PRÓLOGO

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Entre tanta lluvia y con las manos llenas de sangre, el ojiazul corría con desesperación hacia algún lugar a salvo.

Estaba a punto de morir, esta vez podía sentir a la muerte acechando tras cada uno de los pasos apresurados que daba.

La vida del chico nunca había sido fácil, nunca había tenido de nada y debía luchar para sobrevivir como pudiera, aunque fuera en las peores condiciones. El único golpe de suerte que había tenido en algún momento de su vida se acabó jodiendo completamente, y todo por la misma persona: Liek Cowell, el hombre que le había metido en el mundo del narcotráfico hacía años.

 El trato es sencillo, Louis: tú haces de mula y traspasas la mercancía, y yo te doy dinero para que no te mueras en la calle como una rata.

¿Cómo había podido joderse todo de tal manera?

Alguien en esa mafia se la tenía jurada, lo supo meses atrás, cuando la mercancía del señor Cowell empezó a desaparecer de la nada y esa misma tarde hacía apenas tres horas le acusaron a él.

Toda la mercancía había aparecido en su habitación: debajo de la cama, dentro del armario, y con rastros de pequeñas dosis encima de su mesa.

Pero él no había sido, a él no le gustaban esas cosas.

Vio una casa a lo lejos y corrió lo máximo que pudo intentando despistar a las veinte personas que iban tras él, algo bastante difícil, ya que un omega con miedo desprendía demasiado olor como para ser camuflado.

Estaba jodido.

El pequeño Louis estaba muerto del miedo, y las altas horas de la noche junto al sonido de lo que parecía ser el diluvio del año no estaban ayudando en absoluto a calmarle.

Picó desesperadamente ese trozo de madera que le impedía pasar, mirando hacia atrás una y otra vez para comprobar si se acercaban o no, con un poco de suerte les habría despistado, pero no por mucho tiempo.

Los nervios le generaron unas ganas inmensas de vomitar allí mismo, pero se contuvo al ver como una luz cálida se hacía paso detrás de la puerta.

Le habían abierto.

Hercules, uno de los sitios más verdes y tranquilos que había conocido el pequeño Louis nunca, iba a ser manchado de sangre esa misma noche.

— ¿Quién mierdas eres tú y qué haces aquí?

Ese hombre moreno, grande y con bigote se presentó ante él como si de dios se tratara. Louis sabía quién era él.

El Rojo.

El capo Alpha de una de las bandas enemigas de Liek Cowell.

— Por favor, señor —su voz temblorosa y sus ojos paranoicos no hicieron más que generar desconfianza por parte del narcotraficante que tenía delante—, necesito su ayuda. M-me están persiguiendo.

El hombre alzó una ceja.

— No es mi problema.

Empezó a cerrar la puerta, pero con las manos apoyadas e intentando hacer fuerza, el chico confesó entre lamentos antes de tener la oportunidad de quedarse con la palabra en la boca:

— ¡Soy mula!

La madera dejó de moverse al segundo, algo en esas palabras había despertado cierta intriga por el omega desesperado.

— Pu-puedo pasar su mercancía de la manera más segura, señor, y en grandes cantidades —aclaró a duras penas, el gran nudo de su garganta estaba a punto de hacerle vomitar—. Por favor, se lo suplico; déjeme entrar.

Escuchó pasos acelerados a varios metros, ellos se estaban acercando.

Estaba perdido.

Su cabeza no paraba de repetirle que esa noche iba a morir, y él lo sabía.

La puerta se abrió en mitad de todo ese percal y Louis casi se puso a llorar en cuanto vio el interior de la casa detrás de ese poderoso hombre invitándole a refugiarse en su humilde morada.

No tardó ni cinco segundos en entrar, y mucho menos en cerrar la puerta detrás suyo. Ese mismo día la vida de fugitivo había empezado para el pequeño omega de tan solo quince años, quien por su parte preferiría haber muerto en vez de haber conocido al hombre que le metió en todo ese aprieto.


💚💙


— Entonces, ¿cree que es buena idea?

Ya habían pasado dos años desde ese pequeño incidente, y Louis en ese momento tenía algo muy claro: le debía la vida a ese capo apodado "El Rojo".

— ¿Bromeas? —le miró—Si hiciéramos negocios con él, nuestros ingresos se triplicarían.

Durante esos dos años, el pequeño Louis Tomlinson de diecisiete años había escalado mucho y muy rápido para poder estar a gusto en ese sitio.

A día de hoy, El Rojo le consideraba como su hijo, su sucesor al trono, su pequeño omega.

Ese último mote, puesto de la manera más inocente posible surgió en cuanto El Rojo -realmente llamado Enrique López-, se dio cuenta de que su nuevo fichaje era el único omega en el equipo.


El moreno asintió, hasta ahora ambos habían formado un gran equipo, y todo forjado gracias a la gran intuición de Louis, ya que nada más llegar, desenmascaró a varios traidores trabajando en ese sitio.

— Veintitrés años y es el Alpha más joven y vendido en el mercado —sin duda alguna, alguien con buenas papeletas para negociar—, Harry Styles puede ser un buen fichaje de negocios.

El joven al otro lado del escritorio alzó los brazos con una pequeña sonrisa de sus labios.

— ¿A qué espera entonces? llámele.

Era hora de hacer negocios con el alpha.

OCEAN [LARRY STYLINSON]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora