Capítulo 14

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DRACO

Aquello había sido lo que me temía. Cuando las última notas dejaron de flotar a ambos lados de nuestros rostros, ella no se separó como había esperado que hiciera. Sentía su aliento muy cerca, su calor corporal respirándome en la nuca y todo lo que la había echado de menos contenido en una esquina muy lejos de allí.

Había decidido no pensar ni en lo que estaba pasando ni en lo que podría ocurrir, porque por nada del mundo hubiera dejado que se desperdicieran segundos que podía estar sintiendo ese momento. Le juré a quien estuviera arriba más de cien veces que vendería mi alma con tal de que no se fuera ahora, que haría lo que fuese por alargarlo un poco más.

Mis manos rozaban sus caderas, una visión irreal que parecía soñada. Hasta notaba la clara diferencia entre su piel y la palidez de la mía, justo donde sus brazos chocaban contra mi cuello. No quise mirarla a los ojos porque supe que no los vería más bonitos jamás, y que cuando me dejara de mirar con ellos, tal vez no podría volver a sentir.

Nuestros miedos estaban ahora escondidos; entre los pliegues de su falda, esparcidos por mi pelo, debajo de las suelas de nuestros zapatos. Parecía que con cada caricia de su aliento, se me grabara debajo de la piel una letra de su nombre. Habíamos tenido escenas más íntimas, palabras más profundas, pero nunca la quise como esa vez.

Me atreví a mirarla de reojo, a ver las sombras que la luz de la Luna proyectaba sobre nosotros. Vi que también me observaba, trastabillando por el camino, como si se distrayera con las más insulsas nimiedades antes de llegar a mí. Pero no me importaba, por un momento había vuelto a ser mía y eran sus manos y no otras, era su boca con la que yo compartía el mismo aliento, era una mezcla trepidante de realismo mágico y mis más escondidas fantasías.

La primera vez que me enamoré de ella, ni siquiera me había dado cuenta. Ese fantasma del amor se había ido resbalando hasta caer sobre mí, repartiendo sentimientos nuevos, dudas, insomio y muchos más matices de esta rara enfermedad que se salta las leyes de la química. Cuando quise encontrarles causa, ya era inevitable. Ya no podía volver a mirarla con indiferencia, ni confundir su perfume entre la confluencia de los que se mezclaban cada mañana a las once, mucho menos disipar la imagen que se me presentaba al leer cualquier poesía del amor contemporáneo. Nadaba contracorriente en un río que llevaba su nombre. Aquella noche, ni quiero preguntarme cómo, me volví a enamorar como si no hubiera conocido ese sentimiento anteriormente. Sabía distinto, más dulce, quizá, tal vez más descontrolado. Mi alma hirviente volvía a oler la noche y un nudo en la garganta me avisaba de que se estaba aproximando. Me di cuenta de que durante diecisiete años había estado toqueteando las combinaciones erróneas. Ya no tenía miedo a llenarme la boca con esa gran palabra, no quería intentar suavizarla con insulsos eufemismos, "romance", "atracción", "apego"; no, era amor, y yo lo sentía con cada una de sus letras.

Estaba tirado en la Arcadia, tan asombrado de lo bonita que podía llegar a ser la vida que no me di cuenta de que ella se empezaba a soltar. No llegaba a comprenderlo y a la vez lo entendía perfectamente, pero el miedo que tenía al mirarme a los ojos me pinchaba como una rosa de enero.

- Me tengo que ir - se limitó a dejar en el aire y estoy seguro de que no dijo nada más por si se le escapaba cualquier sentimiento por error, un "lo siento" tácito, una promesa que se despegara de cualquier "nos vemos".

Yo no tuve otra que asentir, pero mientras notaba cómo el frío separaba nuestros cuerpos, no pude evitar cogerle la mano. No dijo nada, pero tampoco vaciló. Comenzó a andar mientras la piel de su brazo se deslizaba con cuidado por mi palma, pues en el fondo no podía retenerla. Fue lo más cerca que he estado de decirle quédate.

Cuando se había ido de verdad, cuando ya no podía fingir que era un espejismo y no quedaba ningún rastro de esperanza, la habitación pareció comerme. Seguía mirando a la puerta. Aquella forma geométrica de madera era un arma de doble filo. Podía abrirse poco a poco, con miedo, para que ella volviese arrepintiéndose de haberme dejado sin despedirse. Se aproximaría, mirando al suelo hasta que ya estuviera suficientemente cerca, girándose hacia la ventana después de haber rozado mis labios, soltando "lo siento", "perdona", "es que...". O podía emitir el sonido seco de un portazo, temblar ante el choque y no volver a moverse hasta que yo saliera porque la soledad de la sala sin ella se me hacía insoportable.

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⏰ Last updated: Jun 30, 2022 ⏰

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Si decides querer (Draco Malfoy)Where stories live. Discover now