CAPÍTULO 1

28 0 0
                                    

En esa casa se respiraba elegancia y formalidad. Tanto sirvientes de la casa como empleados de El Rojo se encontraban agrupados en la entrada, haciendo filas y escuchando a su jefe hablar, porque quedaban apenas veinte minutos para que Harry Styles se apareciera por allí, y el capo aún no había elegido a sus mulas para ese negocio.


Lo bueno de tener una familia tan grande, era que no debían sacrificarse siempre los mismos en todas las entregas, y justamente por eso, Louis ya llevaba casi dos semanas sin ejercer de mula, simplemente ayudando a Stan con los negocios y contratos que aún debía cerrar.

— Esta vez necesitaré a cuantos más hombres posibles, chicos —avisó, sus manos agarradas tras su espalda y su postura de seguridad y compromiso causaban verdadera impotencia ante el pequeño omega que se encontraba en primera fila—. Agradecería que pusierais todos de vuestra parte, así acabaríamos nuestra parte del trato lo antes posible.

En ese sitio, y con negocios de ese estilo, hasta los sirvientes debían poner de su parte, ya sin el mero hecho de traficar, más bien porque ellos eran los que mejor conocían la casa, los que sabían dónde esconder la droga, y los que mejor preparaban las balas para que los demás hiciéramos de mula.

Trabajar de mula nunca había sido algo fácil, y mucho menos en esos tiempos, ya que con todos los avances que había tenido la policía, el mejor método seguía siendo el más arriesgado: meter dedos de cocaína en el cuerpo.

Louis había podido vivir con la suerte de haber pasado cocaína incluso a través de los métodos más ortodoxos, y aunque el de ingerir los dedos era uno de los que más temor le causaba, simplemente no quería pensar en las malas posibilidades.

Pero la verdad seguía ahí: si escondías dedos de cocaína en tu cuerpo y alguna bala explotaba, morirías de sobredosis, en una de las muertes más solitarias y dolorosas posibles.

Empezabas con una gran dificultad para respirar, seguías con aumento del ritmo cardíaco, de la presión arterial, de la temperatura corporal, pocos minutos después te venían las alucinaciones, la ansiedad, grandes convulsiones y sudores fríos...

Y finalmente: la muerte.

Al chico de diecisiete años le recorrió un escalofrío por toda la espalda nada más de pensar en ello. Había visto a mucha gente morir así cuando trabajaba para Liek Cowell; algunos amigos, otros no tanto, pero tenía claro que ese no iba a ser su destino.

Él iba a morir de viejo, por la edad, al lado del amor de su vida y en una playa afrodisíaca.

O al menos ese había sido su sueño más anhelado desde que era pequeño.

Para cuando se quiso dar cuenta, todos los demás ya se estaban dispersando nuevamente por la casa, así que él, lejos de haber escuchado las últimas palabras de su jefe, decidió empezar a andar hacia la cocina, o por lo menos ese era su plan hasta que Stan le frenó.

Desde el primer día, Louis sintió un gran respeto por Stan López, ya que fue el único que le quiso extender una mano cuando estuvo a punto de morir, y aunque el resto fuera historia y el ojiazul realmente hubiera trabajado bien para El Rojo, no sentía que hasta ahora le hubiera devuelto ni una cuarta parte de lo que debía.

Su deuda con él era impagable, aunque Stan no lo consideraba así.

Louis realmente tuvo que hacer mucho como para que después de dos años, El Rojo, uno de los grandes narcotraficantes del país, considerara al chico como el sucesor de su trono.

— ¿Qué ocurre, señor?

El bigote del hombre se encorvó un poco hacia arriba por la pequeña sonrisa que sus labios habían formado, le había dicho mil veces al chico que podía dejar de tratarlo de usted, pero Louis se negaba rotundamente una y otra vez.

OCEAN [LARRY STYLINSON]Kde žijí příběhy. Začni objevovat