, casi susurrando encima de su oído, Izuku se estremeció. Lo quería mirar, claro que necesitaba volver a ver sus hermosos ojos carmines, pero no de esa forma, sabía lo que le esperaba más allá de esa dulce voz suplicante. "Terco, te dije que me mires. Estoy aquí".

"No, no lo estás" respondió al volver a cerrar los ojos.

"Siempre estoy aquí, contigo, pero ya no me miras. Nerd ingenuo, aún estoy aquí"

Una lágrima surco las mejillas de Izuku desde sus apretados y dolientes ojos. No quería verlo, aunque se contradijera pensando que sí. Le dolía.

"Mi amor, mírame por favor"

Izuku apretó los labios con fuerza entre sus dientes, en esta ocasión un gemido de frustración se deslizó por su garganta y un puñado de tierra y césped fue arrancado con sus manos del suelo. Se empezaba a repetir la pesadilla.

"Estamos aquí, esperando por ti mi bebé. Abre los ojos. Te estamos esperando. Tan solo míranos"

Izuku se tentó a abrir los ojos cuando la dulce voz de su madre acarició sus oídos y el cálido aliento de Katsuki e Inko rozó sus mejillas en un beso. Ambos de pie a cada costado de su cuerpo le daba una sensación cálida que sabía que perdería una vez que sus ojos decidieran dirigirse hacia ellos.

"Vamos, nerd, míranos"

Las fuerzas se doblegaron en su interior cuando sintió su mano ser tomada por Inko y Katsuki, se sentía tan real, se sentía diferente, se sentía como si al abrir los ojos ellos en verdad estarían frente a él y no desaparecerían.

"Eso, Izuku, míranos" dijo su madre.

"Estamos aquí, te estamos esperando"

Izuku abrió rápidamente los ojos e intentó verlos al menos un segundo, pero la imagen era borrosa frente a él y el humo más allá de su campo de visión iba tomando la forma de su peor pesadilla, de aquello que le robó toda su felicidad.

Porque Izuku sigue culpando a su padre de la muerte de Katsuki, porque sigue siendo firme ante la idea de que él postró a su mamá en una cama por varios años. Porque Midoriya Izuku sabe que el verdadero culpable de todo es aquel monstruo de manos rojas que le sonríe y saluda a la distancia con una sonrisa oscura de oreja a oreja, siempre repitiendo la misma frase:

Infierno Celestial [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora